Un millón de críticas a Ankara por no querer construir la paz con el pueblo kurdo
Respondiendo a la llamada del DTP, alrededor de un millón de personas acudió a la celebración del Newroz en Diyarbakir. Las intervenciones de los líderes kurdos estuvieron marcadas por las críticas a un Gobierno turco que, según ellos, no ha cumplido ninguna de las promesas que hizo para lograr la paz y mejorar la situación de la población kurda.
Laia ALTARRIBA I PIGUILLEM
Diyarbakir
A los cientos de miles de kurdos que desde primera hora de la mañana del viernes se acercaban al descampado situado las afueras de Diyarbakir y que acogía las celebraciones del Newroz, el año nuevo kurdo, les esperaba un cálido saludo de su líder encarcelado, Abdullah Ocalan, a quién todos llaman «Apo», tío en kurdo. Les escribía desde la cárcel donde le tienen preso en la isla de Imrali: «Quisiera estar aquí hoy para celebrar el Newroz junto a vosotros». Precisamente, «Biji Serok Apo» (Viva el presidente Apo) fue una de las consignas más coreadas a lo largo de la jornada.
Cuando aun faltaban horas para que empezasen a hablar los líderes kurdos llegados a Diyarbakir, la explanada que debía acoger los actos de celebración ya estaba teñida con banderas rojas, amarillas y verdes. La combinación de estos tres colores en una misma pieza de ropa está prohibida en Turquía, puesto que son los colores con los que se identifica el pueblo kurdo. Así que la organización repartió cientos de banderas de uno de los tres colores. El resultado fue un gran mar con los colores prohibidos. Entremezcladas se veían banderas con la imagen de Ocalan y pañuelos que combinaban los tres colores kurdos, que se pudieron exhibir sin problemas puesto que la prohibición de mostrar estos símbolos se había relajado coincidiendo con el Newroz. El Gobierno de Ankara es consciente de las consecuencias que tendría perseguir a todos los que las hacían ondear, más en un momento en que acaba de salir sin mucha gloria de la operación terrestre contra el PKK.
En todos los accesos al lugar de la celebración había controles policiales. Aunque a la mayoría les dejaban pasar sin problemas, registraban con cámaras de vídeo a todos los que se dirigían a los festejos. Para no tener problemas, muchos escondían los colores identificativos de los kurdos cuando pasaban frente a los policías. Aparte de algunas personas que retuvieron para identificar, y pese a la fuerte presencia policial y militar, no hubo ningún incidente remarcable. Eso sí, durante toda la jornada tanto helicópteros militares como aviones a reacción sobrevolaron incesantemente el área que acogió los conciertos y mítines.
«Promesas convertidas en nada»
Cuando la explanada estaba abarrotada de gente y banderas, se prendió fuego a la tradicional pira instalada frente al gran escenario. Cientos de brazos levantaron teléfono móvil para inmortalizar este momento, al que le siguieron la música y los bailes, que se detuvieron para escuchar a los representantes políticos kurdos, todos ellos del DTP.
La mayor parte vestía atuendos tradicionales kurdos, aunque también los había que llevaban la vestimenta habitual de los guerrilleros. El primero en tomar la palabra fue el alcalde de Diyarbakir, Osman Baydemir. Sus críticas principales, así como las del resto de líderes, estuvieron dirigidas al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, por la operación militar contra las bases del PKK en Kurdistán Sur - «La guerra no resolverá el problema kurdo»-, y por el incumplimiento de las promesas hechas durante la campaña electoral de mejorar las condiciones de vida de la población kurda: «El Gobierno ha anunciado en distintas ocasiones paquetes de medidas para mejorar la situación de los kurdos. Hemos estado esperando que llegaran, pero las promesas se han convertido en nada». Tras su intervención volvió a sonar la música, acallada cuando Leyla Zana, una de las principales líderes del movimiento kurdo, agarró el micrófono.
«La voz de los mártires»
Zana logró ser diputada en 1991, pero al poco tiempo la enjuiciaron por decir en el Parlamento de Ankara en lengua kurda que quería la hermandad entre el pueblo kurdo y el turco. Por ello pasó diez años en prisión. «Vuestra voz es la voz de los mártires», les dijo a los cientos de miles de presentes. «Y quien lo niegue es que es ciego o sordo. Los kurdos sabemos de dónde venimos. Si hoy podemos afirmar que somos kurdos es gracias a nuestros héroes», subrayó. La gente respondió al grito del «el PKK es el pueblo, el pueblo es el PKK».
Después, le llegó el turno a otro peso pesado del movimiento de liberación kurdo: Ahmet Turk, presidente del grupo parlamentario del DTP, que también fue encarcelado en 1994 junto a Zana y otros cuatro diputados kurdos. Turk se sumó a las críticas a Erdogan por no saber resolver el conflicto que vive el pueblo kurdo y le reprochó que «no se pueda construir un proyecto de solución del conflicto sin contar con los kurdos». A Turk y Zana les arroparon en el escenario una gran parte de los parlamentarios kurdos.
Entonces se escucharon más aplausos, y más gritos para liberar a Ocalan. Desde el escenario, lanzaron una invitación a los asistentes a comprar un CD de Delila, joven cantante de la guerrilla muerta por el Ejército turco hace ocho meses con armas químicas. Por la megafonía sonaron su canciones, que todo el mundo tarareó y bailó.
La organización aseguró que se reunieron alrededor de un millón de personas, aunque no todas a la vez. Los accesos al descampado situado a unos cientos de metros de las últimas casas de la ciudad eran un sinfín de ir y venir de gente. Así que era imposible contabilizar cuántos pasaron por allí, pero esta cifra no es para nada descabellada. Y es que el Newroz de Diyarbakir no sólo atrae a los habitantes de esta ciudad donde se calcula que viven más de un millón de personas y de las poblaciones de los alrededores. Kurdos de otras ciudades cercanas, pero también algunos que viven en las grandes metrópolis turcas como Estambul, Ankara, Adana o Ismir, o quienes se marcharon a Europa y pueden regresar sin peligro de ser arrestados, se desplazan hasta la capital del Kurdistán Norte para la celebración. Todos ellos juntos, igual que las decenas de miles que se juntaron en otras ciudades (tanto donde se permitieron las celebraciones como donde estaban prohibidas), mostraron que «el pueblo kurdo está vivo» y reclamaron una solución pacífica y dialogada a las demandas de este pueblo fragmentado.
Gases lacrimógenos y cañones de agua
Si el viernes las celebraciones transcurrieron sin incidentes, el sábado hubo duros enfrentamientos en ciudades como Van, Hakkari, Siirt, Batman, Silopi y Mersin. La Policía empleó cañones de agua, gases lacrimógenos y porras. En la provincia de Sanliurfa, fronteriza con Siria, más de cien de kurdos fueron detenidos por participar en los actos de celebración del Newroz. El número total de arrestados, según fuentes policiales turcas, ascendió a 500 en todo el Estado. Emisoras locales informaron de la muerte de dos personas y de que, al menos, hubo un centenar de heridos por disparos de bala.
La celebración del Newroz tiene su origen en una leyenda compartida con los persas. En la versión kurda, Dehak era un rey tirano que habría conquistado el área del actual Irán y Kurdistán. El monarca tenía serpientes que le salían de los hombros y que le producían un gran dolor. Para aliviarlo, exigía cada día los cerebros de dos hombres jóvenes. El descontento con el rey fue creciendo y un herrero llamado Kawa, que ya había perdido dieciocho hijos para satisfacer al monarca, planeó una revuelta y mató a Dehak de un golpe de martillo. Para celebrarlo, encendió grandes fuegos. De Kawa vendrían los kurdos, según la leyenda, y para recordar su gesta hoy en día encienden fuegos durante el Newroz. La revuelta coincidió con el equinocio de primavera, fecha que se considera también el primer día del año kurdo.