Ecos de la resistencia en austria, setenta años después del «anschluss»
Andar por Viena es como un viaje por el tiempo: Los antiguos edificios y los palacios hacen recordar el esplendor de cuando la ciudad era la capital del Imperio austro-húngaro. La derrota en la Primera Guerra Mundial supuso también el fin de la monarquía.
Ingo NIEBEL
El emperador Carlos tuvo que exiliarse. Después de dos intentonas fallidas de recuperar el poder por lo menos en Hungría murió en Madeira. Su viuda Zita se trasladó junto con sus hijos menores de edad a Lekeitio. En Austria se enfrentaron dos corrientes: una optó por la unión con Alemania, un proyecto del siglo XIX, que fracasó ante las exigencias del Reino de Prusia que competía con el viejo Imperio por la hegemonía en Europa Central. La otra buscaba la soberanía a la sombra de la gigante vecina alemana, en cuyo seno se había establecido el nazismo como tercera fuerza política. Su líder era el austríaco Adolf Hitler, nacionalizado alemán en 1932. Su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán mantenía una estructura clandestina en Austria que obraba por la unificación con Berlín para realizar así la vieja idea de la «Gran Alemania».
También en lares alpinos los nazis recurrían a la violencia para lograr sus objetivos. En 1934, protagonizaron un golpe de Estado contra el «dictador blando», el canciller Engelbert Dollfuss. El político socialcristiano, que encarnaba el «austrofascismo», murió cuando los nazis asaltaron la Cancillería. Aún así, el golpe fracasó y muchos nazis austríacos tuvieron que fugarse a Alemania. En 1938, el Gobierno alemán logró que se incluyera en el Ejecutivo a los nazis que, acto seguido, abrieron el camino a la unificación (conocida como Anschhluss), materializada el 12 de marzo de 1938 cuando tropas alemanas entraron en Austria.
Muchos nazis austríacos hicieron carrera en el nuevo Estado. Uno de ellos era el oficial de las SS Ernst Kaltenbrunner, que llegó a ser jefe de la Oficina General de la Seguridad del Reich (RSHA). En 1945, con la capitulación incondicional de la Wehrmacht en Berlín, los austríacos optaron por presentarse como «víctimas» del nazismo. Ya a finales de la contienda, una corriente «reformista» de los nazis austríacos buscaba una salida negociada con los conservadores que crearían el Partido Popular de Austria (ÖVP). También los socialdemócratas estuvieron dispuestos a «reinsertar» a los nazis.
En plena Guerra Fría, todo valía para combatir al comunismo. Recuperar y conservar la memoria de aquellos otros austríacos, que realmente eran víctimas del nazismo, es el objetivo del Centro de Documentación de la Resistencia (DÖW). Este centro mantiene una exposición permanente en la vieja Alcaldía de Viena. Mediante paneles, pantallas multimedia y piezas expuestas en vitrinas, relata las diferentes formas de resistencia que austríacos opusieron al nazismo entre 1938 y 1945. Se habla de los comunistas, judíos, presos en los campos de concentración, activistas políticos enviados a los batallones de castigo... Los ordenadores, integrados en la exposición, permiten consultar diferentes bancos de datos. Éstos son obra del DÖW, que ocupa todo un piso. La fuerte puerta blindada y su videocontrol recuerdan que Austria sigue siendo un santuario para el neofascismo, que acabaría con este archivo y biblioteca si pudiera. Entre sus joyas se hallan el archivo fotográfico de la Gestapo de Viena.
Devolverles su rostro
En abril de 2000, el historiador Thomas Mang encontró en el Archivo Municipal y Regional de Viena 51 cajas que contenían documentos relativos al partido nazi. El hallazgo fue una casualidad ya que al director del DÖW, Wolfgang Neugebauer, se le había informado 30 años antes de que este registro de la Policía Secreta había desaparecido. Los investigadores piensan que un total de 12.000 personas de las 55.000, que entre 1938 y 1945 pasaron por esta sucursal del terror de Estado, están fichadas en aquellas cajas. Las fichas llevan también las fotografías de los detenidos, lo cual permite devolver a las víctimas su rostro. Las demás informaciones permiten averiguar la razón de su arresto: algunos por ser activistas izquierdistas, otros por ser judíos, además de aquellos que escucharon las emisiones de las «radios enemigas», que mantuvieron relacio- nes con presos y presas de guerra o acusados de homosexualidad. Algunos veteranos, que en 1963 fundaron el DÖW, encontraron así las fichas que la Gestapo elaboró después de su detención.
Dado que el DÖW terminó en 2001 un proyecto para recuperar los nombres de los austríacos judíos que perdieron sus vidas en el holocausto, se decidió ampliar el banco de datos con las nuevas identidades. Hasta el momento, se pueden consultar 3.900 nombres registrados por la Gestapo vienesa. Pero el objetivo final es lograr una información más concreta sobre el número real de las víctimas austríacas de la represión nazi.
Más allá del mero trabajo científico, «el recoger los nombres es un acto necesario para evitar que las víctimas se hundan en el anonimato», subraya el DÖW. A disposición de los visitantes pone una amplia biblioteca, accesible por internet, y copias de documentos alemanes. Su historia y funcionamiento sirven de ejemplo para quienes quieren implantar algo similar en otros países.