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Fede de los Ríos

El honor es su divisa

Esta semana, cerca de la costa de Yemen, un patrón de barco lanzaba por la borda a 250 somalíes; 75 no la alcanzaron. Allí acabaron sus sueños y deseos construidos gracias a la televisión. No podrán tomar martinis en lujosos yates rodeados de rubias ni conducir lujosos coches. Tampoco mandar dinero a sus familias que habían costeado su viaje.

Ahora sale a la luz que en la noche del 24 al 25 de septiembre pasado Laucling Sonko, senegalés de 29 años, perdió la vida en el estrecho de Gibraltar al intentar pasar de Marruecos a la colonia española de Ceuta. Quería reunirse con su hermana, su cuñado y su primo residentes en Almería. Uno más a añadir a los miles de muertos ahogados en el mar por el hambre, la desesperación o el engaño del paraíso europeo. Lo sabemos porque no estaba sólo y los que con él iban fueron testigos de cómo una patrullera de la Guardia Civil los detuvo cerca de la costa ceutí, los devolvió a aguas marroquíes lanzándolos por la borda, habiendo rajado previamente con un cuchillo sus flotadores. Laucling Sonko lloró e imploró por su vida. No sabía nadar. Los de las calaveras de plomo y alma de charol no lloraron con él, se rieron.

Seis meses y ninguna interpelación parlamentaria, ningún minuto de silencio en parte alguna de la España democrática. Sin ningún arresto, seis meses de silencio mediático. Claro que es solo un negro y como son tan iguales. Ya vendrán más.

Seis meses sin decir una oración por su alma. Quizás no la tenga al ser un impío musulmán y... además seguro que algún antepasado se comió a algún misionero.

Ninguna asociación de víctimas del terrorismo se ha acercado a sus familiares, ¿acaso no sufriría terror al ser lanzado a las oscuras aguas del estrecho por los miembros del benemérito cuerpo armado? ¿Su muerte, provocada, no habrá afectado en nada a sus familiares? Como son igual de negros que él y tienen costumbres tan raras lo mejor es respetar su cultura y no molestarles.

Descubierto el «suceso», los guardiaciviles aducen en su defensa el pensar que el senegalés mentía al decirles no saber nadar. Los negros, ya se sabe, acostumbran a mentir por cultura. La Guardia Civil nunca, el honor es su divisa. Los otros tres compañeros, los testigos, eran un hombre de Costa de Marfil y un hombre y una mujer cameruneses, que sufrieron hipotermia, magulladuras y heridas. También negros, también mentirosos.

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