El Ayuntamiento de Iruñea entregó a la diócesis de la ciudad 78 millones de las antiguas pesetillas y una parcela de 2.000 metrillos a cambio de la Iglesia de Jesús y María, propiedad del propio Ayuntamiento, valga la redundancia.

Dicho así parece fácil pero en realidad es mucho más fácil aún: en 1936 el Ayuntamiento de Iruñea cede la iglesia al arzobispado; en 2001 el arzobispado, muy avispado, la inscribe a su nombre alegando que es toda suya por «por posesión quieta, pacífica e inmemorial». O sea, por okupas. Acto seguido la desacraliza (la sacralización debe ser algo que se pone y se quita, como los visillos). Y por la vía rápida inicia el trámite de venderla al Ayuntamiento. Ya hemos topado con la iglesia. Va el Ayuntamiento y la compra. Lo qué alumbra, para esto de los negocios, la vida espiritual. El Ayuntamiento en cambio, más a oscuras en estas cosas, perdió una importante página del expediente. Ya es casualidad.

Corresponde, parece ser, a los poderes públicos, mantener las relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones y el Ayuntamiento de Iruñea ya decidió hace tiempo ser desprendido y generoso en la cooperación. No con «las demás», claro (igual mejor, porque a 78 kilos y 2.000 metros de terreno por confesión, ahí se las vieran los de Iruñea con lo que iba a salir de sus bolsillos), pero sí con la católica, con la que gusta demostrar una relación sumamente estrecha y demasiado confesional en la que envuelve a toda la ciudadanía. Aunque por supuesto, de eso se trata. Aquí, por acción como por omisión, todos católicos. La corporación en pleno también. ¿Qué diablos pinta la corporación del Ayuntamiento de Iruñea en la procesión de las cinco llagas? ¿Han ido a qué y en representación de quién? Ah, si, de una parte de la sociedad. No me cabe duda. ¿Y porque no dejan de ir en representación del resto? ¿O dónde, cuándo y de qué manera nos representarán a los no católicos?

Topetazo con el Ayuntamiento. Y otra vez con la iglesia. El arzobispo emérito de Iruñea -tenemos dos, uno emérito, el del tricornio y el voto a la falange, y otro que sin ser emérito, es igual- nos ha mandado a todos a sufrir. Hay que sufrir porque morirse bien jodido es más digno. Jesucristo, dice, no tuvo cuidados paliativos y murió con mucha dignidad. No es que quiera darle ideas, pero me consta que a Jesucristo tampoco le vacunaron así que fuera campañas y a pasar varicelas, paperas y sarampión a golpe de rascarse, malestar general y 40 de fiebre, que para sufrir tampoco hay que esperar al último momento; así nos pillará más curtidos. Por supuesto él, en su momento, puede rechazarlos; de hecho va a estar bien feo que no lo haga. Pueden ir también cerrando la Clínica Universitaria. Y desguazando el papamóvil, que Jesucristo no viajaba el blindados.