Ayer la dirección del PNV dio una nueva muestra de la zozobra que se ha apoderado de ella tras las elecciones. Un partido que dice liderar su país -aunque para ello tenga que reducir su tamaño a la mitad-, representar la centralidad política -aunque ello implique amoldar sus objetivos a datos sociológicos- y mantener la hegemonía dentro de su campo ideológico -aunque renuncie a liderar ese bloque hasta para conseguir sus objetivos más tácticos- no puede estar juntando su dirección a diario para enmendar las decisiones tomadas en la reunión anterior. Liderazgo, centralidad y hegemonía son incompatibles con la imagen de debilidad que trasmite el PNV a la sociedad vasca.

Las únicas diferencias en el escenario político entre ayer y el martes, día en el que el PNV se negó a apoyar la moción de censura contra ANV en Arrasate, son el comunicado de ETA por un lado y las declaraciones de cargos del PSOE por otro. El comunicado de ETA ha sido la excusa utilizada para justificar el cambio de criterio del PNV. Pero ellos mismos dicen a diario que ETA no puede condicionar la política vasca, luego esa versión no resulta verídica a ojos de la ciudadanía. Especialmente cuando el cambio supone llevar la Ley de Partidos un grado más allá. En cambio, sí parece que las advertencias públicas de los socialistas han ido acompañadas de presiones a nivel privado que han hecho a los jelkides recular. Lo que parecía un intento para endurecer su posición negociadora frente a Zapatero se ha convertido así en otro ejemplo de confusión e incoherencia de los jelkides.

Cabe pues pensar que los resultados electorales han generado tal pánico en la dirección jeltzale que están trasladando su confusión a la práctica política. De lo contrario, todo esto no sería más que un zafio plan para alcanzar un acuerdo con el PSOE y garantizar así el status quo constitucional a cambio de la gestión autonómica. Pero eso sería sólo después de retirar la hoja de ruta, excluir del todo a la izquierda abertzale y ganar las elecciones. ¿Puede el PNV hacer todo eso?