Joseé Miguel Arrugaeta y Joseba Macías Historiador y sociólogo, respectivamente
Cambios a ritmo cubano
Partiendo de su experiencia particular y de su conocimiento de Cuba, Arrugaeta y Macías hacen un repaso de los cambios que han traído a la vida cotidiana de la isla las reformas del Gobierno de Raúl. Así, la referencia al ritmo cubano no se refiere a la parsimonia de sus gentes ni a los sones de los Beny Moré, sino al «ejercicio de una soberanía plena y con una agenda adaptada a sus propias necesidades» que marcan esos cambios.
Lo había prometido Raúl Castro en su discurso de toma de posesión como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros el pasado mes de febrero. Unas semanas después y fiel a su palabra, ya ha comenzado el proceso gradual de transformaciones en Cuba. Estos primeros cambios parecen constatar una evidencia: se trata de una serie de medidas cuyo manifiesto objetivo se centra en mejorar la situación interna, el estado de opinión de la población y el fortalecimiento del sistema político-social de la nación antillana frente a las constantes amenazas de su poderoso vecino del norte de forzar una transición diseñada a la medida de sus intereses. Es decir, propuestas legislativas con un claro sentido endógeno que, simultáneamente, representan un manifiesto aviso de cara a la presión exterior y su permanente intento de «orientar las transformaciones».
Las disposiciones hechas públicas hasta el momento, ampliamente difundidas con un marcado sesgo por las grandes agencias de prensa internacional, tienen que ver esencialmente con la eliminación de lo que se ha dado en llamar «prohibiciones»: una nebulosa de regulaciones y limitaciones en consumos y servicios, totalmente desfasadas y carentes de sentido común, que han tenido la virtud de crear un malestar e inconformidad manifiesta en amplios sectores de la población a lo largo de los últimos años. Las nuevas medidas adoptadas hasta el momento vienen a confirmar la idea de que la nueva dirigencia del país opta por flexibilizar la cotidianidad: la autorización a los cubanos residentes en el país de poder introducir por los aeropuertos, cuando vuelven de un viaje internacional, una larga lista de productos mediante el pago de un moderado arancel en moneda nacional; el establecimiento de la posibilidad de contratación de servicios de telefonía móvil para todo ciudadano y ciudadana cubana, hecho público el pasado viernes 28 de marzo y que entrará en vigor este mismo mes de abril; la puesta a la venta en las tiendas estatales de diversos equipos que no se comercializaban en el territorio nacional a ciudadanos particulares, tales como computadoras y componentes para las mismas, hornos micro-ondas o reproductores de DVD; y, finalmente, la regulación que se ponía en vigencia este martes 31 de marzo permitiendo el libre alojamiento en hoteles y el alquiler de coches, posibilidades hasta ese momento reservadas al turismo internacional.
Cualquier persona poco conocedora de las interioridades de la sociedad cubana podría pensar que, en realidad, son cambios de poca importancia, sin apenas repercusión social. Sin embargo estas aparentemente pequeñas decisiones forman parte de una política de liberalización en múltiples aspectos de la vida cotidiana y, aunque es necesario señalar que muchas de ellas solo serán accesibles (por sus costos en divisas) a la parte de la población que tiene acceso regular a entradas en moneda convertible, no se deben menospreciar sus repercusiones. Principalmente una de carácter simbólico pero de una enorme trascendencia social: desmontar definitivamente el sentimiento de discriminación que muchos y muchas cubanas han interiorizado desde inicio de los años 90 del siglo pasado. Por esta razón, principalmente, no hay ninguna duda de que la población cubana va a seguir con mucho interés y expectación, además de con simpatía y alivio, este conjunto de medidas que parecen formar parte de un plan escalonado y perfectamente definido en su implantación gradual.
Pese a todo y a pesar de sus importantes repercusiones sociales, no son éstas las transformaciones más importantes en esta nueva Cuba de cambios y sorpresas pero menos. Mientras los grandes medios de comunicación siguen empeñados en una política informativa de silencios y omisiones para seguir ocultando las claves reales de la situación en la República y el apasionante momento que vive Cuba en su intento por definir su futuro en las próximas décadas, son muchos los movimientos, debates y disposiciones que, paralelamente, vislumbran las perspectivas de futuro. Obsesivamente ocupados en vendernos un guión prefijado, estos grandes medios «olvidan» sistemáticamente, por ejemplo, que hace algo más de un mes ha comenzado un verdadero cambio estructural en el ámbito del sector primario, con la puesta en marcha de medidas de profunda trascendencia que tendrán sus primeros resultados a muy corto plazo. Estamos hablando de la equiparación legal de cooperativas, granjas estatales y campesinos individuales, la liberalización de precios en las compras al por mayor, la entrada en vigor de porcentajes de pagos en divisas para ciertos productos agrícolas, la entrega de tierras estatales en arriendo gratuito, la eliminación de trabas al transporte y la comercialización o la descentralización a nivel municipal con la creación de comisiones para aplicar estas medidas a las características específicas de cada territorio. Son algunos de los cambios más significativos en el campo cubano que pretenden incentivar la producción agrícola para superar la crisis en que se encuentra, garantizar un abastecimiento de alimentos regular a la población y, simultáneamente, bajar los precios minoristas ahorrando así importantes cantidades de dinero destinadas en la actualidad a la compra en el extranjero de estos productos. Si tenemos en cuenta que Cuba importa anualmente casi mil quinientos millones de dólares sólo en alimentos básicos para la llamada «canasta familiar», las conclusiones son más que evidentes...
Simultáneamente, los medios de prensa cubanos han comenzado a tratar abiertamente problemas y situaciones sociales complejas en su realidad, al mismo tiempo que potencian la apertura de espacios al debate y a la diversidad de criterios sobe múltiples temas. Una buena muestra de ello es, sin duda, la nueva edición de los viernes del periódico «Granma», que duplica su paginación (sin publicidad) y dedica una página entera a la sección «cartas al director» en la que se abordan de manera directa, entre otras cuestiones, críticas y valoraciones de los lectores-as sobre los grandes retos económico-sociales del país. El ejemplo del «Granma» se va extendiendo progresivamente a otros diarios locales y regionales, a las numerosas cadenas de radio expandidas por todo el país e incluso, aunque en menor medida, a la televisión nacional.
No menos importante, sin duda, van a resultar los debates y las resoluciones del congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), un encuentro que se esta celebrando estos días y que tendrá importantes repercusiones en la política cultural de un país en el que los creadores artísticos en sus más diversas manifestaciones, conviene no olvidarlo, han jugado un papel trascendente y de vanguardia en su historia, especialmente desde 1959.
La transición cubana del socialismo al socialismo ya ha comenzado. Está dando sus primeros pasos por un camino sembrado de dudas, peligros y riesgos. Sólo busca perfeccionar y modernizar un modelo social distinto que siga teniendo al ser humano como eje central de su reflexión. Es cierto que el resultado no está escrito de antemano pero, por el momento, lo que sí se puede afirmar es que el sendero por donde transita ha sido elegido por iniciativa propia, en ejercicio de una soberanía plena y con un agenda adaptada a sus propias necesidades. La Revolución vive un tiempo de cambios, sí, pero siempre a ritmo cubano. Y esa es la mejor garantía a prueba de silencios, manipulaciones y/o contratiempos.