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Los alumnos de la ikastola de Lizarra, más solidarios y comprometidos tras su visita al Sahara

Los alumnos de 4º de la ESO de la Ikastola de Lizarra han vuelto maravillados del Sahara Occidental, donde han convivido con familias saharauis a lo largo de esta pasada Semana Santa. La experiencia les ha servido para conocer y comprender mejor la situación que padece aquel pueblo.

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Asier VELEZ DE MENDIZABAL

La vuelta a clase de los 35 chavales que cursan sus estudios de 4º de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en la Ikastola de Lizarra ha sido más dulce que nunca. Tras visitar el Sahara esta pasada Semana Santa por espacio de seis días, han regresado muy satisfechos con la experiencia, ya que aseguran que el trato recibido por las familias que los han acogido durante su estancia ha sido «excepcional».

La aventura para estos chicos y chicas de 15 y 16 años comenzó la tarde del pasado 18 de marzo, cuando partieron desde el aeropuerto de Loiu rumbo al Sahara Occidental, donde fueron acogidos por familias residentes en el campamento del Aaiun. Desde ese día y hasta el lunes 24 de marzo, los escolares, que viajaron junto a seis profesores, un ayudante y un cámara de televisión que grabó la experiencia, llevaron a cabo un programa repleto de actividades en distintos asentamientos saharauis, de las que cabe destacar la visita al centro educativo 12 de Octubre o la reunión mantenida con la ministra de Cultura y Deportes del Sahara, Marian Salek.

Solidaridad y compañerismo

Gaizka Unzueta, tutor de los alumnos y organizador de esta iniciativa, ha vuelto tremendamente cansado del viaje, pero a la vez muy satisfecho por la experiencia vivi-da a lo largo de estos días en el desierto del Sahara. «El curso pasado, comentaba con otro profesor del centro que en la ikastola se trata de inculcar a los chavales una serie de valores vitales, como la solidaridad o el compañerismo, que luego no son llevados a la práctica, y por ello decidimos poner en marcha este viaje rumbo al Sahara, con la idea de que los alumnos pudieran conocer de primera mano el día a día de un pueblo abocado a la miseria como es el saharaui», ha explicado a GARA este profesor de la Ikastola de Lizarra.

Los chavales también han regresado muy contentos por el trato recibido en el Sahara, así como por lo mucho que han aprendido acerca de las costumbres, cultura e historia de aquel pueblo, llegando a estrechar lazos de afinidad y hermanamiento con muchos de sus habitantes.

«La experiencia ha sido realmente enriquecedora porque nos ha permitido conocer y darnos cuenta de cómo vive el pueblo saharaui en los campamentos que han levantado en pleno desierto. Hemos podido observar de primera mano las penurias y ma- las condiciones de vida a las que se ven abocados los habitantes del Sahara Occidenteal, y al mismo tiempo hemos tenido la oportunidad de conocer mejor su cultura y su manera de ver las cosas. Desde luego, ha sido un viaje que me gustaría volver a repetir, ya que he aprendido muchísimas cosas», comenta Javier Otxoa, de 16 años.

La expedición navarra fijó su residencia en el campamento del Aaiun, al norte del Sahara Occidental, donde se hospedaron en casa de varias familias. Se repartieron tres alumnos por cada casa, mientras que los profesores se dividieron por parejas. Desde allí, a bordo de un camión, estudiantes y monitores se desplazaron durante su estancia hasta los diversos campamentos repartidos en el desierto. Por ejemplo, visitaron Rabuni, la capital administrativa del Sahara, y conocieron los lugares más significativos de la zona: el Museo de la Guerra, el Hospital General o el Centro de Transportes.

«Ha sido muy impactante para nosotros observar la falta de recursos que sufren estas personas. Es un pueblo que se ha visto obligado a vivir en pleno desierto y que sobrevive como puede gracias a la ayuda in-ternacional», comenta Iratxe Lasheras, otra de las estudiantes de la ikastola que ha participado en esta iniciativa, quien resalta la atención que les han brindado las familias con las que se han alojado estos días. «El recibimiento que recibimos fue verdaderamente excepcional. Desde el primer día nos acogieron como si fuéramos miembros de su propia familia. El pueblo saharaui nos ha demostrado ser muy hospitalario», señala esta joven.

En ese sentido, recuerda que, pese a sus limitaciones económicas, «nos daban hasta lo que no tenían. En la casa donde yo estuve, a las noches, mientras ellos dormían en haimas, a nosotros nos alojaban en habitaciones, y a la hora de la comida, ellos comían de la misma cazuela, pero a nosotros nos ponían un plato a cada uno».

Similitudes con Euskal Herria

Ambos jóvenes también resaltan la similitud que han observado entre la situación política que vive la nación saharaui y la vasca, aunque puntualizan que la de la primera es ostensiblemente peor, ya que fueron expulsados de sus tierras a la fuerza. «No cabe duda de que el pueblo saharaui, al igual que el vasco, ha sido un pueblo históricamente oprimido, aunque es obvio que la situación política, económica y social que padecen es mucho más grave que la nuestra, dado que fueron expulsados de su tierra por un ejército invasor, teniendo que sobrevivir en un verdadero infierno», indica Javier Otxoa, al tiempo que recuerda cómo gracias a sus estancias veraniegas en Euskal Herria la gran mayoría de los chichos y chicas de su misma edad conocen perfectamente la coyuntura política en la que se ve inmerso el pueblo vasco.

«Lo cierto es que con los jóvenes nos entedíamos perfectamente en castellano, e incluso alguno hablaba algo de euskara que había aprendido a lo largo de sus visitas a Euskal Herria», explica Lasheras.

En ese sentido, Gaizka Unzueta, quien precisamente se hospedó en casa de los familiares del niño saharaui que él mismo había acogido en verano, resalta por enci-ma de todo la convicción política y el aplomo de los saharauis: «Conviviendo y hablando con ellos hemos constatado que tienen muy claro que sus reivindicaciones territoriales son totalmente legítimas, y por ello, no piden otra cosa que el poder volver a su tierra. Pese a todas las dificultades y a las más de tres décadas que llevan viviendo en el exilio, no piensan ni muchos menos en rendirse y confían en que algún día lograrán su objetivo».

No obstante, apunta que los habitantes saharauis no se muestran muy esperanzados con la ronda de contactos supervisada por la ONU que viene manteniendo a lo largo de estos últimos meses el Frente Polisario y el Gobierno de Marruecos a las afueras de Nueva York. «Por lo general, no se les ve muy ilusionados por las últimas reuniones entre ambas partes, ya que creen que Marruecos en ningún caso les permitirá volver a los territorios ocupados. Es triste, pero si se rompiese la tregua, dentro de un tiempo las personas con las que hemos convivido esta pasada Semana Santa podrían verse inmersos en un conflicto armado».

Unzueta apovecha la ocasión para instar a otros centros educativos a que se animen a visitar el Sahara. «Por nuestra parte, les ayudaremos en todo lo que podamos».

«El pueblo saharaui se esfuerza en cuidar mucho su sistema educativo»

Una de las cosas que más sorprendió al docente de la Ikastola de Lizarra Gaizka Unzueta fue comprobar lo mucho que la Administración del Sahara Occidental trata de ciudar y potenciar su sistema educativo por encima de todas las limitaciones que padecen. «En nuestra visita al colegio 12 de Octubre, situado entre los campamentos de Smara y el de Dajla, nos sorprendió ver que era el edificio más limpio, ciudado y reformado que habíamos visto hasta entonces», explica Unzueta.

«En Primaria, los niños asisten a las escuelas instaladas en los propios campamentos, pero en Secundaria los reúnen en internados-escuela, construidos a las afueras», añade. Además, apunta que todos los centros educativos «son mixtos». A. V. M.

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