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Los músicos vascos deportados denuncian la «seudodemocracia» chilena

Mirari ISASI |

Los componentes del grupo de música punk-rock de Barakaldo Josu Distorsión y los del Puente Romano, deportados desde Chile a principios de semana junto a un ciudadano francés, denunciaron la «seudodemocracia» de Michelle Bachelet, que «no ha depurado el sistema y mantiene las estructuras policiales y leyes de la dictadura de Pinochet».

El grupo llevaba un mes de gira por el país y tenía intención de prolongar su visita otro más para visitar el territorio mapuche del sur. Sin embargo, su participación en los actos culturales -«políticos, según la Policía», afirma Maribel Ruiz- con los que todos los años se conmemora la muerte de los hermanos Vergara en Villa Francia, una población de la capital, en el marco del Día del Joven Combatiente, no gustó a las autoridades.

Tras interpretar cuatro canciones y manifestar su solidaridad con las luchas de los pueblos oprimidos, abandonaron el lugar y fueron detenidos. En un primer lugar sólo tres de ellos, que caminaban más rezagados. «Al ver que no llegaban llamamos a Extranjería y estaban allí retenidos», recuerda Ruiz. Las otras dos personas también fueron arrestadas al dirigirse a las dependencias policiales.

Ruiz denuncia que los calabozos estaban llenos de detenidos, porque para entonces se habían producido enfrentamientos, y de excrementos y suciedad, ya que no se les permitía ir al servicio. Pero, además, tampoco les dieron comida ni ropa y, «además de miedo, pasamos frío».

«Lo que iba a ser una amonestación y una multa se convirtió en una deportación. El segundo día la situación cambió y nos dijeron que Intendencia de Chile había decidido deportarnos, porque habíamos violado la Ley de Extranjería que dice que los turistas nos pueden asistir a actos políticos, ni siquiera mirarlos. Entonces -añade- pasamos de ser retenidos a detenidos y se nos cayó el mundo encima».

La abogada que les asistió les explicó que, al parecer, las autoridades vieron un vídeo de su actuación y no les gustó.

La aparición de los medios de comunicación cambió la actitud de sus captores, que «limpiaron» sus celdas, les permitieron ir al baño y recibir cortas visitas. Agradecen la solidaridad de la gente de Santiago de Chile y de los colectivos de derechos humanos, que les llevaron comida y algo de ropa, pero subrayan que «aunque no nos maltrataron, sí nos sentimos vejados».

«El recurso presentado aceleró la deportación, tres días después. La Policía Internacional nos dio diez minutos para recoger algunas cosas, pero la mayoría siguen allí. Y encima tuvimos que oírles que no éramos delincuentes sino que habíamos estado el día equivocado en el lugar equivocado», concluye.

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