ANÁLISIS | Crisis financiera y economía europea
De la crisis hipotecaria de Estados Unidos a la recesión (I)
Ante la gran demanda de créditos, los bancos necesitaron recursos ajenos para seguir ofreciendo créditos y tenían que presentar garantías para esos nuevos recursos y para gestionar lo anterior crearon nuevos productos financieros que se derivaban de las hipotecas.
Antón BORJA Profesor de Economía en la UPV
En este primer artículo, el autor analiza el origen de la crisis desatada en Estados Unidos, su traslado desde el mercado hipotecario al mercado financiero y, finalmente, a toda la economía, abocándola hacia la recesión.
Lo que ha provocado el desbarajuste financiero actual tiene sus raíces inmediatas en el año 2001, cuando el tipo de interés, en EEUU, bajó a 3,5% y siguió bajando hasta el 1% en 2003. Con dinero barato, el endeudamiento en la compra de la vivienda subió rápidamente y la demanda creciente de viviendas, superando la oferta, originó subidas de precios de los inmuebles. Al crecer los precios hay mayor demanda de hipotecas y los bancos prestan dinero, tanto a personas con capacidad de pago como a otras personas que apenas tienen solvencia. Al fin y al cabo si no hacían frente a sus pagos, la propiedad de sus casas pasaría, revalorizada, a los bancos.
Pero a partir de 2006, los precios de las viviendas empiezan a bajar, las condiciones de los créditos se endurecen (suben los tipos de interés) y los bancos se encuentran con la propiedad de las casas (abandonadas por sus antiguos dueños insolventes) cuyo valor no cubre el valor de la deuda.
Durante 2006 y 2007 los bancos americanos se llenaron de enormes cantidades de hipotecas de alto riesgo, envueltas en complicados productos financieros que dificultaban la evaluación de riesgos.
Hay que tener en cuenta que ante la gran demanda de créditos, los propios bancos necesitaron recursos ajenos para seguir ofreciendo créditos, y estos bancos tenían que ofrecer garantías o contrapartidas para obtener esos nuevos recursos (liquidez monetaria) en forma de préstamos interbancarios y para gestionar lo anterior crearon nuevos productos financieros que se derivaban de las hipotecas.
Ese producto nuevo, «obligaciones garantizadas por hipotecas» (MBS, en inglés), incluye tanto hipotecas solventes, seguras, como hipotecas de alto riesgo (subprime). Y los productos MBS se negocian en los mercados financieros americanos e internacionales, ofreciendo altas rentabilidades y han servido para la financiación de unos bancos por otros.
La crisis estalló inicialmente cuando las hipotecas subprime, de alto riesgo, (que suponen el 60% del total de hipotecas) dejaron de pagarse y, como es fácil imaginar, se extendió cuando se iban descubriendo las pérdidas que tenían que soportar los que poseían productos MBS (que incluían títulos derivados de hipotecas de alto riesgo).
Es decir, de las hipotecas iniciales se originan productos derivados «en cadena», dado que de la hipoteca original se deriva el primer producto financiero derivado (que participa en el juego de la Bolsa, se bursatiliza); y del primer producto derivado se origina otro segundo producto derivado al comprar el primero (y también juega en Bolsa) y así sucesivamente.
Cuando las familias estadounidenses dejan de pagar sus compromisos hipotecarios se produce una reacción en cadena, provocando pérdidas crecientes en los poseedores de los productos derivados, tipo MBS.
Se calcula que más de tres millones de hogares norteamericanos endeudados con 300.000 millones de dólares, al menos, han tenido problemas para cubrir las obligaciones mensuales de sus hipotecas.
Por ello, a partir de la crisis hipotecaria, los bancos estadounidenses, en 2007, tienen serios problemas. Citigroup, el mayor banco de EEUU, tiene pérdidas de casi 10.000 millones de dólares en el sector hipotecario y parecidos problemas tienen Merrill Lynch y el Banco de Améri- ca. Y en marzo 2008, el banco de inversiones Carlyle Capital está quebrado por no poder cubrir pagos por 16.000 millones de dólares dadas las deudas con-traídas por diversos tipos de títulos (entre ellos hipotecas de alto riesgo). Y en marzo, también, ha estado a punto de quebrar Bear Stearns, uno de los bancos más grandes del mundo, bajando el valor de la acción de 170 dólares a 2, siendo comprado finalmente por la banca J.P. Morgan. Bear Stearns era el inversionista número uno en bonos respaldados por diversos tipos de hipotecas (también muchas de ellas de alto riesgo).
Junto a la crisis hipotecaria actual hay que considerar también el empuje que ha recibido el consumo en base al crédito barato (en 2003, el tipo de interés era del 1%) con el consiguiente endeudamiento de las familias. Con el aumento del consumo crecen las importaciones, especialmente las de precios baratos (provenientes sobre todo de China).
Pero a los pocos años aumenta la inflación y ante ella la Reserva Federal (Fed) sube las tasas de interés, pasando en poco tiempo del 1% al 5,25%. Además de los efectos señalados de la crisis hipotecaria, aumentan los impagos de diversas formas de crédito al consumo.
También se produce la crisis del mercado hipotecario comercial. Asimismo 500.000 millones de dólares se encuentran atascados en los bancos por préstamos para compras de empresas cuyos títulos no pueden ser vendidos en el mercado al valor original.
Es en este escenario donde hay que situar las actuaciones de las autoridades norteamericanas. Por una parte, la Fed, desde el segundo semestre de 2007, está inyectando cerca de cien mil millones de dólares para que los bancos privados puedan hacer frente a problemas de liquidez ( entregar dinero) derivados de las hipotecas.
En marzo de 2008, la Fed ha anunciado una inyección suplementaria de 200.000 millones de dólares para proporcionar liquidez al mercado de créditos. Por otra parte, desde el otoño de 2007 (cuando explotó el problema de las hipotecas de alto riesgo) la Fed ha ido reduciendo los tipos de interés, estando en 2,25% en marzo de 2008.
El pasado 1 de abril se ha publicado la decisión del Gobierno Bush de plantear un paquete de reformas para regular el sector financiero dando mayores poderes a la Fed.
Las enormes inyecciones de dólares ¿solventan los problemas bancarios? Lo que hace la Fed es proporcionar liquidez (dinero) para sacar del mercado los productos de alto riesgo que, al circular con nula transparencia, paralizan la actividad bancaria. Lo que está haciendo, como acción «salvadora», es asumir el riesgo financiero que los bancos privados no asumen, pero no está claro que de esa manera vaya a evitar que los bancos privados sigan realizando operaciones financieras de cierto riesgo, dado que se ha sustituido el «riesgo bancario» por el «riesgo del Estado».
Es significativo que la «inyección» de dinero público no significa que no haya dinero en el mercado, sino que los bancos no se prestan entre ellos temiendo que la garantía recibida (a cambio de un préstamo) vaya «contaminada» de un riesgo alto.
El Estado, con dichas «inyecciones», no interviene para liquidar los activos irrealizables de los bancos, sino para gestionarlos «mejor», es decir, estará obligado a comprometer cada vez más fondos o a tolerar mayores deudas. La Fed se hace cargo de los activos desvalorizados de los bancos en lugar de comprar títulos públicos. De este modo va acumulando los créditos incobrables (como si fuera una «casa de empeños»)
Y si los bancos no se prestan dinero, la crisis terminará afectando no sólo a los bancos sino a los industriales, a los empresarios, a los consumidores...., que es lo que está sucediendo.
Se ha ido evolucionando de una crisis hipotecaria, hacia una crisis bancaria, hacia una crisis financiera y, finalmente, se ha abocado a una recesión económica amplia. Además del sector de la Cons- trucción y de las inmobiliarias, otras actividades económicas, basadas en el crédito barato, se han visto afectadas.
Hay que recordar que los productos baratos chinos, entre otros, son un componente esencial de este modelo de consumo. El 60% de las exportaciones de China e India van a los mercados de EEUU, UE y Japón. Es decir, la recesión económica de EEUU y UE también influye en las economías de China e India.
Es cierto que el desarrollo de los mercados internos de China e India posibilita cierta capacidad de absorción de sus producciones, pero no hay que olvidar que son países exportadores primordialmente. Por ello, no son «motores» de la economía mundial.