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La denuncia del pintor Guayasamín vuelve a EEUU medio siglo después

GARA | WASHINGTON

Ls rostros agónicos que caracterizan la obra del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1919-1999) se exhiben en Washington tras medio siglo de ausencia de EEUU, en una retrospectiva repleta de denuncias de la tortura y el dolor humano. También de la responsabilidad directa de los gobiernos de la Casa Blanca en ese dolor, sin duda una de las razones que explican por qué Guayasamín, «la mirada indígena de América Latina, ha estado hasta ahora prácticamente ausente del circuito del arte en el país.

Ese medio siglo de ausencia se rompe ahora con una muestra inaugurada en el Museo de Arte de la OEA en Washington, constituida por algunos de sus cuadros más poderos, y que, a lo largo de 2009, llegará a otros puntos de Estados Unidos.

Hace 53 años, las paredes de este mismo museo colgaron las obras de un joven mestizo que ya entonces estaba conmovido por la experiencia de opresión de los indígenas. De esa época datan «La madre y el niño», en la que una mujer gris de pechos exhaustos carga a un hijo marcado de costillas, o «Niños muertos número 11», representación de la guerra civil que engulló a Ecuador en 1932 y que Guayasamín, un niño todavía, vivió en primera persona. «Aquellas experiencias marcaron la preocupación por la justicia social que le acompañaría durante el resto de su vida», destaca Joseph Mella, comisario de la muestra.

La denuncia de las atrocidades que unos seres humanos infligen a otros se manifiesta en particular en su segunda época, desde la década de 1960, en la que el artista adoptó un tono más político en los temas y estilís- ticamente abandonó las ataduras que lo venían ligando al muralismo mexicano. Bajo la influencia de Pablo Picasso, el ecuatoriano limitó su paleta a un puñado de colores y su pincel a trazos simples para dar fuerza a «lo principal». Esa época queda ilustrada en la exposición por «Reunión en el Pentágono III», donde «lo principal» son los ojos aviesos y extraños de una figura casi sobrehumana, con sangre en los labios, que, junto a otros gerifaltes en los otros cuadros de la serie, desatan el dolor en los inocentes.

«Los torturados»

«Era un período difícil en la historia de América Latina y Guayasamín creía que EEUU era cómplice en los abusos a los derechos humanos», dice Mella. En ese sentido, quizá la obra más sobrecogedora de la muestra es «Los torturados», en cuyo panel central sufre un hombre que recuerda a un Cristo. Es el cantante chileno Víctor Jara, torturado y asesinado como otros tantos miles por las fuerzas del golpista Augusto Pinochet.

Ese tipo de denuncias, junto con sus posiciones políticas de izquierda y su amistad con líderes como Fidel Castro, a quien retrató en varias ocasiones, explican en buena medida que Guayasamín no haya disfrutado de gran predicamento en EEUU.

En los últimos años de su vida, el artista volvió a plasmar en sus lienzos el contacto entre la madre y el hijo, pero no en gris, como en su juventud, sino en tonos cálidos. Él mismo definió esa etapa de su obra como «La ternura». «Acabó sus días lleno de luz, pintando cuadros que transmiten un sentimiento de redención, en los que los seres humanos demuestran su capacidad no sólo para el mal, sino también para la compasión», señala Mella.

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