Michel Schneider busca «el auténtico rostro de Marilyn» a través del psicoanálisis
GARA | MADRID
«Últimas sesiones con Marilyn» es el título de un libro a través del cual el francés Michel Schneider intenta «rehabilitar el verdadero rostro» de Marilyn Monroe reconstruyendo al mito en los momentos en los que más inerme se encontraba, durante sus encuentros con su último psicoanalista.
Norma Jean Baker, la niña que sufría de constante abandono, se inventó una máscara, la de Marilyn Monroe, para lograr ser amada, un disfraz que se volvió en su contra al convertirla en un ilusorio objeto de deseo de fragilidad extrema y virtudes ignoradas que no pudo huir de un trágico final.
A medio camino entre la novela y el ensayo, «Últimas sesiones con Marilyn» (Alfaguara) retrata la compleja relación entre la actriz y su psicoanalista Ralph Greenson, «relación que sobrepasó todos los códigos deontológicos, hasta convertirse para ella en una dependencia psicológica y emocional», explica Schneider.
El autor del libro, también psicoanalista, ha imaginado lo que se dijo en aquellas sesiones a partir de la anotaciones que Greenson obligaba a tomar a Marilyn -como hacía con todos sus pacientes-, de las declaraciones más íntimas que la estrella hizo a la prensa o de los artículos que el psicoanalista publicó tras la extraña muerte de la actriz.
«La irreparable sensación de abandono que le causó la ausencia de su madre desde los primeros momentos de su vida obligaron a Marilyn a querer existir a través de la mirada de los otros; su máxima ilusión era existir para alguien", dice el autor. Y es que la razón por la que Marilyn sigue fascinando a jóvenes y mujeres, más allá de ser objeto de deseo masculino, es, en opinión del escritor, «que en ella confluye una encrucijada de varios mitos: la mujer de tremenda belleza pero mal querida, la de la celebridad con muerte trágica y la de la persona que logra el éxito a pesar de una infancia tortuosa».
Monroe llegó a Greenson a través de la recomendación de un colega que, sin dar nombres, le dijo que le enviaba un caso especialmente difícil, el de «una mujer en crisis total, con peligro de autodestrucción por el abuso de drogas y medicamentos; bajo una ansiedad paroxística y que revela una personalidad frágil».
Psiquiatra y representante
«Para hablar con Marilyn no era necesario llamar a su secretaria, ni a su agente, ni a su abogado. Se llamaba a su psiquiatra», llegó a afirmar George Cukor. Greenson terminó convirtiéndose en una especie de agente para ella. Pagado por los estudios, se encargaba de mantener a la estrella preparada para los rodajes. En algunos momentos, ella fue su única cliente, con la que hablaba varias veces al día, aunque fuera de noche, y a la que llegó a integrar en su vida familiar. La relación entre paciente y médico era tan estrecha -«Él cometió el error de querer ser su protector, su Pigmalión», comenta Schneider- que se llegó a insinuar la posible implicación de Greenson en la muerte de la actriz, y demuestra que la fascinación que Norma Jean podía ejercer sobre un hombre era igual o superior a la que suscitaba Marilyn Monroe ante las cámaras.