Raimundo Fitero
A trompicones
Hasta llegar a la primera gala de OT, se ha confirmado que los castings se han convertido en un género que en ocasiones tiene más interés que el propio concurso. Risto Mejide, es un integrado. O sea, sin tanta máscara ni misterio, se muestra como lo que es: un pijo, faltón y hortera. Seleccionando personal dice las tonterías más finas del panorama concurseril. Ya no sabe ni ponerse de lado en la silla. Dentro de poco lo veremos representando a los ganadores. Bueno, estos son latigazos, abruptos mensajes sacados a trompicones. Como es el género de los castings. Montaje, montaje y un poco más de montaje siempre procurando sacar la parte más insidiosa, vergonzante o ridícula de algunos participantes frente a escenas de alegría fuera de lo razonable de los elegidos.
Pero los lunes son días de retos eternos para las generalistas. Tele 5 les tiene copados los grandes números y toda apuesta que se quiera medir con «CSI», especialmente el de Las Vegas, está condenada al fracaso, o a mantenerse en unos parámetros meramente de salvación. La primera estatal con sus desvaríos constantes en su programación ofreció una serie con Pepe Sancho de protagonista que pretende ser concienciadora y da un poco de risa por la poca verdad que demuestra en todos los planos y contraplanos. La intención de «Plan América» probablemente sea muy buena, pero en su primera entrega nos dejó algo más que insatisfechos. Yo no apostaría por ella, aunque tenga todo el beneficio y todas las dudas.
Ha vuelto a la pantalla de Antena3 «La familia Mata», uno de esos productos de costumbrismo vecinal, donde el humor es chocarrero, las interpretaciones superficiales, los guiones cosidos con alfileres pero que buscan colocar chistes y chistes, la mayoría de ellos muy malos, con situaciones muy forzadas y generalmente muy mal resueltas, pero que, precisamente por todo ello, es más que posible que tenga asegurada su supervivencia en la parrilla, ya que existe un tipo de telespectador que prefiere estas simplezas a otras opciones de mayor entidad. Y esto sucede en todos los territorios con señal televisiva, privada o pública. Y a trompicones nos vamos sin señalar a nadie.