La última jornada ha vuelto a dejar en evidencia la mediocridad en la que está inmersa la Liga. Sobre todo por la parte de arriba, que parece haberse convertido en una carrera entre torpes. Los equipos de mayor nombre ofrecen más dudas que juego. Por no decir que algunos proyectos están cosechando fracasos sonrojantes.

En verano se podía vislumbrar que siete conjuntos estaban por encima del resto. A mi juicio, en este orden por presupuesto y potencial de la plantilla: Barcelona, Real Madrid, Sevilla, Valencia, Atlético, Zaragoza y Villarreal. Este último es el único que ha superado sus expectativas, el resto está fallando salvo Real Madrid y Atlético, que con apuros, pueden decir que están cumpliendo los mínimos al ser líderes y ocupar puestos de Champions.

La situación del Zaragoza es la más incomprensible por la talla y bagaje de sus jugadores. A pesar de ello, parecen abocados a Segunda. Si se consuma el descenso, las «estrellas» abandonarán el club sin mirar atrás. Es lo que tiene funcionar a base de talonario. Barcelona y Valencia son otros dos ejemplos de que el dinero no compra los resultados.

Aunque les queda la posibilidad de salvar los muebles con la Champions y la Copa, sus seguidores han manifestado que no saben perder y que no aceptan las derrotas ni las malas rachas. El pasado no importa y se buscan culpables donde sea. En el campo, en la grada o en el banquillo.

Los equipos y aficionados vascos debemos tomar buena nota de estas situaciones para no caer en los mismos errores. En los momentos más duros, el compromiso de los jugadores de casa es lo primordial para salir adelante, pero sobre todo, lo importante es mantener la cordura y la humildad. Aunque parezca obvio, el fútbol es un deporte en el que a veces se gana y otras se pierde. Y nada garantiza los resultados.