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Woods encarga su quinta chaqueta en Augusta y Olazabal llega verde

Tiger Woods amenaza seriamente el reinado de Jack Nicklaus y una victoria en Augusta, el torneo de las tradiciones, le permitiría además un nuevo asalto a ese Grand Slam inédito. Llega en forma, al contrario que Olazabal, propietario de dos chaquetas verdes, y en un momento difícil.

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Miren SÁENZ

Augusta National, el club más exclusivo, será desde mañana centro de atención para los aficionados al golf. El Masters, el torno de las tradiciones que se juega en el campo de las magnolias y las azaleas y el único de los majors que año tras año mantiene una sede fija, ocupa la segunda semana de abril porque aunque la competición se inicie mañana, los protocolos duran toda la semana. Cadillac blancos para los jugadores, caddies ataviados con un mono del mismo color, entrenamientos y costumbres como la cena de los campeones con la que el vigente campeón, en este caso Zach Johnson, agasajó ayer al resto de ganadores.

Cómo en las carreras populares, al vencedor del año pasado se le adjudica el número 1 -los demás participantes se inscriben por orden de llegada-, pero es la única similitud con el torneo georgiano cuyo principal símbolo es la chaqueta verde, la prenda que el último vencedor ayuda a ponerse al nuevo campeón y al que se permite llevársela durante un año. Después vuelve a los armarios del club, el único lugar donde los socios pueden vestirla.

¿A quién le pondrá la chaqueta verde Zach Johnson? La respuesta se conocerá el domingo en Estados Unidos y en la madrugada del lunes en Euskal Herria, pero las casas de apuestas apuntan al de siempre, a Tiger Woods. Llega con una tarjeta de presentación casi impecable: siete victorias de ocho. Con 32 años atesora 64 triunfos -entre ellos 13 «Grandes»- y para El Tigre alcanzar los 18 del Oso Dorado, Jack Nicklaus, es sólo cuestión de tiempo. Cuatro victorias en el Másters, otras cuatro en el PGA, tres Open Británicos y dos US Open demuestran que no se le resiste ningún grande. Su irrupción en el circuito profesional cambió unas cuantas cosas y el golf se volvió más deporte y menos entretenimiento cuando los jugadores se percataron de la importancia del gimnasio y otras costumbres deportivas para mejorar el muestrario de golpes.

Hasta su consolidación en el circuito se consideraba imposible completar el Grand Slam -ganar los cuatro grandes en un mismo año-, pero Woods los encandenó entre la temporada 2000 -US Open, Open Británico y PGA- y 2001 -Masters- y moralmente se sintió pionero aunque su gesta no fue aceptada por los puristas porque pese a adjudicarse los cuatro majors de forma consecutiva sólo tres se produjeron en el mismo año. Así que más que cuestión de talento parece cuestión de suerte. Hijo de un boina verde que combatió en Vietnam, sus padres le educaron para ser competitivo y el niño que con dos años ya le daba a la bola creció para superar todos los récords en un deporte en el que la oportunidad del resto pasa porque Woods tenga un mal día.

En Augusta dejó pronto su impronta. En 1997, con 21 años y 104 días, se convirtió en el vencedor más joven de la historia, título obtenido con el margen de victoria más amplio, doce golpes. Woods, emparejado con Arnold Palmer con cuatro triunfos, quiere acercarse a Nicklaus (6). Pese a estar considerado el major que mejor se les da a los europeos, de los tres que se celebran en terriorio estadounidense, el dominio local es aplastante. El torneo se celebra desde 1934, aunque las ediciones de 1943, 44 y 45 interrumpieron su trayectoria por la Segunda Guerra Mundial. Las victorias caseras se han producido en 55 ediciones.

Olazabal, con poco rodaje

El último campeón europeo fue José María Olazabal en 1999, cinco años después de enfundarse su primera chaqueta verde. El segundo triunfo tuvo más valor para el hondarribiarra que el primero porque enfermo llegó a pensar que nunca volvería a jugar.

Años después han vuelto los fantasmas en forma de espondiloartropatía indiferenciada, una enfermedad de causa desconocida y con incidencia en los tendones que le condenó a la inactividad. A las puertas de Augusta, el mejor jugador vasco de la historia decidió probarse en el Open de Andalucía. Llevaba siete meses sin disputar un torneo. Después voló a Houston, donde el domingo concluyó el vigesimosexto.

Perdido en la clasificación mundial, se acaba de estrenar en competición y su estado de forma no es el más indicado para afrontar grandes retos. Pero Olazabal conoce el recorrido al milímetro y su invitación de por vida le permitirá asistir al 50 cumpleaños del Amen Corner. Y es que es uno de los lugares míticos del golf, que incluye el green del hoyo 11, el par 3 del hoyo 12, y la salida del hoyo 13, está de aniversario y el hondarribiarra, un luchador, no quería perdérselo.

 

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