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El cambio climático

Ya no toca a la puerta, directamente entra en casa

El cambio climático está dejando de ser una eventual amenaza, para convertirse ya en un peligro real y palpable. Organizaciones mundiales alertan de que la adopción de medidas no puede demorarse por más tiempo, porque miles de personas están perdiendo la vida y cientos de miles están enfermando por causas relacionadas directamente con el calentamiento global.

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Alexis OKEOWO | (AFP)

La Organización Mundial de la Salud (OMS) requirió el pasado lunes que se adopten medidas urgentes para luchar contra el calentamiento climático, cuyas consecuencias para la salud humana han comenzado a hacerse sentir. «Ya no puede haber dudas sobre la realidad del cambio climático. Sus efectos son ya sensibles», declaró la directora general de la OMS, Margaret Chan, en una rueda de prensa con motivo del Día Mundial de la Salud. «Es necesaria una acción urgente para minimizar el impacto del cambio climático en las próximas décadas», insistió.

El mismo día, como recogían distinas agencias, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, alertaba del calentamiento global y sus efectos, como el aumento de las temperaturas del aire y del mar y las pautas extremas detectadas en la meteorología, poniendo en peligro no sólo el planeta, sino también planteando una gran amenaza a la salud de las personas.

La subida del mercurio mata en olas de calor o suscitando catástrofes cada vez más frecuentes como inundaciones, tifones, ciclones y sequías. Estos fenómenos implican, a su vez, un deterioro de la calidad del agua, favoreciendo la aparición de enfermedades diarreicas. Asimismo, el aumento de las lluvias y de la temperatura tiene un impacto notable en el desarrollo de enfermedades tropicales, como el dengue o el paludismo, que se contagian por medio de los mosquitos.

La OMS hizo del cambio climático el tema del Día Mundial de la Salud, que coincidió este año con el 60º aniversario de la organización. En este contexto, la directora general de la OMS indicó que pondrá el tema sobre la mesa de la reunión del G-8 que se celebrarán en mayo en Japón. «La OMS quiere llamar la atención de los líderes políticos sobre datos del sector de la salud (...) que les ayudarán a tomar conciencia de lo que está en juego», explicó Chan.

«El calentamiento afecta en particular a los países en vías de desarrollo, como el África subsahariana», destacó, recordando que las recientes inundaciones en Angola causaron un rebrote del cólera. Pero es que todos los países del mundo están expuestos; por ejemplo, los casos de infecciones por el virus del Nilo occidental han aumentado de manera exponencial en Estados Unidos y Canadá desde 1999, ya que el clima más caliente permite a los mosquitos, vector de la infección, multiplicarse. Por su parte, David Hayman, director general adjunto de la OMS para la seguridad sanitaria y el medio ambiente, subrayó el agravamiento de la situación durante los diez últimos años en el «cinturón de la meningitis» en el África subsahariana, debido en parte a las sequías cada vez más graves que favorecen la transmisión de la enfermedad.

No es un tema nuevo, hace ya tres años la OMS había constatado que el calentamiento climático era la causa de 150.000 muertes y cinco millones de enfermos cada año, debido a olas de calor o catástrofes naturales. Según un informe publicado en octubre en el contexto de la conferencia anual de los pediatras americanos, las niñas y niños son especialmente vulnerables a causa de una mayor incidencia del asma y las enfermedades respiratorias en este sector de la población.

Casos extremos en Uganda

La constatación de esos datos alarmantes queda de manifiesto en el reportaje de Alexis Okeowo para la agencia France-Presse sobre lo que está ocurriendo en el centro de África. Pese a estar acostumbrados a los riesgos climáticos, los ganaderos seminómadas de la región árida de Karamoja, en Uganda, ven su modo de vida amenazado en el futuro por la repetición de las sequías, cuya frecuencia se achaca al calentamiento del planeta.

La región Karamoja, en el noreste del país, hace frente a periodos de sequía desde los años 60, a razón de uno cada cinco o diez años. Pero desde 2000, el fenómeno se ha acelerado y agravado. Esta región de un millón de habitantes, con infraestructuras casi inexistentes y desprovista de un sistema eficaz de riego, se enfrenta a una sequía que dura ya dos años y, como consecuencia directa, a la ausencia de cualquier cosecha.

«El cambio climático tiene un impacto muy fuerte aquí; la región Karamoja está ahora en una situación urgente», comenta con preocupación Alix Loriston, directora adjunta del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas. Ésta no es la única región del país que sufre las consecuencias del cambio climático: las inundaciones del otoño de 2007, según los expertos, dejaron en la calle a 400.000 personas y destruyeron las cosechas. Pero la comunidad karamojong, olvidada por el poder central, dañada por la inseguridad y por las razzias sobre el ganado entre sus distintos clanes, paga un pesado tributo. Los indicadores humanitarios o de desarrollo -acceso a la educación, agua potable, higiene básica- son los más bajos de Uganda. Y alrededor de dos tercios de la población dependen de la ayuda alimentaria internacional.

En el centro de salud de Saint-Kizito, hileras de camas acogen a niños y niñas bajo la mirada maternal de las siluetas apoyadas en las estructuras metálicas de sus camas. Aquí se trata diariamente a, aproximadamente, 350 niñas y niños que sufren de desnutrición severa, según informan los responsables del centro. «La cosecha se recoge una vez al año, normalmente, durante la temporada de las lluvias -explica uno de los médicos, James Lemukol-. Pera el resto del año, es seco».

No muy lejos de allí, sentada a la sombra de un árbol, Ellen Moru está esperando a la lluvia. «Hace dos años que no hemos tenido cosecha. Si las lluvias vienen este año, quizá tendremos una. Si no, la situación será peor», comenta esta madre de cuatro niños que alimenta a su familia con verduras y frutas.

Responsables locales señalan que, para sobrevivir, los habitantes de la zona no tienen más que el agua, el alcohol local, frutas silvestres e, incluso, a veces de hormigas y ratas. «La gente vive día a día», resume Chuna Kapolon, un político de la etnia karamojong.

El PMA tenía previsto distribuir en los próximos meses comida para 300.000 personas, pero indicó que carecía de financiación para llegar a más damnificados.

La rarefacción de las cosechas, el agua y los pastos contribuye, por otro lado, a atizar los conflictos vinculados a la principal riqueza, el ganado, en una región donde Human Rights Watch estima en 30.000 el número de armas en circulación.

 
La crisis ya está aquí

El calentamiento climático ya ha sumido al planeta en la crisis, y el sector energético intenta ocultar al público la amplitud de la misma, según considera el principal especialista de la NASA sobre el clima, James Hansen. «Las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera ya alcanzaron un nivel peligroso», 385 partículas por millón, lo que representa un «punto crítico», explica Hansen, quien, a sus 67 años, dirige el Instituto Goddard de estudios espaciales de la NASA en Nueva York. «Pero existen medios de solucionar el problema» de los gases de efecto invernadero, afirma en un artículo publicado el pasado lunes en la revista «Science», en el que propone poner fuera de servicio, de aquí a 2030, todas las centrales de carbón y a gravar sus emisiones hasta entonces. Llama también a prohibir la construcción de nuevas centrales si éstas no prevén sistemas para «encarcelar» sus emisiones de dióxido de carbono.

El principal obstáculo para salvar el planeta no es de carácter tecnológico, afirma este científico, colocado en 2006 entre las 100 personas más influyentes del mundo por la revista «Time». «El problema es que un 90% de la energía es producida por recursos fósiles. Y es un negocio tan enorme que infiltró a nuestro Gobierno -comenta-. He observado claramente durante estos últimos años que tanto el poder ejecutivo como el poder legislativo están influidos por los intereses específicos» del sector energético de los fósiles.

Ahora bien, «la industria induce a error al público y a los responsables políticos sobre las causas del cambio climático». «Igual que hicieron los fabricantes de cigarrillos: sabían que fumar causa el cáncer, pero contrataron científicos para afirmar lo contrario».

Por consiguiente, «nuestra mejor oportunidad, es el poder judicial», asevera. Durante una audiencia ante el Congreso estadounidense, Hansen denunció las interferencias que impedían que la información científica se trasladara a la opinión pública tras la llegada al poder de la Administración Bush. «Los responsables de relaciones públicas del Gobierno -explicó entonces- filtran los hechos científicos para reducir, en la conciencia del público, los vínculos de causalidad entre el cambio climático y las emisiones humanas de gases de efecto invernadero».

Reconociendo que, al intervenir en la esfera política, se sale del clásico papel atribuido a los científicos, Hansen se justifica reiterando que «en este caso concreto estamos en plena crisis». A su modo de ver, los responsables políticos, los que deberían estar informados, «ignoran el estado actual del problema, su gravedad y, sobre todo, su urgencia». Por ello, se ve en una situación «similar a la de un ingeniero que detecta un defecto en el cohete espacial antes de su lanzamiento... no puede elegir, debe decir algo. Eso -añade- es exactamente lo que hago».

James Hansen fue entrevistado por la agencia France-Presse en la ciudad de Wilmington (Estado de Delaware, EEUU), donde ha recibido el Common Wealth Award, un premio dotado con 50.000 dólares y que fue instaurado por Ralph Hayes, un antiguo director de la empresa Coca Cola y del Banco de Delaware. Este galardón, que se otorga desde hace 29 años, ha recaído también, entre otras personalidades, en el antiguo secretario de Estado de EEUU Henry Kissinger, el oceanógrafo francés Jacques-Yves Cousteau o el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Rita FARREL (AFP)

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