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Sin suficiente valentía como para adaptar el progreso a la salud

En plena ofensiva política de apoyo a los negocios de Petronor, Josep Ferrís i Tortajada, especialista en salud medioambiental pediátrica, considera triste que la compañía y los políticos «no sean lo suficientemente valientes» como para adaptar el progreso a la salud.

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Kepa PETRALANDA

Era información privilegiada. Cuando comenzó el derribo de cuatro tanques de combustible de la refinería de Petronor en Muskiz, una reivindicación largamente planteada por al menos parte de la población de este municipio y de la comarca, muy pocos conocían los verdaderos planes de futuro para ese solar: una planta de coque que resultaría de la eliminación de los residuos que genera la pretroquímica, a ubicar junto a las antiguas torres de refrigeración, cerca del barrio de San Julián, sobre una superficie total de 15,7 hectáreas. A esta inversión, calculada en alrededor de 750 millones de euros, ha llegado a vincular Petronor, filial de RepsolYPF, la viabilidad futura de la actual refinería de Muskiz, asentada en el humedal de la desembocadura del Barbadun.

El coque es utilizado, sobre todo, por cementeras, constructoras y centrales térmicas convencionales y su presencia en el mercado ha conocido un notable incremento. Algunas fuentes cifran en un 80% el porcentaje de coque que la industria del Estado español importa en la actualidad.

El doctor Josep Ferrís i Tortajada lo tiene muy claro. «La salud no tiene precio», sostiene al ser cuestionado acerca de argumentaciones favorables al proyecto de la nueva planta de coque, relacionadas con la eventual riqueza económica que iría emparejada al crecimiento de la refinería, la anunciada creación de nuevos puestos de trabajo o la utilización de tecnología punta al objeto de minimizar los impactos ambientales.

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Valencia en los 60, especialista MIR en Pediatría con dedicación exclusiva en Oncología Pediátrica hasta hace ocho años y dedicado también profesionalmente a la salud medioambiental pediátrica, considera conveniente que Petronor y los responsables políticos, en general, desde los ayuntamientos a los gobiernos, «trasladaran progresivamente sus actuales y futuras instalaciones, como la planta de coque, lo más lejos posible de las residencias urbanas. A mayor distancia de las fuentes emisoras, menor concentración de los contaminantes y mayor calidad del aire», añade.

Pero, en palabras de este especialista en salud medioambiental pediátrica que participó el sábado, por invitación de la Coordinadora anti-Coke, en una charla celebrada en Muskiz bajo el título «Refinerías de petróleo, coque y salud humana», la realidad apunta en la dirección contraria. «Lo triste es que ni los accionistas y gerentes de Petronor ni las autoridades sean lo suficientemente valientes para adaptar el progreso a los conceptos del desarrolllo sostenible, al principio de precaución y, sobre todo, a la defensa de la salud de las personas».

Petronor adelantó al hacer público su nuevo proyecto que incorporará «las mejores tecnologías para garantizar un funcionamiento seguro y respetuoso con el medio ambiente», aunque admitió, a renglón seguido, que la planta exigirá la construcción de tres chimeneas metálicas de 60 metros de altura y una nueva subestación eléctrica de 132 kilovoltios. Además, mientras no se demuestre lo contario, al ser el coque que se pretende producir en Muskiz un derivado del petróleo, generaría contaminantes como partículas, CO2, NOx, SO2, CO, hidrocarburos policíclicos aromáticos y compuestos orgánicos volátiles.

Desde dermatitis a riesgo de cáncer

Refiere Ferrís i Tortajada que «por los contaminantes atmosféricos que emiten, estas plantas empeoran la calidad del aire y producen efectos adversos en la salud de las personas que no trabajan en dichas instalaciones. Las repercusiones negativas sobre la salud humana a corto, medio y largo plazo abarcan un abanico de enfermedades, desde leves y poco importantes como conjuntivitis, rinitis, faringitis, cefaleas, o dermatitis, pasando por moderadas como sinusitis crónicas, bronquitis y neumonías, y también graves y potencialmente mortales como crisis asmática severa, enfisema broncopul-monar, enfermedad pulmonar obstructi- va crónica, insuficiencia cardiaca, enfer- medades coronarias e incremento del riesgo de cáncer».

Las refinerías de petróleo instaladas en el Estado español tienen como objetivo prioritario, establecido por el Ministerio de Medio Ambiente, reducir los contaminantes que emiten a la atmósfera y a las aguas. «Todas ellas llevan varias décadas de funcionamiento, mientras que los efectos adversos en la salud humana para las personas no expuestas profesional o laboralmente se han relacionado y asociado durante los últimos años», valora este miembro fundador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría.

Tal y como expresa Ferrís i Tortajada, en el contexto de su presencia como ponente invitado por la Coordinadora anti-Coke, «mientras se desconocían los efectos adversos en la salud ha existido una permisividad y coexistencia positiva por constituir una fuente de trabajo y desarrollo económico local y regional, pero cada vez existe una mayor conciencia y preocupación popular, entre todos los estamentos sociales, para reducir su exposición a los contaminantes atmosféricos generados por dichas instalaciones industriales».

No parece afrontar la misma línea de análisis el Colegio de Químicos de la CAV, que ha dado recientemente su aval al proyecto de Petronor, una instalación que, según sostiene el colegio profesional, «aplica las mejores tecnologías existentes, tanto desde el punto de vista económico como medioambiental». Argumenta el Colegio de Químicos que la planta de coque no supone «una variación significativa de la incidencia ambiental de las instalaciones existentes» y avala el tratamiento del fuel para convertirlo en coque, un producto de «amplia demanda y más respetuoso» con la naturaleza.

En el marco de la «sostenibilidad»

Al hacer público su aval, este Colegio dijo haberse sentido en la obligación de aportar «datos científicos» al debate suscitado sobre el proyecto de Petronor, que define como una «iniciativa equilibrada en el marco del desarrollo sostenible», aunque no dudó en afirmar que la inversión garantiza «el futuro de una instalación clave para la vida económica y social» de la comarca y de Bizkaia.

Ferrís i Tortajada cree indudable que la revolución industrial generó ventajas «entre las que destaca el desarrollo económico, pero por la progresiva e imparable contaminación atmosférica y sus efectos adversos en la salud humana, las directrices actuales de organismos internacionales como Programa Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Organización Mundial de la Salud, World Bank o Unión Europea caminan hacia el desarrollo sostenible, definido como la capacidad productiva que satisface las necesidades del presente sin hipotecar o sacrificar a las generaciones actuales y futuras».

Aclara al respecto el médico que este concepto tan manido en la actualidad «está basado en la creación y desarrollo de actividades industriales, tareas o servicios que usen sistemas y procesos no contaminantes; utilizando y conservando fuentes energéti- cas naturales; económicamente eficientes; saludables y seguras para los trabajadores, consumidores y entorno comunitario; y socialmente creativas para la satisfacción y realización personal y profesional de todos los trabajadores».

De vuelta al ámbito en el que Josep Ferrís i Tortajada puede ofrecer mayor información constrastada, al ser preguntado acerca de su denuncia de que la población infantil es especialmente vulnerable a los contaminantes medioambientales, confirma que los más pequeños conforman un sector que «es la gran olvidada y silenciada, entre otras cosas, porque no tienen ni voz ni voto, ni abogados de oficio en los temas medioambientales. Pagan un precio muy elevado con la contaminación ambiental. No obstante, existen otros colectivos que también pagan un peaje muy elevado en su salud, como las mujeres embarazadas, personas de la tercera edad y aquellas convalecientes de enfermedades graves y enfermos crónicos, especialmente con patologías broncopulmonares y cardiovasculares».

En estas claves, todo aquello de medidas correctoras, controles exhaustivos y últimas tecnologías no suena demasiado creíble. Otros, por el contrario, optan por el respaldo sin fisuras, en base a los puestos de trabajo que se generarían o a los impuestos que estas compañías supuestamente pagan. Todo es cuestión de prioridades.

Más voluntad que medios para informar alos vecinos

En un desigual combate, los integrantes de la Plataforma anti-Coke se las ven y desean para contrarrestar la influencia y los medios con que cuenta Petronor, incluida la pleitesía con la que los grandes partidos afrontan una estrategia dirigida a cualquier cosa menos a la salvaguarda de la salud pública.

La aprobación en Muskiz de la moción por la que se denegaba tramitar cualquier licencia, ni dar los permisos que en futuro pudiera solicitar Petronor para su planta de coque, a ubicar en terrenos de la actual refinería que ocupa desde hace décadas en las marismas de la desembocadura del Barbadun, espoleó la iniciativa vecinal: una marcha, charlas informativas, participación en los carnavales y 7.000 alegaciones al proyecto. Éste es el balance de la iniciativa desarrollada por personas, vecinos, cuyo objetivo no ha sido otro que informar e intentar sacar a la luz los «chanchullos».

Arriman el hombro frente a los poderosos, algo con tradición en Euskal Herria y que suele abocar a encontrarse con sorpresas. Repsol dice que no han aceptado, «pese a la reiterada insistencia», participar en una visita a una planta de coque en Budapest, a la que acudirán políticos, periodistas y comité de empresa de Petronor. La Plataforma niega este extremo. Dicen, simplemente, que lo decidirán el lunes, día en que pueden reunirse. No son profesionales de esto. K. P.

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