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Mi cuerpo es mío

Aborrezco la intromisión del Estado en mi intimidad. Le niego el derecho de que «por mi bien» me prohíba hacer cosas que sólo repercuten en mí. Creo firmemente que cualquier persona mayor de edad y en pleno uso de sus facultades mentales tiene derecho a suicidarse o a convertirse en adicta al tabaco o la cocaína. Es decir, que sobre lo que haga o me meta en mi cuerpo, no le concedo ningún derecho.

Esta afirmación puede parecer estar en contradicción con criticar al Ministerio de Sanidad español por haber permitido la comercialización del adelgazante «Depuralina», producto dirigido especialmente a mujeres y que se vende en herbolarios, farmacias y centros de dietética. Pues creo que no, porque Sanidad -hasta que Portugal no ha alertado de cinco casos de enfermedades graves por tomarla- ni se ha enterado de que la «Depuralina» no estaba registrada ni como medicamento ni como complemento a la dieta, y eso que la publicitan con una campaña en todos los medios. Por eso el Ministerio se merece la crítica y, además, por partida doble: por no haber controlado un producto que se vende como si fuera un medicamento, y porque en el Estado español está prohibido hacer publicidad de productos adelgazantes. Dos cuestiones de su competencia.

Sin embargo, tanto el Ministerio como los departamentos de Sanidad de las autonomías -con la honrosa excepción de la Generalitat de Catalunya- se oponen a facilitar cannabis a personas gravemente enfermas, a pesar de que conocen de sobra lo que ésta mejora su calidad de vida. ¿Qué es una droga? ¿Y qué son casi todos los medicamentos? Si desde tiempos remotos se han utilizado todo tipo de hierbas como «medicina» ¿por qué no incluir la marihuana entre ellas? Pues... por pura hipocresía o porque resulta cara.

En Catalunya, el Departamento de Salud de la Generalitat, a las mujeres con cáncer de mama en tratamiento de quimioterapia que no respondan a los fármacos contra las náuseas y los vómitos les facilitará un medicamento que contiene dos principios activos del cannabis, tras haber demostrado su eficacia en un estudio pionero a nivel mundial realizado por este Departamento.

En cambio, aquí, a pesar de que las asociaciones vascas de mujeres con cáncer de mama han exigido en dos ocasiones en el Parlamento de Gasteiz la legalización del cannabis para uso médico, nada de nada. ¡Con lo que le gusta a Inclán ir de pionero! Así que éstas, para sufrir un poco menos, tendrán que seguir buscándose la vida y conseguir marihuana ilegalmente -con lo que eso supone de estrés añadido-, lo que no es de recibo. Por tanto, hay que exigir a Sanidad del Gobierno Vasco que suministre ya, a quienes lo necesiten, el mismo medicamento que la Generalitat.

De lo contrario, legalmente, con esta Sanidad que no se entera -o no quiere enterarse- podemos tomar «Depuralina» para adelgazar a riesgo de intoxicar el hígado, pero no podemos «meternos» marihuana para que desaparezca el malestar que produce la quimioterapia y... ¡hasta ahí podíamos llegar!

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