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París–Roubaix

Tom Boonen repite en Roubaix tras una carrera espectacular

El flamenco, que ya había ganado en 2005, superó al sprint a Fabian Cancellara y Alessandro Ballan.

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Amaia U. LASAGABASTER | EIBAR

El listón estaba alto, con un curriculum tan amplio, pero Tom Boonen consiguió ayer, probablemente, su mejor victoria. Por el escenario, el Velódromo de Roubaix; porque le permite entrar entrar en un club aún más elitista, el de los corredores (con el belga son 18) que han ganado esta prueba en más de una ocasión; y por los rivales, que también contribuyen a engrandecer un triunfo.
 

Poco más, desde luego, se le podía pedir a la París-Roubaix que, en su 106ª edición, añadió, al espectáculo habitual, la emoción máxima hasta el último suspiro, con tres grandes favoritos disputándose la victoria en el mismo Velódromo. Tom Boonen, Fabian Cancellara y Alessandro Ballan, el mismo podio que en 2006, aunque en aquella ocasión, el flamenco y el suizo se intercambiaron las posiciones. Boonen se tomó ayer la revancha con un triunfo que perseguía con especial denuedo, habida cuenta de las constantes críticas de la prensa de su país, con la que mantiene una pésima relación, tras un arranque de temporada en el que ‘sólo’ había conseguido victorias en Quatar y California. «Realmente deseaba ganar más que nunca –confesó el corredor de Quick Step tras recibir el trofeo–. No es fácil sobrellevar todas estas críticas de gente que no gana nunca nada. Yo ya llevo seis esta temporada, ¿cuántos corredores en el pelotón pueden decir lo mismo?», reivindicó.

Seis horas antes de que Boonen pudiera lanzar su mensaje, 200 corredores partían de Compèigne con una buena noticia. El sol, pese a las previsiones, brillaba en lo más alto, reduciendo las probabilidades de   caídas. Inevitables, pese a todo, de lo que dieron buena cuenta Juan Antonio Flecha o Filipo Pozzato, que perdían contacto de esta manera con el grupo de favoritos en un momento clave; en las puertas de Arenberg y cuando el pelotón principal se lanzaba para acabar de anular la escapada que había tenido a Pronk, Kuyckx y Serov en cabeza de carrera desde el kilómetro 87.

Selección

El trabajo de, sobre todo, el CSC echó abajo esa fuga y ejerció de filtro: el pelotón perdía corredores en cada tramo de pavés. Una vez seleccionado un grupo con apenas una treintena de corredores, llegó la hora de los ataques, con un resultado similar. A la salida de Mons-en-Pevèle, a cincuenta kilómetros de meta, ya sólo quedaban ocho en cabeza y en Templeuve, a 35, llegó la ruptura definitiva.

El hachazo, de Fabian Cancellara; la respuesta, sólo al alcance de los más fuertes, Tom Boonen y Alessandro Ballan. Y por detrás, un pequeño grupo, igualmente potente, en el que marchaban Stuart O’Grady, vencedor el pasado año, y Stijn Devolder, lanzado tras su triunfo del pasado domingo en el Tour de Flandes.

La pelea en los últimos kilómetros fue, así, doble. Los tres de cabeza luchaban por aumentar su distancia y, a su vez, se vigilaban muy de cerca. Cancellara no se fiaba de Boonen, el belga no se fiaba del líder de Quick Step, y Ballan, de ninguno de los dos. Ninguno pudo evitar, sin embargo, que la prueba concluyera como le interesaba a Boonen, con un sprint en el Velódromo de Roubaix, en el que la punta de velocidad del ex campeón del mundo no tuvo rival.

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