Hay ocasiones en que se confunde la fórmula con el formulario. Esto es lo que les pasa a los de «Celebrities», un programa absolutamente descontextualizado que lleva pocas semanas en La Sexta. Visto lo visto, parece que los responsables de este producto creen que rellenando una tabla de excel con los ingredientes de cualquier plato de la gastronomía pacense actual, la colocas en la sartén a fuego lento y te sale un exquisita paella marinera. Tendríamos que recordarles que no se trata del formulario, sino de buscar los ingredientes para hacer la fórmula. Es decir, que no basta con poner a una modelo internacional, unas supuestas corresponsales en Miami, chupar de los servidores de noticias del famoseo, sino que todo ello debe venir condimentado, con su sofrito y sus hierbas aromáticas, con sus gustos propios a los comensales del lugar donde tiene puesto el restaurante o el chiringuito. Es decir, no es tan fácil transportar algo que funciona en una parte del globo televisivo a otra parte sin hacer los ajustes necesarios.

Bueno, lo anteriormente escrito solamente sirve como una de esas advertencias en los prospectos de los medicamentos, ese listado de posibles incompatibilidades, un monumento al porsiacasismo preventivo. Uno dice algo y a renglón seguido podríamos decir casi lo contrario porque en otras ocasiones se ha hecho el transplante de un lugar a otro y ha funcionado perfectamente, pero siempre trabajando en la idiosincrasia local. Incluso mejorando el original. Pero dijéramos que eso sería inspiración para otra hipótesis de trabajo. O mejor dicho, nuestras parrillas se alimentan de la remodelación de las fórmulas experimentadas en otras señales televisivas globales, de tal forma y manera, que a veces simplemente parece una parrillada de copiones aderezada con diversas salsas locales para camuflar el producto original.

Situados, por lo tanto en el escepticismo, la realidad es que la originalidad funciona muy bien, cuando funciona. Porque la contaminación por saturación que sufrimos es de tal intensidad que no hay bronquios, ni neurona que aguante la nebulosa en la que se confunde la inspiración con la falsificación.