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Crónica | visita de Ratzinger a EEUU

Los estadounidenses conocen bien al «Rotweiller de Dios»

El máximo líder de la Iglesia católica no es desconocido entre la grey de EEUU, ya que antes Joseph Ratzinger visitaba este país para disciplinar, si no expulsar, a disidentes izquierdistas de su religión. Entonces se le conocía como el «Rotweiller de Dios».

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David BROOKS «La Jornada»

Como responsable de la Congregación de la Doctrina de la Fe -la oficina del Gran Inquisidor- durante dieciocho años hasta su elección como Papa, el entonces cardenal Joseph Ratzinger se ganó el apoyo de «Rotweiller de Dios». Los sectores progresistas lo recuerdan como el arquitecto de la estrategia de Juan Pablo II para restaurar un modelo de Iglesia conservador y dogmático que muchos confiaban en que hubiera desaparecido con el Concilio Vaticano II. No dudó en emplear tácticas de intimidación y castigo contra pensadores disidentes, particularmente los inspirados por la teología de la liberación.

Ratzinger fue quien obligó a callar al brasileño Leonardo Boff, destacado teólogo de la liberación, y envió un mensaje a todo el movimiento.

Ha visitado EEUU cinco veces, casi todas en calidad de policía de la fe ortodoxa, y también en este país se sintió el efecto de su intento de suprimir el legado de la teología de la liberación y otras tendencias progresistas dentro de la Iglesia católica.

Impartiendo disciplina

En EEUU, disciplinó a prominentes teólogos, como el padre Charles Curran, quien abogaba por el derecho a la disidencia pública respecto a las enseñanzas oficiales de la Iglesia y cuya carrera académica en la Universidad católica de EEUU fue destruida en los 80 por la intervención de Ratzinger. El padre Matthew Fox, conocido por su trabajo sobre la espiritualidad de la creación, acabó abandonando la Iglesia católica. Igualmente amonestó a varios líderes católicos por tolerar la homosexualidad y por su apoyo a causas progresistas. Y existen más casos guardados en secreto.

Ahora, como Papa, mantiene su rechazo tajante al aborto, la participación igualitaria de la mujer en la Iglesia, la homosexualidad y todo lo que estime «manchado» por el marxismo. La mayoría de los casi 65 millones de católicos en EEUU dicen tener una opinión positiva de él, pero un número parecido afirma, según los sondeos, que no comparte sus perspectivas.

Las corrientes progresistas estadounidenses tienen una larga historia en el seno de la Iglesia católica. De éstas surgieron el movimiento progresista de Católica Worker y sus representantes, los hermanos Philip y Daniel Berrigan, que encabezaron algunas de las acciones más recordadas en contra de la guerra de Vietnam y otras.

Carta al Papa

Unos tres mil líderes y trabajadores católicos, además de religiosos de las corrientes progresistas enviaron una carta abierta al Papa, en la que le instaban a no reunirse con George W. Bush, en protesta por la guerra de Irak. Decían que es hora de poner «un fin inmediato a esta guerra» y preguntaban: «si usted se arrodilla en señal de pesar e indignación ante la cruz del Cristo torturado, ¿puede ofrecer su bendición a un jefe de Gobierno que justifica los abusos más terribles de mentes y cuerpos humanos como algo `legal'?».

Uno de los firmantes, el obispo Thomas Gumbleton, de Detroit, se ha sumado, junto a más obispos, a la lucha por la dignidad y en defensa de inmigrantes, pobres, discriminados y encarcelados, con llamamientos a acometer reformas de fondo, a favor de la justicia social y la igualdad y por el fin de la pena de muerte. En el mismo sentido se ha posicionado el padre Roy Bourgeois, dedicado de manera incansable a la campaña por la clausura de la Escuela de las Américas, donde se ha instruido a algunos de los peores militares latinoamericanos responsables de golpes de Estado, tortura y matanzas, con asesoramiento estadounidense.

Hay otros menos conocidos, como el padre Jerry, quien desde hace décadas busca formas de alimentar a los pobres de Chicago; vestido de civil, a quienes preguntaban dónde trabajaba, les solía responder que era un burócrata de escritorio en la empresa multinacional más antigua del mundo: la Iglesia católica. Esta Iglesia está abajo, y el programa de Ratzinger, más allá de los actos masivos, no incluye reuniones con quienes no integren la cúpula política o religiosa de este país.

 

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