Las elecciones presidenciales que tendrán lugar mañana en Paraguay pueden traer el fin de la hegemonía conservadora, encarnada en esa república en el Partido Colorado, que ha gobernado ese país durante los últimos 60 años. Pueden también establecer un giro a la izquierda con el que se completaría esa tendencia en toda la región.

Fernando Lugo, un obispo progresista aliado a los liberales y a diferentes sectores populares, encabeza las encuestas. Atajar la pobreza, parar la emigración, atacar la corrupción y cortar la supeditación estatal a intereses extranjeros son los retos del futuro presidente. En todo caso, no parece que, en caso de ganar, Lugo vaya a alinearse con los gobiernos revolucionarios de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Sus postulados se acercan más a los de Argentina, Chile o Brasil.

La importancia de Paraguay en la región, con tan sólo 6 millones de habitantes frente a los 190 de Brasil o los cerca de 40 de Argentina, es evidentemente muy pequeña. Pero el valor simbólico que supone que otra fuerza progresista «conquiste» una de las pocas parcelas que -junto con Perú y Colombia- quedan en manos de las élites coaligadas a los EUA es realmente importante.