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Juicio sumarísimo a un movimiento imparable

El banquillo de la Casa de Campo, tristemente conocido en Euskal Herria por el «caso 18/98», espera hoy a 27 ciudadanos vascos más. Son, de nuevo, personas con una trayectoria absolutamente pública y no sólo conocida, sino reconocida. Su labor básica no ha sido otra que defender los derechos de los presos vascos, los refugiados, los deportados o los detenidos. No es un trabajo diferente al que desarrollan militantes por los derechos humanos en otros muchos puntos del planeta en conflicto, en Tíbet por poner el ejemplo más actual, y que en ocasiones recibe todos los parabienes del sistema. Se puede entender, incluso, como una labor de control imprescindible en cualquier lugar que se pretenda democrático. Y lo debe ser, sin duda, en un país como Euskal Herria que acumula todas las plusmarcas de la represión en Europa Occidental: las condenas más largas, el mayor porcentaje de presos, la mayor tasa de presencia policial, el régimen de detención más duro, el porcentaje más alto de denuncias de torturas, el mayor número de ilegalizaciones...

Un proceso como éste, en el que no se juzga otra cosa que esa tarea de vigilancia, denuncia y solidaridad, sería contemplado como un escándalo en cualquier otro del mundo. Pero Spain is different. Y también lo es la posición pasiva de buena parte de los agentes vascos. Unos agentes que por contra, y sólo para ganar lábel y aplauso fácil de Madrid, no dudan en borrar en Zizurkil la señal de recuerdo a una persona fallecida en comisaría -Joxe Arregi- y a otra muerta en extrañísimas circunstancias que nunca esclarecieron -Joselu Geresta-.

La impunidad española y la indiferencia vasca han creado una situación tal que estos 27 vascos llegan al banquillo con una convicción clara: ni siquiera hay margen para la defensa jurídica. Una constatación que debería avergonzar a quienes impulsan o hacen la vista gorda ante estos juicios sumarísimos. Y una constatación que confirma la necesidad de un movimiento que denuncie estos atropellos y proteja a sus víctimas; un movimiento por tanto que, sin duda, este juicio no liquidará, sino que realimentará.

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