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Gloria Rekarte Ex presa política

Abrazos, solidaridades y otros cuentos

No se les ha ocurrido que los centenares de vecinos fusilados, no en un guerra fraticida sino en un golpe de estado, se merecen siquiera un poquito de respeto. El suficiente como para no comparar el horror de las cunetas con una guantada en un bar una noche de marcha

Este escrito debería protagonizarlo el insigne Sanz, por su aseveración de que 400 euros dan para una cena justica y sin holguras. O por tirar todo nuestro gozo a un pozo al declarar que la comunidad foral no está para despilfarros y que los 400 euros los devuelva, si quiere, Zapatero, que nos ha dejado con la triste ganancia de que la foralidad de Navarra nos los escatima y la españolidad de Navarra no nos sirve para cobrarlos.

Abre la boca y provoca, se lo proponga o no, ríos de tinta. Pero el caso es que esta semana ha tenido reñida competencia, que ya es difícil. Si la cena de Sanz dio para mucho, una noche de copas mal llevada ha dado mucho más. A saber: que de noche todos los gatos son pardos, menos los de la izquierda abertzale que se distinguen enseguida porque agreden, atemorizan, hacen gala de matonismo político, fascistoidean a su antojo y quien sabe cuantas cosas más, todas ellas bastante feas.

No están los tiempos como para desaprovechar ocasiones y ésta venía que ni al pelo para arremeter contra los dirigentes de la izquierda abertzale, «motores ideológicos», ahí queda eso, del rifi-rafe. Y así las cosas, los que se deshacían en solidaridades con el presunto agredido y en venenos y descalificaciones hacia toda la izquierda abertzale, no encontraron ni lugar ni decencia para interesarse siquiera por la otra versión. Que la compartieran o no sería otro cantar, pero cuando menos, tratar de conocerla. Pero o no entraba en sus planes, o los contravenía. Así que los motores ideológicos, como existir, vaya que si existen.

La cosa, en fin, se desbocó y la justa medida en la que hubiera tenido que quedar, por muy parlamentario de NaBai que fuera uno y muy de la izquierda abertzale y no parlamentarios los otros, se perdió sin remedio en un devenir de rápidas y muy interesadas declaraciones de solidaridad, abrazos enviados, abrazos recibidos, condenas, reprobaciones, inculpaciones y denuncias. A tanto llegó la cosa que el Sr. Uriz, del PSN-PSOE, decía sin ningún sonrojo del de NaBai: «Él, que tanto ha luchado por recuperar la memoria histórica, sabrá entender que sus agresores son iguales que los que fueron fusilando a centenares de nuestros vecinos en la fraticida guerra civil». Y ni a uno ni a otro se les ha ocurrido, por lo visto, que los centenares de vecinos de nuestros pueblos fusilados, no en un guerra fraticida sino a consecuencia de un golpe de estado, se merecen siquiera un poquito de respeto. Si no son capaces de más, siquiera un poquito. El suficiente como para no comparar el horror de las cunetas con una guantada en un bar una noche de marcha.

Hoy, cuando una vez más el testimonio de los detenidos nos hielan la sangre, estoy esperando la misma rapidez, la misma contundencia; la misma indignación, la misma unanimidad, la misma dureza, para la condena de la tortura. Los dedos que señalen los motores políticos de la tortura. Los abrazos de solidaridad a las víctimas de la brutalidad y la crueldad. Parece que no hay prisa. En todo caso estas cosas hay que investigarlas antes bien.

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