El dios precolombino Quetzalcoatl pudo ser un guerrero vikingo que naufragó en las costas mexicanas hacia el año 1000. Así lo advierte la geógrafa de Québec Lucie Dufresne, autora de una obra titulada «Quetzalcoatl, el hombre huracán», que, aunque es una novela, está basada en su tesis doctoral, en la que especuló con la posibilidad, científicamente plausible, de que «el dios de la serpiente emplumada» fue, en realidad, un vikingo.

Científicamente, posible

«Mi padre solía contarme, cuando era niña, que en México había un dios de barba roja», explica la autora. Con ese mismo personaje se topó años después, ya adulta, en las crónicas sobre la conquista que escribió Bernal Díaz del Castillo, que, entre otras cosas, detalla que Moctezuma dudó de la divinidad de Hernán Cortés y, como prueba, le pidió que le enseñara su casco, para verificar si era igual que el que, según los eruditas aztecas, llevaba Quetzalcoatl. «Leer eso -indica Dufresne- me impactó profundamente, y entonces cuando decidí indagar para ver hasta qué punto la hipótesis de que aquel dios era en realidad un vikingo podía tener algún fundamento científico».

La novela cuenta la vida de un hijo de Erik el Rojo, Ari, quien, tras naufragar junto a un esclavo irlandés católico en el Golfo de México, fue rescatado por los toltecas. Con el tiempo se convirtió en Quetzalcoatl, uno de los dioses más importantes de las culturas mesoamericanas.

La obra de Lucie Dufresne describe su periplo desde Groenlandia hasta México, sus primeros años como prisionero, su ascenso al trono, su consagración como semidiós, su posterior destitución, su consiguiente exilio y, por fin, cómo logró el poder en otra civilización precolombina, la maya.

Dufresne asegura que la novela es fruto de una exhaustiva documentación sobre las sagas vikingas, las corrientes marinas, las leyendas preco- lombinas y las crónicas de la conquista.