CRÓNICA | Homenaje a Cándido Saseta
Después de 71 años, el jefe de los gudaris fue recibido en su pueblo
Este homenaje a nuestro tío tiene una enorme importancia. Nuestra generación no lo conoció, pero sus hermanas y hermanos y los compañeros siempre nos trasladaron su identidad vasca», declaró un sobrino de Cándido Saseta.
Maider IANTZI
Tras 71 años, los restos del comandante en jefe de Euzko Gudarostea reposan en su pueblo natal, Hondarribia, donde ayer tarde fueron sepultados en un humilde acto. La entrada del cementerio estaba repleta de ciudadanas y ciudadanos que querían rendirle homenaje; muchas personas mayores emocionadas con claveles rojos en la mano, y niñas y niños curiosos que preguntaban: «Lurrean sartzen ari dira? Kaxa batekin? Zeinek?». Por citar algunas caras conocidas, estuvieron presentes Santi Kiroga, Julen Madariaga, Txillardegi, Josu Iraeta, Miren Azkarate y Markel Olano.
Tras escuchar una voz en off que iba recitando con una música de fondo las palabras de reconocimiento de diferentes personas de la época, cantaron juntos canciones como «Txikia» y el «Eusko gudariak», dando lugar a estremecedores momentos. «Gora Euskal Herria askatuta! Gora gudariak!», gritaron.
Un sobrino de Cándido Saseta tomó la palabra para expresar el sufrimiento de su familia, que fue dispersada por la guerra. Contó cómo, en la época que pasó en Ceuta, su tío puso un cartel en el despacho que decía que allí se hablaría en euskara como en casa; cómo, durante las vacaciones, venía a Hondarribia y jugaba a pelota, pescaba y bailaba con su novia en Guadalupe. Explicó que José Antonio Agirre lo eligió para cuidar el Euzko Gudarostea y destacó que homenajearle es homenajear a todos los gudaris.
«A nosotros nos corresponde ahora demostrar a los rebeldes nuestra determinación a ser libres. Si salimos derrotados, la próxima generación levantará en alto la ikurriña y continuará la batalla por la libertad que nosotros iniciamos», dijo Saseta. Nacido en 1904, al igual que José Antonio Agirre y Telesforo Monzón, fue un hombre clave en la resistencia que organizó el Gobierno del lehendakari durante la contienda militar de 1936.
Era militar de profesión y después del golpe de estado fascista, desertó del cuartel de Gasteiz para engrosar las filas republicanas. Participó, además, en el intento de crear un movimiento militar soberanista vasco al margen del Ejército.
Fue destinado como mando de las fuerzas abertzales y también fue representante militar del Comité de Guerra de Euzko Gudarostea.
Tal como explica el historiador Eduardo Renobales, cuando se le ordenó desde el Gobierno Vasco que tenía que encabezar la expedición para ayudar a levantar el cerco que los fascistas mantenían sobre Oviedo, tuvo un negro presentimiento, pero obedeció.
«De esta forma partieron el 7 de febrero de 1937 hacia un incierto futuro que se torció casi desde el inicio -relata-. Una adversa climatología propició que el río Nalón bajara salvaje y caudaloso, imposibilitando la tarea de los ingenieros de construir un pontón seguro para cruzarlo. Habría que hacerlo en precarias condiciones y, ante la oposición del enemigo, Saseta ordenó al Eusko Indarra que cruzara en primer lugar para consolidar una inestable cabeza de puente en la otra orilla (...) Vencida la inicial dificultad, el batallón ekintzale, secundado por el jelkide Amaiur, logró penetrar en el pueblo de Areces, pero la tardanza de un batallón cántabro que debía acudir para asegurar la posición, hizo que los franquistas pudieran contraatacar (...) Saseta, avisado del apuro, acudió a primera línea con la intención de estudiar la forma de sacar a sus hombres de la ratonera (...) Un francotirador tuvo la oportunidad de encontrarle en su línea de tiro y aprovechó la ocasión. Saseta cayó en una posición avanzada y su cadáver no puedo ser recuperado».
... hasta el pasado marzo. Tras años de trabajo e investigación, la sociedad de ciencias Aranzadi consiguió encontrar y exhumar los restos mortales.
Gernika
Al mediodía, tuvo lugar en Gernika otro homenaje al comandante en jefe del Ejército Vasco organizado por Ahaztuak 1936 y Sasetaren Aldeko Taldea. Fue un acto multitudinario en el que participaron gudaris supervivientes y familiares de gudaris ya fallecidos. Estuvo presente una representación de la familia de Estepan Urkiaga Lauaxeta y de otras figuras históricas del nacionalismo vasco como Cándido Arregi, uno de los fundadores de Jagi-Jagi.
Allí estaban también Marian Beitialarrangoitia, Jone Goirizelaia, Kepa Bereziartua, José Luis Elkoro, Juan Mari Atutxa y Joseba Azkarraga, entre otros.
Era un día especial para los gernikarras: se cumplían 71 años desde que tres aviones en formación triangular que volaban muy bajo bombardearan la localidad vizcaina. La ofensiva comenzó a las 16.00 y duró tres horas, dejando arrasado un pueblo lleno de vida y color que celebraba su día de mercado.
El Ayuntamiento aceptó la proposición de la familia del jefe de Euzko Gudarostea, Ahaztuak 1936-77 y Sasetaren Aldeko Taldea, para que el hondarribiarra fuera galardonado a título póstumo con el premio «Gernika por la Paz y la Reconciliación». Además de este líder de gudaris, fue premiada la keniana Dekha Ibrahim Abdi, impulsora durante los años 90 de un exitoso modelo de diálogo entre grupos de distintas etnias.
Después, en la Casa de Juntas, se formó una «guardia» de ezpata-dantzaris y los familiares de Saseta llegaron con la caja que contenía los restos del comandante en jefe. Caminaron lentamente hacia el árbol por un pasillo de gente que los recibió con aplausos, puños en alto, de pie. Se mezclaron cantos como el «Eusko gudariak», la «Internacional» y «A las barricadas».
La caja fue depositada en una mesa cubierta con una ikurriña. Al lado, había una silla vacía con una bandera republicana y otra ikurriña, en representación de las personas que no estaban. Fue sobrecogedora la interpretacion del «Eusko gudariak» de la violinista Aintzina, mientras se leían los nombres de los más de 80 gudaris que murieron junto a Saseta en la batalla de Areces. Se cree que están enterrados en el campo «Padrón de los vascos».
Al final, los presentes fueron pasando por delante de la caja con los restos de Saseta para darle el último adiós. Más de un viejo gudari se emocionó hasta el llanto.