Maite Ubiria Periodista
Un rescate sin precio
El secuestro de los tripulantes del «Playa de Bakio» ha concluido felizmente. Es decir, con 13 marinos africanos, 8 gallegos y 5 vascos camino de casa. Alguien dijo una vez que si un problema se puede solucionar con dinero no es un problema. Y así se ha demostrado, por enésima vez, en esta ocasión. Un armador, un gobierno, qué más da, han pagado a unos piratas somalíes de aspecto famélico para que suelten a sus presas. Para nosotros unos esforzados arrantzales, para ellos un medio de subsistencia en un país invadido y azotado por la guerra y el hambre.
«Salvar vidas no tiene precio y corresponde al Gobierno garantizarlo». Así se expresa el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos. Y Zapatero da eco a sus palabras. A buen seguro, la mayoría de sus contribuyentes nada tienen que objetar a que resuelva una crisis que ha tenido en vilo a unas familias que ya soportan una dura prueba cotidiana al temer cada minuto por el destino de aquellos que van demasiado lejos a buscar el pescado que consumimos con glotonería. Y no se olvide tampoco que hay mucho pirata que esquilma caladeros y somete a países pobres al expolio de sus recursos pesqueros, lo que es preludio de más hambre y de más inseguridad. Y ello a cambio de unos jugosos beneficios para las grandes industrias del sector.
No tiene precio salvar vidas. Eso es un principio ético y lo demás son zarandajas. El problema es que ese criterio no es universal. Y lo que en Somalia está bien en otros lares se torna en «chantaje inaceptable». Me he preguntado estos días por unas cuantas situaciones que podrían haberse solucionado ya «pagando precio». He pensado en personas que han muerto, en otras que siguen como rehenes, todo porque alguien cree que pagar un rescate a empresas piratas que se sirven de bucaneros subcontratados no es una ignominia, pero sí en cambio pasar por caja para bien de toda una sociedad.
Sólo me queda dar la bienvenida más cálida a los arrantzales del «Playa de Bakio». Eso y confesarme parte de esa mayoría social dispuesta a pagar precio, a que se hagan cesiones, a poner toda la carne -y el pescado- en el asador... porque la vida de un país y la de cada una de sus gentes no tiene precio. A ver si se enteran ciertos piratas de la política.