Txanba Payés Cantautor y poeta salvadoreño residente en Euskal Herria
El mes de abril de un año cualquiera
El tiempo está dando la razón a aquellos que, por cuestiones de principios y compromisos con los más humildes del pulgarcito de América, fueron sentenciados a muerte por quienes decían tener la razón y la historia en sus manos. La miseria sigue siendo el pan diario de la inmensa mayoría de El Salvador
El tiempo está dando la razón a quienes por causas conocidas en la reciente historia del movimiento revolucionario salvadoreño pusieron en duda las palabras que se dijeron tras la muerte-suicidio-asesinato de Marcial. Desconfiaron de aquellos que decían tener en sus manos, y en sus bocas, la razón de la historia de ese movimiento revolucionario en El Salvador. Casi nadie conoce -ni sabe- que esos cuatro «cabezones» con los «disidentes», como también se les dijo, sabían quiénes eran los responsables de esos hechos.
El FMLN que se dijo revolucionario a partir de 1983 tuvo que amordazar a los que el tiempo está dando la razón, tanto en la capital como en la montaña, y también se les persiguió y asesinó en el monte y en la ciudad. Y repito, de eso casi nadie sabe, ¿o sí?
En abril de 1983 dos asesinatos conmueven al movimiento revolucionario. El día 6, en Managua, es asesinada la segunda responsable del FMLN, movimiento revolucionario que estaba compuesto por cinco organizaciones guerrilleras de carácter marxista. Y el 12 de ese mismo mes la muerte-suicidio-asesinato del primer responsable del FMLN.
La dirigencia del FMLN de entonces se debatía entre dos líneas estratégicas de lucha. La primera contaba con un amplio apoyo entre la mayoría de las bases del movimiento revolucionario. Era la lideraba por el primer responsable, Salvador Cayetano Carpio, más conocido como Comandante Marcial. Su línea era clara: la toma del poder por medio de la lucha armada. Su estrategia en síntesis era que por medio de una guerra popular de carácter prolongado se tomaría el poder. En su mayoría la componían -la componen- campesinos y obreros, que más tarde fomarían un gobierno democrático revolucionario.
La segunda línea era encabezada por Ana María, segunda responsable del FMLN. Ésta se basaba en el diálogo y la negociación. Su objetivo principal era llegar a un gobierno de amplia participación, donde se «compartiría» el «poder» con sectores de la burguesía salvadoreña. También se sugería hacer nimias reformas en el Estado para que el FMLN participara como un partido político más en las elecciones.
Tras los dos asesinatos es la segunda tesis la que se va a imponer. Su imposición se valió de un «recambio» trágico, como va reconocer Facundo Guardado en la entrevista que le hace Marta Harnecker en el libro «Con la mirada en alto». Además añadió en dicha entrevista que a Marcial le estaban dando una oportunidad, que era la de abandonar el país. Llegados a este punto, y como Marcial no aceptó, los trágicos sucesos llegaron primero con el asesinato de Ana María y luego con la muerte-suicidio-asesinato del Comandante Marcial.
Con la muerte de Marcial la dirigencia del FMLN dijo que el asesinato de Ana María lo había preparado Marcial y que, descubierto éste, se suicidó. En el juicio posterior, llevado a cabo en Nicaragua, se deja claro que en el asesinato de Ana María Marcial no tuvo nada que ver; sin embargo, no se rectificó ni se dijo nada de la exoneración en el juicio del comandante Marcial en los años siguientes por parte de la comandancia del FMLN. Es más, hablar de este tema en el interior del FMLN sigue siendo tabú.
Por otra parte, un sector de la guerrilla urbana salvadoreña exigió una investigación de los dos asesinatos, pero nunca la hubo en el FMLN. ¿Por qué? A quienes habían exigido la investigación y dudaban de lo dicho por la comandancia del FMLN se les persiguió, incluso llegaron a asesinar a varios militantes de ese sector de la guerrilla urbana, pero de eso tampoco se habla.
Y ellos, la dirigencia del FMLN, sólo ellos, sabían que la muerte de Marcial fue obra de alguien que apuntaba la mentira como verdad. Muchos se la creyeron, y hubo cómplices que facilitaron a la mentira el silencio.
Los verdaderos responsables, Leonel Gonzales, Joaquín Villalobos, Shafick, Handal y otros siguen estando ahí, donde estaban en el preciso momento de la muerte-suicidio-asesinato de Marcial; sólo ellos, los máximos dirigentes de hoy y de entonces, saben quién es el verdadero culpable, y los culpables anidan todavía en el seno mismo de su partido. Porque fueron ellos los verdaderos responsables de esos trágicos sucesos de abril de hace 25 años, y también son los verdaderos responsables del giro que ha tomado la impunidad y la injusticia en El Salvador. Hoy la muerte tiene un salvoconducto de democracia.
Cuando la historia se pudo cambiar, los dirigentes del FMLN tuvieron miedo y cansancio. Las palabras estaban vacías de contenido, entiéndase desde la perspectiva de clase, porque la paz que exigían no era la transformación de las estructuras injustas de poder, sino más bien nimias reformas para que se dijese que había valido la pena. El carácter de clase de la lucha salvadoreña es a lo que la dirigencia prefieren omitir. Se dejaron seducir por los argumentos de la minoría recalcitrante, prepotente y aduladora del país, y de una socialdemocracia europea que también en esto tuvo algo que ver. La dirigencia del FMLN aprendió rápido el lenguaje de sus compinches, la oligarquía cafetalera, reciclada hoy con otros nombres más sutiles, y amplios, pero siguen siendo los mismos asesinos de siempre.
El tiempo está dando la razón a aquellos que, por cuestiones de principios y compromisos con los más humildes del pulgarcito de América, fueron sentenciados a muerte por quienes decían tener la razón y la historia en sus manos. La miseria sigue siendo el pan diario de la inmensa mayoría de El Salvador. En esas verborreas de lucha que ellos tenían se escondía la traición. Por eso está el país como está.
El día que se sepa toda la verdad, quiénes fueron los verdaderos responsables de la muerte de Marcial, ese día empezaremos a conocer a los que vendieron a su pueblo por unas cuantas monedas de oro.