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Juan Mari Zulaika Informático

Lehendakari en apuros

Los nuevos voceros jeltzales proclaman la fórmula ya experimentada. entre 1986 y 1994, la de formar gobierno con los socialistas. Aparte de asegurarse sus poltronas, ¿qué incluyen en el pacto?

La situación actual en el seno del PNV nos recuerda la del año 1985, cuando la pugna liderada por Arzalluz, presidente del EBB y la inestimable ayuda del Gobierno central de Felipe González, desbancaron de su cargo al lehendakari Carlos Garaikoetxea. Uno y otro, haciendo tenaza, forzaron su dimisión y más tarde la escisión de Eusko Alkartasuna. Le sucedió Ardanza, quien no tardó un año para formar gobierno en coalición con los socialistas. La coalición duró ocho años, pariendo entre otras cosas el Pacto de Ajuria Enea, que no consiguió la paz.

La lucha por el liderazgo se vistió con el ropaje de un debate sobre de la Ley de los Territorios Históricos. Sirvieron de acólitos los presidentes de Diputación J.M. Makua y Emilio Guevara. La recordamos como una crisis histórica lamentable para el nacionalismo y bien aprovechada por el partido contrincante, el socialista.

Coincidiendo con la ruptura de la negociación de paz, en la primavera de 2007, explota una nueva crisis en el partido jeltzale, cuyas consecuencias todavía desconocemos. Irrumpe el lehendakari con la famosa hoja de ruta. A la par, lanza a los medios J.J. Imaz tesis del todo contrapuestas. Al poco Imaz dimite, no sin asegurar antes el puesto para un hombre de su cuerda, Iñigo Urkullu.

Esta vez cobra más fuerza el fondo teórico que la rivalidad personal: soberanismo versus autonomismo, reformar al Estatuto de Gernika o superar el marco democrático, hechizar a Madrid o arrancarle el derecho a decidir. Son algunos de los términos en debate. Añádase el del transversalismo, muy del gusto de los socialistas y compañeros de viaje. Curiosamente el tripartito sí es transversal. Lo que no es transversal, sino todo lo contrario, es el bipartidismo del que han hecho gala en las últimas elecciones los dos partidos mayoritarios hispanos, quienes se reservan para sí todos los pactos de estado, con desprecio olímpico a los nacionalistas.

En las generales, los socialistas ganan en Madrid y en Euskadi. Se les hinchan las velas. Sin embargo, en el Partido Nacionalista coge el discurso la línea más pacata y claudicante. El diputado Erkoreka e Iñigo Urkullu abundan en guiños y manos tendidas al Partido Socialista. Le mendigan un pacto y formar juntos un gobierno. Pero para ese cortejo estorba el lehendakari y su Plan.

Primero el alcalde bilbaino Azkuna y seguido el presidente de las JJGG, J.L.Bilbao, desde la Fundación Sabino Arana, han dinamitado al Gobierno tripartito, o sea, a Ibarretxe y su consulta, poniéndoles a la altura de un yogur caducado. Urkullu no censura la salida de tono del diputado, y ahonda en la crítica contra los socios de gobierno.

No se contentan con negarle apoyos. Como en su día a Garaikoetxea, le han declarado la guerra para que abandone su línea política y mejor aún, abandone el cargo, sin respetarle siquiera el corto recorrido que le queda para las próximas elecciones. Y Patxi López, crecido, a la espera de la presa, ataja:«no iré con los nacionalistas, salvo que salga lehendakari». Intentará lo que no pudo ser hace 20 años.

Los nuevos voceros jeltzales proclaman la fórmula ya experimentada. entre 1986 y 1994, la de formar gobierno con los socialistas. Aparte de asegurarse sus poltronas, ¿qué incluyen en el pacto? ¿El cumplimiento de los capítulos pendientes del viejo Estatuto de Gernika? ¿Un nuevo estatuto? ¿Con qué marco? ¿Qué tratamiento se dará al pueblo vasco? ¿Qué derecho a decidir se le reconocerá? ¿Qué se plantea para la pacificación? ¿La abolición de la Ley de Partidos? ¿O más policía y represión, hasta la aniquilación de toda la izquierda abertzale, amparados en dicha ley?

Entiendo que algunos se sientan molestos con el utilitario del tripartito actual y prefieran un cómodo todoterreno con el aval de Madrid. Pero, por favor, no olviden el fracaso de la Mesa de Ajuria Enea y del Plan Ardanza. Posterior han fracasado otros dos procesos de paz, más serios, el de Lizarra-Garazi y el de Loiola. Y habrá que intentarlo de nuevo, pues, el conflicto sigue en pie. Debilitada o no, ETA continúa. Ilegalizada y encarcelada, pero encorajinada y con una apoyatura social nada despreciable, sigue activa la izquierda abertzale de Batasuna. Tampoco se puede menospreciar al resto de los partidos abertzales menores, que pueden dar juego a otras alternativas.

Pensar a estas alturas que la solución puede confiarse a un pacto bipartidista entre PNV y PSOE, cuando Zapatero mantiene la represión en su punto álgido, es más que ingenuo mala voluntad. Hasta Ardanza tenía claro que no se puede saltar la interlocución de Batasuna. ¿Nada os dice el fracaso del blindado bipartidista con sus mociones de censura éticas pueblo tras pueblo? Esperemos que las autonómicas atemperen las ínfulas socialistas y compliquen esa alianza más que sospechosa.

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