Vuelve el fantasma de la guerra civil a Líbano
Hizbulah hace morder el polvo al Gobierno libanés
Con un Ejército regular libanés exquisitamente neutral, a Hizbulah le han bastado 48 horas para tomar bajo control buena parte del oeste de Beirut, mayormente sunita y seguidor del Gobierno pro-occidental. La organización chiíta negociará ahora desde una posición de fuerza. El Ejecutivo de Fuad Siniora le toca plegar velas y negarse a seguir el guión estadounidense-israelí.
Ranna MUSSAUI | BEIRUT
El movimiento libanés chiíta Hizbulah tomó ayer el control de barrios enteros del oeste de Beirut, mayoritariamente sunita, tras dos días de combates que han dejado un saldo provisional de 11 muertos .
A primera hora de la tarde, la ciudad estaba en calma. «No hay enfrentamientos simplemente porque nadie planta ya cara a los milicianos de la oposición», reconoció desde el anonimato un responsable de la seguridad libanesa.
Milicianos de Hizbulah disparaban al aire en señal de triunfo sobre seguidores armados del partido Corriente de Futuro, el partido sunita de Said Hariri, uno de los pilares del Gobierno proocidental de Fuad Siniora.
Las milicias de Hizbulah y del también chiíta y opositor movimiento Amal patrullaban las calles desiertas y detenían a sospechosos, a los que entregaban inmediatamente al Ejército en el barrio sunita de Tarik Jdidé.
El Ejército libanés, compuesto a nivel de reclutas mayoritariamente por chiítas, no ha intervenido en ningún momento en los combates, con armas automáticas y lanzagranadas RPG, que se han saldado asimismo con decenas de heridos.
Una fuente próxima a Corriente de Futuro pidió al Ejército que proteja la sede del Gobierno, del Banco Central y los entornos de las residencias de Hariri -una granada impactó en uno de sus muros- y del líder druso Walid Yumblatt, este último verdadero hombre fuerte a la sombra del Ejecutivo pro-occidental, según Hizbulah.
Televisiones y sedes ocupadas
Hizbulah ordenó el cierre de todos los medios de comunicación propiedad del clan Hariri, entre ellas la televisión Futuro.
Los milicianos chiítas ocuparon asimismo dos sedes de su movimiento en el barrio de Ras al-Nabeh y no dudaban en dejarse fotografiar con fotografías de su padre, el finado Rafik Hariri, como trofeos de guerra.
Nada se sabía del paradero de su hijo y del líder druso Yumblatt, aunque lo tenían difícil para salir del país, habida cuenta de que Hizbulah mantenía bloqueada la carretera al aeropuerto internacional.
Más suerte tuvieron los cientos de inversores extranjeros y trabajadores sirios que pudieron cruzar ayer por la tarde la frontera siria.
Y es que horas antes los seguidores del Gobierno fueron forzados a levantar sus bloqueos tanto de la carretera de la frontera como de las que atraviesan el valle de la Bekaa y la que lleva a Trípoli, así como todas las comunicaciones por carretera que enlazan Beirut con el sur, mayoritariamente chiíta.
Todos los bastiones sunitas del movimiento de Hariri en la capital estaban en manos de Hizbulah. Imad, de 35 años de edad, detallaba la ofensiva de Hizbulah sobre Ras al-Nabeh. «Lo que se nos ha venido encima era todo un Ejército. Lanzaban granadas sin cesar y luego, los hombres de Hizbulah con sus brazaletes amarillos han tomado el control del barrio». Rasha al-Jundi, de 24 años, narraba «una noche de pesadilla. Todo temblaba con las explosiones».
Rima, que vive en el barrio druso de Karakol, también en el oeste de la capital, coincidía en que «ha sido una noche de infierno. Los milicianos disparaban en todas direcciones».
El barrio sunita de Tariq al-Jadideh fue el teatro de duros enfrentamientos. El Ejército libanés abrió un corredor para que los que quisieran pudieran huir a las montañas.
Puro contraste, el este de Beirut, mayoritariamente cristiano, seguía en calma. Bancos, comercios, gasolineras... todo estaba abierto. Y es que la ofensiva de Hizbulah tuvo como objetivo segar la hierba bajo los pies del sunita Hariri, y del druso Yumblatt, principales valedores del Ejecutivo pro-occidental.
La organización chiíta advirtió de que no se retirará de las calles hasta que el Gobierno dé marcha atrás total en sus decisiones de poner fin al sistema de comunicaciones de Hizbulah y de destituir al responsable del aeropuerto de Beirut.
Hariri propuso la víspera dejar estas decisiones en manos del Ejército y proceder a la elección inmediata del jefe de la Armada, el cristiano Michel Sleimane, como presidente del país.
La fortaleza de Hizbulah
Hizbulah, el Partido de Dios, cuenta con una muy bien adiestrada y armada -estos días ha utilizado una parte mínima de su arsenal- milicia que se convirtió en símbolo de la resistencia libanesa al forzar a la retirada de Israel del sur del país con sus espectaculares acciones entre 1978 y 2000.
EEUU la tiene incluida en su lista de «grupos terroristas» y está acusada de los atentados con bomba contra intereses franceses y estadounidenses y con las capturas de rehenes que forzaron a los ejércitos occidentales a salir del país en los ochenta.
Su crédito ganó enteros, en Líbano y en el conjunto de países árabes y musulmanes, en verano de 2006, cuando fue capaz, con su guerra de guerrillas, de forzar la retirada del Ejército israelí, que castigó al país con un mes de bombardeos que se saldó con 1.200 muertos.
Pero su milicia, la Resistencia Islámica, es sólo uno de sus frentes. La organización cuenta con el apoyo de la población chiíta, minoría mayoritaria con un imparable empuje demográfico -en Líbano no se actualizan los censos desde hace años-.
Aliada con sectores cristianos opuestos al Gobierno, Hizbulah lleva un año de campaña opositora y exige un reparto del poder equitativo.
Su red asistencial incluye decenas de escuelas y hospitales. Pese a ser un movimiento islamista chiíta, inspirado en la revolución iraní de 1979, no aspira a islamizar la multicultural sociedad libanesa y se define como nacionalista libanés.
Israel se apresuró a imputar a Irán y a sus «tentativas de reinar sobre Oriente Medio» la responsabilidad de los últimos sucesos en Líbano. El Estado sionista, que ocupó el sur del país durante una veintena de años y que no dudó en agredirlo nuevamente en verano de 2006, negó tener relación alguna con la «nueva» tragedia libanesa.
En la misma línea, Arabia Saudita y Egipto, con dos regímenes alineados con EEUU, propusieron una reunión ministerial de urgencia de la Liga Árabe para mostrar su apoyo al Gobierno pro-occidental.
Un diplomático egipcio aseguró desde el anonimato que El Cairo «no puede permitir a una parte apoyada por Irán (en referencia a Hizbulah) que tome el control de Líbano (...) La situación hoy es diez veces peor que ayer y estamos muy preocupados, porque Irán va a controlar el país», añadió.
El régimen saudita, sostén en su día del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, apoyó esta petición de convocatoria, a la que se sumó asimismo Jordania. La Liga Árabe podría reunirse en dos días.
Yemen, por su parte, propuso que el jefe del Ejército libanés, Michel Sleimane, medie entre los distintos grupos.
Irán responsabilizó directamente a Israel y a EEUU. «Las intervenciones aventureras de EEUU y del régimen sionista son la principal causa de la situación caótica» del país de los cedros. Siria se limitó a señalar que estaríamos ante un «asunto interno».
Hamas pidió a todas las partes que «pongan coto a los intentos americanos de sembrar zizaña en Líbano». El presidente de la ANP, Mahmud Abbas, instó al diálogo.
Muchos países árabes comenzaron a evacuar a sus nacionales de Líbano. Cientos de británicos, estadounidenses, alemanes y chipriotas se apresuraron a cruzar la frontera siria, aunque sólo Italia anunció la puesta en marcha de un plan de evacuación.
El resto de cancillerías occidentales negaron planes similares aunque aseguraron que seguían con atención el desarrollo de los acontecimientos y aconsejaron no viajar al país.