Los enfrentamientos armados no cesan en el norte de Líbano
Los enfrentamientos armados entre los partidarios del Gobierno prooccidental de Fouad Siniora y el movimiento chií Hizbullah continuaron ayer en Trípoli, la principal ciudad del norte de Líbano. Mientras, el Gobierno de Siniora se negaba a dialogar con Hizbullah si no deponía las armas. En este contexto, el presidente del Parlamento, Nabih Berri, retrasó, una vez más, la elección del presidente.
GARA |
La mayoría prooccidental en el poder en Líbano aseguró ayer que no aceptará dialogar con la oposición liderada por Hizbullah «bajo la amenaza de las armas» del movimiento de Hassan Nasrallah, mientras volvie- ron a registrarse enfrentamientos entre ambos bandos al norte del país.
Así, en Trípoli, la gran ciudad del norte de Líbano, hubo combates, en los que un hombre murió por una bala perdida y cuatro personas resultaron heridas. El Ejército, que estaba desplegado en la ciudad, fue obligado a retirarse, según informó a France Press una fuente de los servicios de seguridad.
«Queremos un compromiso solemne de Hassan Nasrallah ante la opinión pública, los países árabes e, incluso, Irán de que no va a utilizar sus armas contra los libaneses», declaró el ex presidente Amine Gemayel, uno de los líderes de la tendencia prooccidental que gobierna Beirut.
«Si los dirigentes de la oposición quieren un diálogo, no pueden utilizar sus armas con el objetivo de cambiar el equilibrio de fuerzas», añadió ante la prensa.
El balance de los enfrentamientos que comenzaron el 7 de mayo y que han tenido lugar en el oeste de Beirut, en Trípoli y en las montañas drusas se eleva a 61 muertos y cerca de 200 heridos, según los servicios de seguridad.
Una huelga general convocada para ese día degeneró en combates entre partidarios del Gobierno prooccidental y la oposición liderada por Hizbullah y apoyada por Damasco y Teherán.
Nabih Berri, presidente del Parlamento y uno de los líderes de la oposición, realizó un llamamiento al diálogo nacional para poner fin a la grave crisis política que dura 18 meses y que impide la elección de un presidente de la República. Ayer, Berri volvió a retrasar, por decimonovena ocasión, la sesión parlamentaria para la elección presidencial, según informó la televisión LBC.
Hizbullah tomó el control del oeste de Beirut para denunciar las medidas que contra este movimiento adoptó el primer ministro, Fouad Siniora, que intentó suspender la red de teleco- municaciones de los partidarios de Nasrallah y destituir al jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut. Estas medidas fueron suspendidas el sábado por el Ejército, que también pidió la retirada de los milicianos de las calles, lo que Hizbullah inicialmente aceptó.
Sin embargo, ayer, numerosas carreteras continuaban bloqueadas, especialmente la que conduce de Beirut al aeropuerto. La oposición ya advirtió el sábado de que proseguiría con sus acciones de desobediencia civil contra el Gobierno de Siniora.
Los ministros árabes de Exteriores, reunidos el domingo en El Cairo, rechazaron «el uso de la violencia para lograr objetivos políticos» y anunciaron el próximo envío de una delegación a Beirut.
Mientras, en Trípoli, grupos islamistas partidarios del Gobierno anunciaron la puesta en marcha «de la resistencia islámica suní y nacional libanesa para defender Líbano, su entidad y sus instituciones».
Por otra parte, la Comisión Europea reafirmó ayer su apoyo a Siniora, al tiempo que llamó a «encontrar una solución basada en el diálogo a estos sangrantes enfrentamientos».
Los cristianos libaneses, divididos entre los partidarios de la mayoría prooccidental y la oposición, asisten como espectadores a los combates mortales entre musulmanes, convencidos de que cualquier derramamiento de sangre en su comunidad no hará más que debilitarles aún más.
«Existía la convicción en los dos campos cristianos de que no debíamos pagar nosotros el precio del golpe de Estado armado llevado a cabo por Hizbullah», afirmó a France Presse Georges Edwane, diputado de las Fuerzas Libanesas (FL), integradas en la coalición gubernamental.
Los combates que se han desatado durante dos días en el oeste de Beirut o Trípoli, especialmente entre chiíes y suníes, contrastan con la tranquilidad cotidiana del este de Beirut y de otras zonas cristianas, donde los comercios y los cafés permanecieron abiertos y la circulación era prácticamente normal. «Los cristianos libaneses no tienen capacidad para sumarse a los combates, ya que no tienen armamento, pero también porque las verdaderas fuerzas que se han enfrentado son el Hizbullah chií de la oposición y la Corriente del Futuro suní de la mayoría», explica Oussama Safa, del Centro Libanés para los Estudios Políticos.
Pero, sobre todo, existe el temor de que el estallido de una nueva guerra entre cristianos -que representan al 30% de la población de Líbano- impida el desarrollo de estas zonas.
«La guerra denominada de `eliminación' que estalló entre los cristianos al fin de la guerra civil de 1975-1990 sigue avergonzando todavía nuestros espíritus», destaca Safa. Esa guerra enfrentó a las FL de Samir Geagea y al Ejército libanés dirigido por Michel Aoun, que hoy es uno de los líderes de la oposición.