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Vivir no es necesariamente imposible

Josu MONTERO | Periodista y escritor

He contado por pura y morbosa curiosidad las pelis que nos echan por televisión un sábado cualquiera entre las seis cadenas estatales generalistas y las dos autonómicas: ¡¡¡23!!! El cine es para la salita de estar de nuestros dulces hogares, cuyos tecnológicos televisores han ido creciendo en tamaño al tiempo que menguaban las pantallas de los cines de nuestro entorno. El negocio de las productoras cinematográficas se asienta desde hace ya tiempo en los derechos de emisión, en los DVD y en los nuevos soportes -¡cada mes otro más nuevo aún!-. El ámbito privado arrasa al ámbito público. Y eso que nos pasamos las largas horas de semana laboral abducidos delante de las pantallitas.

Algún optimista teatrero ha afirmado que después de una larga jornada ante el ordenador estamos deseosos y necesitados de contacto humano, deseando participar en acontecimientos que suceden en vivo. El teatro sucede aquí y ahora, en vivo y en directo, sin mediación alguna, y, por tanto, pertenece al espacio de lo público y no al de lo privado. Alguna avispada compañía teatral ha tenido la ocurrencia de ofertar obras para la sala de estar de casa de aquél que les contrate. Curiosamente, una de las piezas de su repertorio es «Pequeños crímenes conyugales», del francés Eric-Emmanuel Schmitt, todo un envenenado regalito para tu consorte. Imagino que quien contrate una obra a domicilio -no sé si está incluida la pizza- se echará el largo invitando a sus amiguetes, por lo que hasta esta doméstica variedad teatral se enmarca en el ámbito de lo público. Y es que lo público es un espacio a ensanchar como sea, adelgazado, estrangulado y colonizado como está por el consumismo, ya sea en sus modalidades macrocentrocomercialera, turisticogastronómica o cultural.

«Matar para comer nos debería humanizar, lo que nos deshumaniza es comprar las latas en el supermercado», dijo el otro día en la tele el airado dramaturgo Rodrigo García. Y unos minutos después el ya fallecido autor francés Jean Luc Lagarce afirmaba: «Nacer es complicado, morir es fácil, y entre ambos extremos, vivir no es necesariamente imposible». ¡Claro que eso era a las dos de la madrugada de un viernes!, hora de emisión de «La Mandrágora», breve programa de teatro que después de otros intentos bastante erráticos e incluso patéticos, esta temporada, y bajo la dirección del también dramaturgo Luis Miguel González, ha dado en la diana creando un programa necesario, intenso e intempestivo, sin desperdicio.

Sólo en el último mes han pasado por él R.García, J.L. Lagarce, Robert Lepage, Gao Xinjgian, Bob Wilson, Martin McDonagh, Fabrice Melquiot, Daniel Veronesse, Pippo del Bono, Thomas Ostermeier, Helder Costa, J.M.Benet i Jornet, Carol López, Josep Pere Peyró, Juschka Weigel, Carolyn Carson, Marta Carrasco... y cito de memoria. Todo un revulsivo para nuestra anquilosada mente. Una incitación a lanzarnos al teatro, al buen teatro, porque, aunque a veces no nos lo parezca, vivir no es necesariamente imposible.

 
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