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Iñaki O´Shea (*) Condenado en el sumario 18/98

Recordando a Mariano González, inolvidable solidario con Euskal Herria

Era Mariano una de esas personas que supo llevar hasta sus últimas consecuencias las vivencias del Che: «Sentir en lo más hondo cualquier injusticia contra cualquiera en cualquier parte del mundo»

Escribo estas líneas el 1º de mayo, desde una celda de la cárcel, respondiendo a la invitación que me han hecho desde el comité de Cartagena, cuya solidaridad conocen bien los presos y familiares que desde hace muchos años han recorrido las cárceles de la región murciana.

El 16 de mayo se cumplen doce años de cuando se nos fue el inolvidable Mariano, ex sacerdote jesuita, a quien conocí como un entrañable compañero en los años de Misión Obrera allá en Madrid, durante mi estancia en el Pozo del Tío Raimundo en 1968, o en otras ocasiones en mis visitas a Murcia o Cartagena.

Era Mariano una de esas personas que supo llevar hasta sus últimas consecuencias las vivencias del Che Guevara: «Sentir en lo más hondo cualquier injusticia contra cualquiera en cualquier parte del mundo», como nos lo recordaba la felicitación del Año Nuevo que dicho Comité de Solidaridad con Euskal Herria nos envió a la cárcel.

Mariano estuvo presente en casi todas las «Marcha a Herrera de la Mancha» y frecuentemente pasaba sus vacaciones en Urbina, ayudando a Blanca Antepara en las tareas de la huerta y en los trabajos del acogedor bar de la «irreductible plaza de Urbina».

Una parte de sus cenizas fueron esparcidas en esas tierras alavesas en una asamblea de los Comités de Solidaridad con Euskal Herria, celebrados aquel agosto. Os acordaréis de aquella asamblea, ¿verdad Madari, Maite, Iñaki, Korta, Ana...?

Mariano simboliza ese compromiso del «internacionalismo proletario», termino en desuso, pero esta primavera reverdece de nuevo en Urbina y en la Casa de Campo, donde acaba de iniciarse otro llamado «macrojuicio», esta vez contra un grupo de militantes del movimiento pro-amnistía, precisamente al lado de donde se encuentran los restos de las trincheras y búnqueres de la Casa de Campo, que protegieron en el Madrid de la República del asalto de los sublevados en julio de 1936, símbolo profundo de ese internacionalismo solidario.

El Madrid del «No Pasaran» que hizo frente al ejercito colonial de Marruecos, que se estrello en noviembre de 1936 contra la voluntad heroica del Madrid obrero y republicano, apoyado también por miles de internacionalistas europeos y americanos y centenares de vascos -entre numerosos militantes de ANV- que se organizaron en batallones dirigidos entre otros por el coronel Alzuagaray y muchos de los cuales cayeron allí en defensa de la República.

Una tierra, la de la Casa de Campo, que quienes fuimos juzgados en el sumario 18/98, recorrimos durante 16 meses con infinito respeto, sabiendo que aquellos caminos estaban regados por la sangre de miles de hombres y mujeres que lucharon durante más de dos años en defensa de la libertad. Allí recibimos también la solidaridad de importantes sectores de izquierda de Madrid, que denunciaron en múltiples ocasiones la farsa que se estaba desarrollando en la Audiencia, comparándolo en más de una ocasión con un tribunal similar a su antecesor de Orden Público franquista.

Pero también recibimos la solidaridad de militantes de organizaciones de otros pueblos del Estado, y en concreto desde Cartagena nos llegó el testimonio solidario de Isidoro Galán, compañero de Mariano González y que fue quien acompañado de un grupo de solidarios de Murcia esparció sus cenizas aquel verano en las campas de Urbina, donde esta primavera estará reverdeciendo también ese compromiso del internacionalismo proletario, aunque simbólicamente las excavadoras del Tren de Alta Velocidad intentan sepultar bajo toneladas de cemento esas cenizas. Mariano fue ejemplo y testigo de una vida radicalmente austera y absolutamente enfrentada al desarrollismo, despilfarro y agresión contra nuestra tierra que simboliza el TAV.

Lo mismo que los socialistas que ahora gobiernan intentan hacer olvidar las trincheras de la Casa de Campo y a los milicianos de ANV que allí cayeron combatiendo y a quienes en la actualidad cogieron su testigo en tantos ayuntamientos de Euskal Herria. Pero esa solidaridad sigue viva, como un ejemplo permanente, porque Mariano, como otros muchos, «son de esos muertos que nunca mueren», y siguen viviendo en el corazón del pueblo.

Desde esta cárcel, un inmenso abrazo a quienes ahora recordáis aquellos mismos senderos y a quienes recordarais a Mariano allá junto al mar, en los amantillados de Cartagena y en Urbina, ese pueblo combativo y solidario.

(*) Firman, junto con Iñaki O´Shea, Pablo Gorostiaga y Jexus Mari Zalakain.

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