Evacúan a un millón de personas en Beichuan por el riesgo de inundación
Las autoridades del distrito de Beichuan ordenaron ayer la evacuación de más de un millón de personas que permanecían todavía cerca del epicentro del terremoto que arrasó el sudeste de China ante el temor del inminente desbordamiento de uno de los lagos de la ciudad de Qingchuan, a 90 kilómetros al noroeste de Beichuan. Al riesgo de inundaciones, por el colapso de los ríos y los posibles daños en las presas, se une ahora la batalla contra las epidemias.
GARA |
Cerca de un millón doscientas mil personas fueron evacuadas ayer del distrito de Beichuan hacia las colinas para escapar de la inminente inundación que las autoridades preveían debido al desbordamiento de uno de los lagos de Qingchuan. En esta localidad, situada a 90 kilómetros de Beichuan, expertos y militares que participaban en las tareas de rescate evacuaron a más de dos mil personas, 46 de ellas heridas de gravedad.
Según informó ayer la agencia Xinhua, numerosos desprendimientos de tierra a consecuencias del fuerte terremoro del lunes bloquearon el drenaje del río originando la acumulación del diez millones de metros cúbicos de agua.
Los expertos destacaron que la continua caída de rocas y piedras al río hacen que suba el nivel del agua. «Si aumenta otros dos o tres metros, se desbordará el lago y estará directamente amenazada la vida de unas dos mil personas que viven refugiadas en sus orillas desde que ocurriera el seísmo».
En Qianjin, el agua ya alcanzó las calles, por lo que los equipos de rescate comenzaron la evacuación al tiempo que consideraban la posibilidad de derribar un dique para desviar el agua.
En el distrito de Beichuan, donde ayer se produjo una nueva réplica de más de 6 grados en la escala Richter, sus habitantes abandonaron viviendas y refugios para trasladarse a lugares más elevados. La advertencia de una posible inundación provocó el caos cuando supervivientes y equipos de rescate corrieron hacia las colinas.
A medida que las comunicaciones se restauran se está tomando conciencia de la magnitud del desastre. Las últimas cifras oficiales hablan de 28.881 muertos y 198.347 heridos, casi 16.ooo en estado crítico, y 4,8 millones de supervivientes han perdido su hogar. Las autoridades informaron de que 15,61 millones de casas han resultado dañadas y 3,13 se derrumbaron.
Pero junto al peligro de desbordamiento de ríos y presas, cuyos daños aún no se han valorado, las autoridades están inmersas en otra batalla, «la más urgente», la de evitar epidemias en las zonas devastadas, debido a la destrucción de las redes de distribución de agua potable. El riesgo de brotes epidémicos aumenta con los días, y alcanzará su pico más alto entre los diez días y el mes.
Llegar a Wenchuan, el epicentro del terremoto, sigue siendo, siete días después una auténtica odisea, pero, en compañía de soldados que viajan al lugar para ayudar a las víctimas, es posible entrar y hacerse una idea del dolor y la destrucción causadas.
La carretera de Yinxiu, el pueblo más devastado del distrito (7.000 de sus 10.000 habitantes murieron), está sembrada de grandes rocas y automóviles atrapados bajo ellas, lo que hizo que en los primeros días sólo pudieran llegar paracaidistas militares.
Ahora, otra forma de acceder es con las lanchas que utiliza el Ejército Popular de Liberación para enviar la ayuda humanitaria a esta remota zona del norte de la provincia de Sinchuan.
Los soldados, de apenas 20 años, comentan que trabajan las 24 horas del día para ayudar a Wenchuan, una zona hasta esta semana muy apreciada por turistas y montañeros, donde muchos pueblos son todavía inaccesibles.
El barco remonta el río Min, donde hace más de dos mil años se creó y aún se conserva la obra hidráulica más antigua del mundo, patrimonio de la Unesco que, como el resto de la zona, ha quedado gravemente dañado.
En el lugar de destino de las lanchas el ambiente es casi bélico. Junto a los soldados, decenas de personas de las montañas que huyen de los desprendimientos y corrimientos de tierra y que lo han perdido todo.
Desde allí, cientos de soldados emprenden una auténtica «larga marcha» por las laderas del monte, cruzándose con puentes caídos, carreteras partidas y más refugiados que hacen el camino contrario. Su sargento les prohíbe descansar: «No pareis», grita a los rezagados.