El lehendakari del Gobierno de Lakua viajará hoy a la Moncloa para mantener una entrevista largamente esperada por el visitante. Juan José Ibarretxe acude al encuentro con el mandatario español en una situación con la que no contaba cuando detalló, calendario en mano, su última «hoja de ruta». La profunda crisis que se ha abierto tras las elecciones del 9 de marzo en su partido y, por razones distintas, en el seno del gobierno tripartito, no colocan precisamente al lehendakari en una buena posición.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha aclarado por pasiva y por activa que no está dispuesto a debatir sobre los planes del lehendakari. El último conejo que el inquilino de Ajuria Enea ha sacado de la chistera, manipulando el borrador de acuerdo sobre el que se trabajó en Loiola, no hace sino devaluar su posición, dado que la respuesta del PSOE viene a remarcar que, de volver en algún momento sobre lo hablado entonces, lo haría mirando al interlocutor necesario de aquella mesa. Es decir, con esa izquierda abertzale con la que habló también después de Loiola y a cuyos interlocutores encarceló tras fracasar el proceso negociador. Pero además devalúa la postura de Ibarretxe porque fueron precisamente el actual y el anterior líder de su partido los que, junto a los representantes del PSE, abandonaron la mesa de Loiola.

Al calor del nuevo atentado de ETA en el Real Club Marítimo del Abra, Miren Azkarate manifestó que el lehendakari acude a Madrid «para poner en su sitio a ETA y demostrar que los acuerdos son posibles». Pero esos dos propósitos no están en manos del lehendakari. La reunión en Moncloa no se antoja determinante en la primera de las cuestiones, la de ETA, máxime cuando la experiencia demuestra que sólo un diálogo multilateral e inclusivo, con base en Euskal Herria y que aborde soluciones estables, puede alterar el escenario político. Respecto a la segunda cuestión, Ramón Jáuregi acotó el guión de la reunión de hoy al ceñirla al diálogo sobre transferencias. Las viejas, por supuesto.