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Raimundo Fitero

Meteoritos

Los fenómenos eurovisivos son tan fugaces como las noticias de seudo ciencia que cada noticiario televisivo nos lleva del consumo de vino a la abstinencia en nombre del mismo valor supervalorado: la salud. Estuvo un rato viendo las previas, las semifinales o como se llame del concurso y la primera constatación es que la estética de este año sigue en la tendencia hacia lo más cutre. No es que busquen frikis, es que son estéticas institucionalizadas de una modernidad antigua. No hay por donde cogerlos, bueno a excepción de algunos cuerpos gloriosos que se exhiben como coartada para ocultar unas almas, unas poesías abstrusas. En fin, que el famoso pavo está eliminado y que la representante del único país con el catalán como lengua oficial, también. A otra cosa.

No parece que los chicos y chicas de CQC estén logrando sus objetivos. En la entrega del miércoles pasado ofrecieron un larguísimo reportaje sobre San Isidro que me pareció absolutamente deleznable. Los reporteros eran de segunda o tercera división, como si se tratase de una televisión local, sin ningún tipo de gracia, muy molestos, pero sin carisma alguno, y aunque acosaron a Rouco Varela, le hicieron mil preguntas y hubo un montaje muy elaborado técnicamente, lo cierto es que resultó de una pobreza total. No se trata de hacerse el borde porque sí, sino de hacerlo con chispa, imaginación, gracia, aportando algo más que mala educación. La escuela la han tenido en el programa, pero estos chicos no debieron acudir a esas clases. Por este camino no van a Roma, ni llegarán al verano.

Es más, yo diría que este CQC flaquea desde el principio, su trío de presentadores no acaba de dar el tono, al del medio, le falta soltura, está tan pendiente del guión que no sabemos si algún día despegará y eso, como es el que debe impulsar todo, lastra al resto. Esperemos que no sean unos meteoritos que pasan fugaces por la parrilla. El programa antecesor en la programación, con Wyoming, les deja una audiencia que ellos deberían mantener y aumentar, pero en su segunda entrega lo que han hecho es descender de manera peligrosa. Las audiencias no avisan. Los fieles queremos lo genuino, no sucedáneos baratos. O sea, queremos a Roberto Chikilicuatre.

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