La marcha de Ortega Lara aviva la guerra emocional en el PP
Mientras María San Gil confirmaba a su secretario general y a los presidentes provinciales que dejará sus cargos en el partido y el Parlamento tras el congreso que arranca el 18 de julio, prendía la mecha de otra carga de profundidad contra Mariano Rajoy: el anuncio de que José Antonio Ortega Lara, otro de los símbolos emocionales del PP, deja el partido.
Iñaki IRIONDO |
La guerra interna en el Partido Popular se libra en el campo de las emociones. Dos grandes banderas de la batalla del norte -María San Gil y José Antonio Ortega Lara- se vuelven como lanzas contra Mariano Rajoy. Y los dos tienen algo en común, su enorme cercanía a Jaime Mayor Oreja.
Las fugas de Eduardo Zaplana y Angel Acebes, los dardos envenenados de Esperanza Aguirre, los mohínes de Manuel Pizarro, la contenida revuelta de los diputados más veteranos al verse desplazados de los principales puestos en el hemiciclo podían ser vistos por la opinión pública en general y por los votantes del PP en particular como la típica lucha por intereses personales que se da en los partidos en vísperas de un Congreso. De hecho, los intentos de la presidenta de la Comunidad de Madrid y de sus avanzadillas mediáticas («El Mundo» y la COPE) de elevar lo que se veía como un rifirrafe de egos a un debate de ideas no acababan de calar. Ni siquiera las iniciales arengas de Jaime Mayor Oreja llamando a la resistencia contra la segunda transición con la que José Luis Rodríguez Zapatero pretendía destruir España habían tenido excesivo eco.
Mariano Rajoy podía bandearse con cierta tranquilidad en ese terreno e incluso ir toreando a quienes le exigían que fuera adelantando la alineación del equipo que presentaría en el congreso. Ni siquiera las referencias grotescas de Gustavo de Aristegui debían inquietarle.
Pero en esas estaban cuando alguien encontró un flanco por el que sí podían hacer daño a quienes aspiran a dirigir el PP los próximo años: las emociones. Un terreno etéreo, intangible, donde ni siquiera una ponencia escrita sirve como elemento de certidumbre.
Y por ahí se lanzó María San Gil al anunciar que no firmaría la ponencia política que ella misma había redactado. La razón, falta de confianza en Mariano Rajoy. De inmediato, todos los «críticos» -y los «oficiales»- se alinearon con ella. La primera andanada funcionó bien en los medios, pero resultó incomprensible para los propios compañeros de María San Gil en el PP vasco, que le demostraron que no le seguían. Pero la presidenta no tenía ya marcha atrás. En aras de la defensa de supuestas esencias del partido que ahora peligran, sólo le quedaba inmolarse, lo que hizo el miércoles anunciando su retirada tras el congreso regional de julio.
La retirada de San Gil volvió a suscitar una oleada emocional a su favor y en contra Mariano Rajoy -acusado de «frialdad» hacia la heroína donostiarra-. Y, de pronto, otra carga de profundidad. El anuncio de que también se da de baja en el partido José Antonio Ortega Lara, el funcionario de prisiones afiliado al PP que ETA mantuvo secuestrado durante 532 días. No ha dicho por qué se marcha. Ni falta que les ha hecho a José María Aznar, Esperanza Aguirre, Gustavo de Aristegui y otros tantos para lanzarlo contra Mariano Rajoy entre acusaciones de que «la dirección nacional lo está haciendo muy mal». El terreno de la emoción no atiende a razones.
Militantes del PP de Madrid confirmaron la existencia de una convocatoria por medio de mensajes de móvil para una concentración de apoyo a María San Gil a las 12 del mediodía de hoy ante la sede central del partido.
Tras una reunión de María San Gil con su secretario general, Carmelo Barrio, y los presidentes provinciales, el PP vasco comunicó que todos se habían comprometido «a llevar a cabo una transición tranquila y ordenada», con la participación de la propia presidenta, buscando los «consensos necesarios» para garantizar los nuevos liderazgos.
Pero mientras desde el PP de la CAV se intenta calmar las aguas, otros desde Madrid o Perú (como Aznar) se encargan de caldearlas. Entre tanto, parlamentarios y dirigentes siguen atónitos y boquiabiertos el espectáculo que están ofreciendo hacia dentro y hacia fuera del partido.