La batalla de la propaganda en la lucha contra ETA y en la dinámica de los partidos
La propaganda oficial, entendida como instrumento que se emplea por parte de los poderes para controlar los estados de opinión, acapara espacios cada día más amplios, al tiempo que estrecha los cauces de debate e intercambio de ideas, con el consiguiente debilitamiento de las sociedades democráticas. La propaganda no es inocua, porque refuerza a las élites que ocupan el poder en detrimento de la libertad de pensamiento. A diferencia de la publicidad que se molesta en ofrecer, o simular al menos, opciones diversas al consumidor potencial, la propaganda implica la simplificación extrema, en el afán de hacer prevalecer un único modo válido de interpretar la realidad que nos rodea. No caben opciones, sólo una suscripción acrítica de los postulados que se exportan desde los órganos de dominio y desde las arterias de comunicación que sirven para bombear el mensaje único que emana de éstos hacia un cuerpo social al que se trata de convencer de que no existen ni las tonalidades ni los matices.
La propaganda es un pilar fundamental en un escenario de conflicto como el que soporta Euskal Herria, y de hecho es un elemento esencial dentro de la estrategia no sólo contra ETA sino contra el conjunto del independentismo. Esta semana, la propaganda se ha vuelto a imponer al derecho a la información veraz que asiste a una ciudadanía en un estado de derecho. La operación policial desarrollada en Burdeos, desplegada en base a criterios de oportunidad política y de búsqueda del máximo impacto mediático, es un ejemplo de manual.
Los jefes de los policías y los dueños de las empresas periodísticas comparten tareas, los unos señalando supuestos liderazgos, los otros adjudicando puestos de mando. Y cuando se da luz verde a la redada, de nuevo, los jefes de los policías alertan a los jefes de los periodistas para asegurar la cobertura mediática oportuna.
El inicio de los bombardeos sobre Bagdad, retransmitidos al mundo por las televisiones estadounidenses, marcó la pauta de un modelo de información que deja a un lado las barreras éticas, los manuales deontológicos, y sustituye el ejercicio del periodismo por la exhibición de imágenes y mensajes previamente elaborados.
Los periodistas encastrados, que actúan bajo protección de las tropas invasoras occidentales en Irak, Afganistán.. son un modelo que se globaliza. En Burdeos, los jefes políticos de los policías decidieron quienes, cómo y cuándo trasmitirían a la sociedad la «primicia» de las detenciones de unos presuntos militantes de ETA; determinaron, en definitiva, cuál sería el «pool» encargado de dar eco a la versión de los ministerios de Interior, que atribuyen altas responsabilidades en la organización armada vasca a los arrestados.
De este modo se asegura el impacto inicial, el control de la emoción y, lo que es fundamental, la uniformidad sin fisuras del producto de consumo ideológico-informativo. Se obvian las referencias, los contextos, a fin de que la que se presenta como «la» operación no pueda compararse con otras precedentes, no se sitúe en el espejo de tantos y tantos otros «principios del fin».
Los días sucesivos sirvieron para rebajar expectativas, para redimensionar brindis y abrazos, para hacer incluso algún guiño a la reflexión, pero ya sin el eco primero, sin el altavoz a pleno rendimiento, con la sordina que imprime una vorágine comunicativa, de sucesión de relatos, de solapamiento de noticias, que somete a los ciudadanos a un menú copioso de difícil digestión.
La reunión fallida y las ofertas partidarias
La operación en Burdeos y Andoain desplazó del pódium de las primeras noticias políticas a la reunión mantenida en Moncloa por José Luis Rodríguez Zapatero y el lehendakari Juan José Ibarretxe. Una cita, prevista en la «hoja de ruta», y que se saldó con el rechazo expreso de Moncloa a la vía propuesta por Ibarretxe. Sin embargo, ¿hay realmente un divorcio entre los planteamientos del PSOE y el PNV o más bien un desacuerdo que puede superarse con relativa facilidad en el momento que ello interese a ambos interlocutores políticos? Para vacunarse contra la propaganda conviene recurrir a la hemeroteca, para reparar en el acuerdo explícito que PSOE y PNV mantuvieron en el proceso de diálogo en Loiola.
En un panorama político convulso, desde Moncloa no se ha dudado en activar la maquinaria política para evitar que el candidato a lehendakari por el PSE se encuentre estigmatizado como el postulante del «no». El PSE también tiene plan: una reforma estatutaria que sitúe a la CAV en la senda de Catalunya... o Andalucía. Estatuto (retocado) con referéndum incluido, como en el 79, cuando el PNV sometió a la ciudadanía a un texto que no contaba con el consenso de los abertzales, pero que era aceptable para los poderes del Estado. ¿Son incompatibles los caminos del PSOE y del PNV? La historia política reciente anima a dar el «no» como respuesta. Máxime cuando se atisban maniobras para descafeinar la iniciativa de Ibarretxe hasta despojarla de cualquier utilidad que no sea la de servir, nuevamente, de propaganda electoral.