Raimundo Fitero
Marinaleda
Aunque sea reiterar, insistir, redundar, en La 2, cuando se ponen, son capaces de hacernos entender que existe otra manera de hacer televisión pública, y que otro mundo es posible. A veces, hasta el fondo y la forma se compenetran para hacer que el mensaje nos llegue subrayado, y esto suele suceder en un espacio que se emite la tarde-noche de los domingos, lo que es siempre una ayuda para prepararse para el tránsito. El espacio se llama «Crónica», un título que no es un derroche de imaginación ni ayuda a dar pistas sobre sus contenidos, pero que en su última entrega nos enseñó de manera extensa la realidad actual e histórica de Marinaleda, ese pueblo andaluz que pasó de la humillación de la miseria, de la inseguridad del «jornalerismo» al orgullo del trabajo, la ocupación de fincas, las cooperativas y la solidaridad.
Sánchez Gordillo es su alcalde, su líder, un hombre de ideas claras, al que le avalan sus años de lucha, los logros del pueblo y que su postura ante tantas otras cosas le dotan de legitimidad. Es un profesor de historia en el instituto y explica no solamente la versión del poder, sino de las consecuencias que ese poder tuvo sobre sus súbditos. En el reportaje no todo fue apología de la gestión de Marinaleda, sino que se producían unos discursos narrativos en donde algunas autoridades intentaban relativizar los logros del pueblo de Marinaleda y su alcalde con unos argumentos tan faltos de altura, que se invalidaban. Es obvio que muchos de los logros se hicieron, o se consolidaron, gracias a lo que se decidió en otras instancias de gobierno, pero no es menos cierto que la presión, la determinación, de todo el pueblo, ayudó a que se tomaran las decisiones que se tomaron y que ayudaron no solamente a Marinaleda sino a todos los trabajadores agrarios andaluces .
Cosas que nos contaron: pleno empleo, las tierras ocupadas rindiendo al máximo para todos, guarderías populares, servicios ejemplares para todos y algo fundamental, unas casas, adosadas, con terraza y jardín, que se construye cada uno y que cuestan veinticuatro mil euros. Eso sí, no se pueden vender, no son para la especulación. Un ejemplo. Otra manera de entender la vida.