El mundo mágico de Juan Muñoz se cuela en el interior del Guggenheim
Sorprendente, divertido, inquietante, el universo creado por Juan Muñoz ha llegado al Museo Guggenheim Bilbao en forma de exposición retrospectiva que repasa la trayectoria del innovador escultor madrileño fallecido hace siete años. La muestra, organizada por la Tate Modern de Londres, reúne ochenta obras realizadas entre mediados de los años 80 y 2001, que abarcan esculturas, instalaciones, dibujos, obras radiofónicas y escritos.
Karolina ALMAGIA | BILBO
Desde hoy y hasta el 5 de octubre puede verse en el segundo piso del Museo Guggenheim la exposición «Juan Muñoz: retrospectiva», comisariada por Sheena Wagstaff, curator jefe de la Tate Modern de Londres. De la pinacoteca londinese llega esta muestra que incorpora en Bilbo nuevos elementos, pertenecientes a la colección propia del Guggenheim, y que luego viajará a Madrid y Oporto.
Se trata de una gran y original exposición dedicada a uno de los artistas europeos contemporáneos más relevantes en el campo de la escultura y la instalación. Nacido en Madrid en 1953 y fallecido en Ibiza en 2001, Juan Muñoz, marido de la escultora donostiarra Cristina Iglesias, nadó a contracorriente toda su vida. «Trabajaba con mucho coraje contra las tendencias que prevalecían -dijo en la rueda de prensa celebrada ayer Sheena Wagstaff-. Era muy diferente a todos los artistas de su generación y fue el primer escultor de la España de la postguerra que dio una visión completamente nueva».
La comisaria británica destacó asimismo la capacidad narrativa de Muñoz, al que comparó con Borges por «su manera de desarrollar historias a caballo entre la realidad y la fantasía». «Juan decía que él era un engañador, un mago, porque creaba una realidad en paralelo que engañaba al público. Utilizaba el humor y la intriga para fabricar ilusiones», explicó. La conservadora de la Tate añadió que Muñoz, que vivió durante varios años en Londres y Nueva York, fue un artista «erudito y vitalista» y aseguró que se hubiera sentido «muy orgulloso» de ver su obra en el Guggenheim, junto a la de su admirado amigo Richard Serra. También el director del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, destacó esa relación «corta pero muy intensa y especial» que Muñoz mantuvo con el museo bilbaino y agradeció a Cristina Iglesias su colaboración «apasionada» en el montaje de esta retrospectiva.
Desde sus primeras obras arquitectónicas -escaleras, balcones y pasamanos-, situadas en ubicaciones imposibles, pasando por sus suelos ópticos en los que se desdibujan los límites del espacio y el tiempo, hasta sus instalaciones, dramáticas y teatrales, formadas por grupos de figuras humanas que evocan la soledad del individuo, las obras de Muñoz juegan con el espectador, invitándole a relacionarse con ellas.
Desde el exterior del Museo, da la bienvenida «Trece riéndose los unos de los otros» (2001), una obra que se expuso por última vez en 2005 en la Bienal de Venecia, y en la que trece sonrientes figuras dispuestas en bancos conversan entre sí. Dentro, una pequeña escalera de caracol que no lleva a ningún lado abre la retrospectiva. A partir de ahí, el visitante se encontrará con otros «extraños» lugares desde los que mirar y ser mirado, como sus balcones deshabitados de la serie «Hotel Declercq» (1986), que transforman el espacio en un pequeño e inquietante barrio urbano. Elementos privados de su función como ventanas que no se abren o pasamanos que no sirven de apoyo se codean con piezas como «Descarrilamiento» (2000-2001), donde la ciudad ocupa el interior de un tren descarrilado, que no sabemos dónde empieza ni dónde acaba.
Impresionantes las instalaciones, como «Tierra baldía» (1986) que evoca el poema de T.S. Eliot, y mediante un suelo de linóleo inspirado en los maestros del Barroco italiano, crea un juego óptico que dirige la mirada del espectador hacia una pequeña y extraña figura que nos observa desde la pared: un muñeco de ventrílocuo.
En «Escenas de conversación» (1994) los pequeños personajes se relacionan entre sí en un mudo diálogo en el que el espectador se siente como un intruso. Sorprenden también obras como «Viviendo en una caja de zapatos (para Diego)» (1994), en la que dos pequeñas figuras viajan en un caja de zapatos como si de un vagón de tren se tratara.
Personajes anodinos, enfundados en trajes grises, surgen de diferentes rincones del Museo hasta que llega uno de los trabajos más famosos de Muñoz, «Many Times» (1999), compuesto por cien pequeñas figuras sonrientes de rasgos asiáticos y sin pies, que parecen inmersos en animadas charlas.
La exposición, que incluye la famosa «Many times», compuesta por cien pequeñas figuras sonrientes de rasgos asiáticos, nos descubre el interés de Muñoz por el cine e incluye ejemplos de su obra literaria.
Lugar: Museo Guggenheim Bilbao. Fecha: Del 27 de mayo al 5 de octubre (lunes, cerrado). Organiza: Tate Modern de Londres, en colaboración con el Guggenheim. Comisaria: Sheena Wagstaff. Web: www.guggenheim-bilbao.es.