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Los sudafricanos pobres responsabilizan de su situación al Gobierno y a los inmigrantes

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Acampada delante de una chabola de chapa sin agua ni electricidad, Constance Mvula resume la frustración acumulada en los townships (barriadas) de Sudáfrica, acusando a su vez a las autoridades y a los inmigrantes. «Estoy muy, muy enfadada con el Gobierno», afirma esta madre de familia que vive en la barriada de Ramaphosa, a 40 kilómetros de Johannesburgo. «No tenemos aseos, no tenemos agua. Doce personas viven en esta chabola. Nuestros niños enferman con facilidad», se lamenta.

Un pedazo de tierra destaca del resto. Es donde vivían los inmigrantes mozambiqueños que, asustados por los ataques xenófobos que se han cobrado 56 vidas en Sudáfrica, huyeron del township, mientras sus vecinos se apresuraron en saquear y desmontar sus viviendas.

«No tengo ningún problema con los extranjeros, pero el Gobierno debería ocuparse primero de nosotros», añade Mvula, de 30 años, antes de realizar acusaciones más graves, ya que no duda de que los inmigrantes «drogan a los niños para poder acostarse con ellos, se quedan con los empleos de los sudafricanos y son ladrones».

«Aunque se basa en malas percepciones, la xenofobia está arraigada», aseguran las analistas Romi Fuller y Nahla Valji en la página web del Centro de estudios sobre Violencia y Reconciliación. «La reciente ola de violencia está claramente vincula- da a a degradación de la situación económica», añaden y citan el encarecimiento del petróleo y de los alimentos básicos.

Sudáfrica acoge a más de cuatro millones de extranjeros, pero la primera economía del continente funciona a dos veloci- dades, con más del 40% de su población bajo el umbral de la pobreza y una tasa similar de desempleo. En este contexto, la competencia es dura.

Las tensiones, palpables desde hace meses, estallaron el día 11 en un barrio pobre de Johannesburgo y se extendieron a otros lugares del país, entre ellos Ramaphosa, donde el pasado fin de semana sus habitantes quemaron vivo a un mozambiqueño. «El Gobierno debería reflexionar más por qué nos mata- mos entre nosotros. El volcán va a estallar en Sudáfrica», advierte Lebo Bless, de 23 años, antes de acusar a las autoridades de realizar «promesas que no cumple».

El presidente del país, Thabo Mbeki, fue criticado por viajar a Japón en medio de esta crisis. Ayer se produjo un ataque con explosivos contra un almacén regentado por ciudadanos chinos en Eastern Cabo. Además de los muertos y cientos de heridos, el número de inmigrantes desplazados asciende ya a más de 100.000. El Gobierno informó del saqueo de 350 establecimientos pertenecientes a extranjeros y de la quema de 213.

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