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Canje tras una guerra que causó mil muertos

Las autoridades de Israel y de Hizbullah parecen haber allanado el camino a un intercambio de prisioneros. Hasta ahí la noticia, a acoger con cautela, no ofrece elementos que merezcan ser destacados, ya que la historia libanesa, como la palestina, está plagada de episodios similares.

El elemento distintivo del caso es que ese acuerdo incluiría a dos soldados israelíes capturados en julio de 2006 en una operación de la resistencia libanesa que llevó a Israel a poner en marcha un ataque bélico que se prolongó durante un mes y que, además de no lograr los objetivos apetecidos por Tel Aviv, causó la muerte a un millar de personas y sembró la devastación en el país de los cedros. En pocas ocasiones queda tan de manifiesto la inviabilidad de un conflicto militar como en este caso, en el que Israel debe asumir una negociación con Hizbullah ante la evidencia de que su guerra de verano ha reforzado a la resistencia islamista, como se ha demostrado en el pulso librado semanas atrás con el Gobierno o con el nombramiento del nuevo presidente libanés.

La política de injerencia militar, en la que bajo el argumento de la seguridad Israel trata de dirigir los destinos de sus vecinos, tiene sus limitaciones y se traduce en crisis políticas, ligadas muchas veces a escándalos de corrupción, como el que sacude al premier Ehud Olmert.

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