Marcelo Alvarez, Javier Garcia y Lander Garcia Miembros de Ahaztuak 1936-1977
Reflexión desde Ezkaba
La esperada intervención de Ernesto Carratalá fue sentida por una buena parte de los allí presentes como poco respetuosa u ofensiva para con las ideas anarquistas o nacionalistas, para con el derecho de autodeterminación de los pueblos... Aparece nítida la necesaria identificación de esa memoria histórica con la defensa a ultranza de unos valores muy concretos, que no han de ser partidistas, pero sí tajantemente democráticos
Al referirnos al acto que el pasado domingo día 25 de mayo realizamos en el monte Ezkaba para conmemorar la fuga que centenares de presos políticos encarcelados por los franquistas protagonizaron en dicho lugar el 22 de mayo de 1938, comenzamos enviando un abrazo y nuestro reconocimiento a las personas que, unas con su trabajo y otras con su presencia, hemos hecho posible un año mas el encuentro en ese «Fuerte San Cristóbal», con cientos de personas y con esas banderas queridas por las ideas de libertad que simbolizan y por la memoria de los que sufrieron prisión, tormento y muerte por defenderlas: la republicana junto a la ikurriña, la bandera roja y la rojinegra junto a la de ANV... todas ondeando al viento en la cima de Ezkaba. Y en ese viento, volando libres, los sueños que aquí se intentaron encerrar junto a quienes los soñaron.
Sin embargo también debemos hacer una abierta crítica a una parte del homenaje. Esperábamos quizás haber leído otras reflexiones por parte de otras personas o asociaciones allí presentes, pero creemos necesario realizar una reflexión critica sobre la intervención de Ernesto Carratalá, persona que al ser uno de los pocos ex-presos políticos encerrados en San Cristóbal que aún vive, asumía una cierta centralidad en el acto. Su esperada intervención fue sentida sin embargo por una buena parte de los allí presentes como poco respetuosa o incluso como ofensiva para con las ideas anarquistas, para con las ideas que él en su intervención definió como «nacionalistas» -a las que comparó con la ideología nazi-, para con el derecho de autodeterminación de los pueblos...
No podía ser otro el sentimiento cuando es sabido que entre los allí presos había gente de todo el arco político-ideológico existente en aquellos años en el campo antifascista, pero con un arraigado sentimiento de luchar por un objetivo común, objetivo que durante su estancia en el fuerte fue -como el mismo Carratalá describe- resistir frente al brutal régimen carcelario de exterminio; que durante la preparación de la fuga y durante ella fue la conquista de su libertad; y que en todos los momentos fue la lucha frente al enemigo común: el fascismo. En esa empresa estuvieron juntos, codo a codo, golpe a golpe y muerto a muerto socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos y nacionalistas como Andrés Gangoiti -uno entre tantos-, militante de ANV cuyos restos fueron exhumados hace unos meses en el llamado «cementerio de las botellas», en una de las laderas del monte Ezkaba.
Nos dolió asimismo el miedo a la libertad de los pueblos -y por ende de las personas que los componen- que contenía ese discurso. Máxime viniendo de un hombre como Carratalá, que tan caro ha tenido que pagar la defensa de su propia libertad. A nuestra manera de entender -y mas allá de la persona concreta aquí está lo verdaderamente preocupante para nosotros- esa desafortunada intervención no es sino un síntoma más de la histórica incapacidad que la mayoría de las izquierdas españolas para interpretar y asumir una posición realmente democrática frente a la problemática de las naciones oprimidas por el Estado español. Esas izquierdas han mantenido, bajo el manto de un supuesto internacionalismo, la variante izquierdista de la «España Una» que es el discurso de la «España roja, pero nunca rota». Es necesario remarcar esto porque entendemos que es en ese chauvinismo gran-español, compartido en ciertos grados por derechas y algunas izquierdas, donde se encuentra actualmente el principal humus del que sigue alimentandose el franquismo sociológico y político que aún hoy pervive. Un franquismo latente a desterrar, algo que desde las asociaciones de victimas del franquismo y desde el denominado movimiento memorialista consideramos como uno de nuestros objetivos prioritarios.
Con todo ello creemos que lo ocurrido el domingo en Ezkaba debe de servirnos a todos -también a Ernesto Carratalá como compañero que es en este «combate por la memoria»- para reflexionar de manera constructiva no sólo sobre un acto que creemos ha de seguir siendo una referencia anual en la lucha por una memoria histórica, democrática y antifascista de Euskal Herria, sino sobre los imprescindibles parámetros democráticos y de respeto a todas las opciones que debe contemplar esta memoria. Sobre todo si se considera, como es nuestro caso, que esa memoria histórica democrática y antifascista que defendemos ha de ser algo no solamente discursiva o reducida a libros, conferencias y homenajes, sino un elemento de aprendizaje, recuperación y ejercicio práctico de esquemas de comportamiento realmente democráticos, de libertad y libertades sin cortapisas, de aprehender esa memoria para ponerla al servicio de la solución de los problemas del presente y, por tanto, al servicio de un futuro mas libre.
Pensamos que de nuevo aparece nítida la necesaria identificación de esa memoria democrática y antifascista con la defensa a ultranza de unos valores muy concretos que, desde nuestro punto de vista, no han de ser partidistas -ni «nacionalistas» ni «unionistas»-, pero sí tajantemente democráticos en cuanto a defender a capa y espada la posibilidad de defensa y materialización de todos los proyectos o modelos políticos, sociales, territoriales, económicos... que la ciudadanía tanto de Euskal Herria como del conjunto del Estado español -ese Pueblo con mayúsculas del que a algunos tanto les gusta hablar y tan poco dejarle hablar- tenga a bien proponer.