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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Minoría criminal

Y, a pesar de todo, seguimos hablando de reyes, banqueros, famosos supermillonarios con respeto, el respeto que le falta al trabajador

Capaces de llegar a Marte e incapaces de solventar los problemas que acucian a millones de seres que se mueren de hambre o de enfermedades, capaces de acumular miles de millones de euros en unos pocos bolsillos e incapaces de ayudar a los más pobres, capaces de vivir del cuento de unos pocos e incapaces de respetar la diferencia. Suena raro, pero estamos viviendo en una extraña burbuja de valores sin mezclarnos con la gente que a unos pocos kilómetros, o metros, nos parecen muy diferentes.

El mundo hecho a escala del ignorante, con información filtrada y utilizada para asumir la barbarie del consumismo -no importa vivir en esta zona amurallada donde nos vigilan con cámaras y miles de uniformados, con tarjetas, internet o los móviles- dicen que es el coste de vivir como privilegiados y por encima del nivel de vida de la inmensa mayoría.

Sobrevivimos a amenazas anunciadas desde los medios del poder, ataques inexistentes que surten el miedo y la situación de vivir cada día más presos por la carencia de libertades. Todo vale para protegernos del más débil pero abundante ser que es el pobre y su inconformismo, y de los miedos surgen los ataques preventivos, muchas veces racistas, o cualquier otra fobia justificable y abundante.

Las imágenes de Sudáfrica expulsando a los más pobres negros; las de Italia y su dictador; las de Bolivia, donde los clanes poderosos han organizado grupos criminales de la derecha radical que humillan al indígena o al campesino en pos de una supremacía de los clanes de la llamada Media Luna; las de Brasil con más y más selva quemada e indígenas domesticados; las de Sudán, Palestina, Myanmar, China o la de los que mueren en accidentes laborales nos hablan sólo de pobres sufriendo. No hay que equivocarse con dramas momentáneos y circunstanciales globales, los ricos siempre están lejos de estas probabilidades de violencia creada, no se mezclan en espacios comunes.

Y, a pesar de todo, seguimos hablando de reyes, banqueros, famosos supermillonarios con respeto, el respeto que le falta al trabajador que recoge nuestras mierdas, que nos pinta la casa, que pesca; al baserritarra, al operario de una cadena de producción, al que educa... ¿Estamos locos o nos aboban desde la niñez? ¿Se merece algún respeto quien mantiene este sistema o lo potencia, o quienes en su defensa utilizan más y más violencia legal?

Tenemos medios de llegar a solucionar el sufrimiento mayoritario de los pobres y el de los que sufren persecución por la minoría dominante que defiende el sistema de consumo del capitalismo criminal. Llegan incluso a ridiculizar la muerte de los trabajadores como «accidentes laborales», o nos hablan como de algo extraño y ajeno de la violencia machista, ignoran a conciencia la muerte diaria de miles de personas por injusticia social, agotan los recursos de la tierra eliminando cualquier esperanza futura a las nuevas generaciones, generan gran desigualdad y lo defienden por todos los medios.

Aún así, nos hablan de respeto, paz, libertad y progreso. Mienten y engañan a conciencia. Otros les aplauden a rabiar y siguen sus consejos.

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