«Mi música es sufismo, romanticismo, folklore e imaginación»
Músico
Omar Faruk mostrará mañana en Tolosa (Teatro Leidor, 20.30) toda la magia de su música; una mezcla entre los ritmos tradicionales turcos y «veneno» de Occidente. El disco «Alif» (2001) hizo que el nombre de este músico turco afincado en Nueva York sonara en todo el mundo y «The tree of patience» (2005) lo ha consolidado como uno de los artistas más interesantes dentro de la música étnica.
Rebeka CALVO | TOLOSA
Omar Faruk rebosa tranquilidad, quizá se deba al sufismo -la faceta mística del Islam-, del que es devoto. Nos citamos con él en el restaurante Café Frontón de Tolosa, donde lo encontramos probando la darbouca que su amigo, el también turco y residente en Tolosa Sükrü Karakus, le ha prestado. Faruk se relaja gracias a los masajes de su mujer antes de empezar con la entrevista. Una vez listo, aclara que para él la religión y la música van de la mano. El sufismo para él «es amor», lo mismo que la música: «El amor y la música dan serenidad. La música atraviesa todos los muros. Es una manera de meditar, para mí».
No se cansa de repetir que sus raíces están en Turquía, aunque lleva ya muchos años viviendo en Nueva York. ¿Qué aporta cada país a su música?
Hago música de mi país en un 80%, pero lo mezclo con un poco de «veneno» de Occidente. Los instrumentos que suelo utilizar son tradicionales, aunque utilizo también un sintetizador para mezclar los sonidos.
Con su último trabajo de estudio, «The tree of patience», ha querido homenajear a todos sus maestros. ¿Qué es lo que ha aprendido de ellos?
Es así, el dibujo del árbol que se puede ver en el disco -dibujado por él mismo- muestra a todos mis maestros. El cuerpo del árbol es mi primer profesor, de quien aprendí el ritmo y las escalas. Con él estuve durante 10 años y todavía hoy influye en mi música. También hace referencia a quien me enseñó la filosofía del ritmo. Él me enseñó que hay que tocar a alguien o a algo, nunca jamás tocar al vacío.
Sobre su hermano Hadjir, que también está reflejado en su particular árbol, ha dicho que es la lluvia que lo hace crecer, ¿cuál es el papel de Hadjir en su música?
Estamos todos los días en contacto, incluso tocamos juntos a través de internet. Nos relajamos y nos escuchamos. Forma parte de mi vida.
En el disco «Alif», contó con la colaboración del guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez y, en este último, con la ayuda de Enrique Morente, que casualmente está estos días en Gernika. ¿Existe una conexión especial entre el flamenco y la música tradicional turca?
En realidad quiero colaborar por siempre con Enrique Morente, me gustaría poder estar en el escenario con él, pero, por el momento, no ha sido posible. Mi música siempre ha tenido cuatro esquinas: sufismo, romanticismo, folklore e imaginación. Es por este último punto por el que siempre estoy colaborando con gente diferente, es el punto donde me sitúo para colaborar con otras músicas, culturas y ritmos.
En cuanto a la relación del flamenco con la música tradicional turca, en mi opinión, existe una estrecha relación entre una y la otra. Ya de pequeño, cuando oía la música de los gitanos de la calle, me emocionaba mucho. Me encanta el flamenco.
Ha llovido mucho desde que publicó su primer disco, la banda sonora de «Suleyman el Magnífico», ¿ha cambiado en algo su música?
En realidad di con ese formato del que he hablado antes -las cuatro esquinas- con «Suleyman el Magnífico», junto al productor, Brian Keane. Mantengo todavía ese formato, aunque vamos evolucionando, ya que encontré un mundo diferente; esa música contiene las bases del sufismo. Incluso llegamos a pensar llamar a un imán para recitar el Corán.
Pero hubo un tiempo en el que no pudo vivir de la música y tuvo que trabajar en un taller de confección. ¿Qué supuso aquello para usted?
Fue bastante duro, porque mi objetivo era ir a Nueva York, pero el padre de mi esposa, que es músico, me dijo que no fuera, porque es una ciudad muy grande que me podía machacar. Esto me afectó mucho y me hizo pensar: «¿Qué es lo que quiero hacer? ¿Tocar sobre el escenario o hacer música?». Decidí hacer música y estar en mi estudio tocando y practicando en un 70%, y, si me salían actuaciones, dedicarles el 30% restante. Pero ya sabemos que vivir de la música es difícil, por lo que los primeros meses estuve trabajando en una fábrica, en una gran máquina con un ruido terrible. El primer día me asustó, pero al día siguiente volví con otra mentalidad; tenía que aceptar el ruido, y descubrí toda una orquesta a mi alrededor. Así es como descubrí, además, que mi cuerpo es un instrumento, lo importante es sentir la música y conformarse con eso. Todo es música, no hace falta estar tocando algo con un instrumento.
Más que virtuosismo, la música para usted es sentimiento.
Es una manera de comunicación, tienes que transmitir lo que sientes. Tengo un amigo con el que suelo quedar mucho para tocar, compartimos el estudio, y él me dijo que quizá me ha llegado la hora de cambiar, puesto que ya he creado un estilo que imitan otros músicos turcos. Yo creo que no. Cuando toco no tengo ningún objetivo, simplemente quiero transmitir mi emoción, mi identidad se basa en la emoción, cuando estoy tocando y me cae una lágrima o se me pone la piel de gallina he conseguido crear música.
¿Le ha llegado ya el momento de crear algo nuevo?
Mi próximo proyecto será de música sufí, pero fusionándola con la música tradicional de países donde existe tradicionalmente música sufí (Turquía, Siria, Israel, incluso Marruecos).
¿Qué tipo de concierto va a ofrecer mañana? ¿Se va a centrar en el disco «The tree of patience»?
Básicamente música étnica, aunque también tiene una mezcla de músicas de Occidente. Suelo preparar una mezcla de todos mis discos para repasar mi trayectoria. Tocaré dos canciones del último disco y dos o tres del resto de trabajos.
«Mi próximo proyecto será de música sufí, pero fusionándola con ritmos tradicionales de países donde existe música sufí»