El decimotercer debate de la denominada «moción ética» se convirtió de nuevo en un ejercicio de gran trasfondo y dimensión política, más allá de que los cinco votos de PSE y PNV fueran suficientes para que prosperase su iniciativa contra la izquierda abertzale. Era previsible. Ocho horas antes el mismo secretario general del PSE de Gipuzkoa, Iñaki Arriola, afirmaba que Urretxu sería una de esas localidades en las que por su «responsabilidad» como segunda fuerza, llevarían a cabo la segunda fase de la dinámica acordada con el PNV: presentar la moción de censura. También era previsible que, teniendo en cuenta que contaban con su propia moción, los tres ediles de EA optasen por la abstención. El concejal de EB-Aralar también se abstuvo en el tercer punto del texto: el que exige dimisiones.

La sesión comenzó y finalizó con la afirmación del alcalde Iñaki Zabala de que la iniciativa de PSE y PNV no va a traer nada bueno a Urretxu, salvo la confrontación y la discordia entre la clase política, luego extensible al conjunto de urretxuarras. Fue un debate «serio» que se prolongó durante dos horas, con un aforo reducido de 60 personas y casi sin la presencia de medios de comunicación.

Lo mejor, los participantes del debate. Desde la conocida promotora de la iniciativa Ahotsak y edil del PSE Gemma Zabaleta, hasta ex presos, familiares de prisioneros y de muertos por los GAL o imputados en «caso Udalbiltza». De estos últimos, todos hablaron de sus experiencias y censuraron «el daltonismo» de los que sólo ven «la violencia y no las violencias».

Una ex concejal de la izquierda abertzale reconoció «el aire fresco» que llevó Zabaleta hace cinco años con su llegada al Ayuntamiento. Sin embargo, le mostraron su «dolorosa» desilusión por «haber perdido, enmascarado o relegado esa capacidad que tenías para ver una fotografía integral del conflicto».

Las críticas al PNV, aunque de otra índole, también fueron continuas. Las respuestas jelkides se limitaron a la «necesidad» del cambio de gobierno.

En el exterior del Consistorio, más de un centenar de vecinos llevaron a cabo una protesta que, vigilada por la Ertzaintza, despidió a los jeltzales al grito de «PNV español» y recibió a los independentistas con aplausos.