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Raimundo Fitero

El cisne feo

Para empezar una rectificación: la coletilla que repetía la locutora meteorológica de CNN + no era como decíamos ayer, «pero podemos encontrarnos con...», sino «no descartamos que...», pero que fue la más reiterada, aunque la otra frase también apareció, pero como le sucede a los amigos y amigas de la tele cuando se les estropea el aparato que les pasa el guión ampliado, a los plumillas cuando se nos traspapelan los apuntes, nos suceden estas faltas de rigor. Y rectificamos porque nos gustó que en «Sé lo que hiciste... la última semana», tenga una sección dedicada expresamente a sacarse los colores a ellos mismos, o sea, a desvelar las erratas, las coladas, los fallos. Y es un buen ejercicio.

Hagamos cuentas: la transformación de Bea, de una mujer con desaliño indumentario, con un descuido absoluto de su propia personalidad en una persona atractiva, es decir su metamorfosis a base de depilarse las cejas, sacarse los brackets de los dientes, cambiar su vestimenta casi monjil o de secta por ropa de marca barata y soltarse el pelo, se ha convertido en uno de los momentos de máxima audiencia televisiva. Se dice pronto, pero el asunto es que alcanzó los ocho millones de telespectadores, es decir que hasta superó a la media de audiencia que tiene la reina de la noche televisiva dominical: Aída.

Estas cifras son tan contundentes que deberíamos empezar a recapitular sobre el propio fenómeno, porque esta serie, en su versión colombiana original, fue de ciento sesenta capítulos, pero en la versión actual (antes hubo otra en Antena 3 que no tuvo casi repercusión), ha superado los cuatrocientos, y sigue. Sí sigue, las tramas y muchos de los personajes siguen. Y seguirán, y ahí está una opinión recalcitrante, con un nivel de calidad bajísimo, con unos guiones muy poco elaborados, y con un reparto justo, tirando a malo. En esta ocasión ha sido el cisne feo el que ha triunfado, ha interesado el personaje de la fea, su bondad, su capacitación profesional, su caso. La empatía que provocaba ha estado por encima de la forma en la que se nos ha contado su historia. Cuestión de género televisivo.

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