HOLANDA 3

ITALIA 0

Dicen que gran parte de culpa de que Marco Van Basten haya decidido proseguir ligado al mundo del fútbol en la silla eléctrica de los banquillos la tiene el que fuera su mejor técnico, Arrigo Sacchi. El italiano le inspiró al tulipán el amor no sólo por la victoria, sino también por obtenerla con la suficiente dosis de talento y clase como «para que quede en el corazón de jugadores y aficionados».

Le enseñó demasiado bien y a estas alturas toda la península transalpina debe estar maldiciendo que el técnico del mejor Milan del final de los ochenta hubiera transmitido sus conocimientos al ahora seleccionador holandés. Su compañero por aquel entonces en la mítica escuadra rossonera y ahora preparador italiano, Roberto Donadoni, no debió asistir a aquella charla y bien que lo pagó ayer.

Ambos eran buenos amigos en el césped y lo siguen siendo -quedan todos los años para medirse al golf, donde el transalpino se defiende mejor-, pero Van Basten le dio todo un repaso sobre el Wankdorf Stadium a los actuales campeones del mundo y a su máximo responsable. No sin reconocer que la jugada que abrió la caja de los truenos oranje fue del todo irregular, al comerse el sueco Frojfeldt un clarísimo fuera de juego de Van Nistelrooy, que fue quien abrió el casillero.

La desconocida Italia -en los primeros compases del choque incluso llevó la iniciativa en el juego- se mostró claramente impotente ante la rapidez y claridad en el juego de los dos discípulos aventajados Sneijder y Van der Vaart, quienes hicieron lo que les vino en gana, especialmente en la primera mitad.

Tan clave como estos dos jugadores fue Van Bronckhorst, al que le ha sentado muy bien irse del Barça. Salvó un gol bajo palos, fabricó a renglón seguido la contra que supuso el 2-0 y anotó el gol definitivo. Donadoni deberá vengarse en el green.