Belén Martínez Analista social
Resistencia indígena y poder indio
Sabemos, gracias a la resistencia indígena, que antes de que Colón soñara con el «Nuevo Mundo» ya existía «Abya Yala» («una tierra llena de vida, floreciente»). La vida y la muerte también se celebra(ba)n más allá de los límites de nuestro mapamundi eurocéntrico
María Xipayá es la última mujer de su tribu que habla la lengua xipaia. Para las mujeres y hombres xipaias no existe ninguna palabra que signifique «año». Esa unidad de tiempo no figura en la cultura xipaia. Cuando María muera, una cierta manera de entender el mundo y un modo de vida desaparecerán con ella.
Hace unos días, los medios de comunicación difundían las imágenes de un grupo de personas que, supuestamente, no habían tenido contacto con «el hombre blanco». Parece ser que habitan en algún lugar de la selva que se extiende entre los estados de Perú y Brasil. Los media nos los presentan con una actitud defensiva, por la irrupción en su apacible vida de un objeto poco o nada familiar, me imagino. No tengo ni la más remota idea de cuál es el pueblo («aún sin descubrir») al que pertenece esa gente. Tampoco sé si en su lengua existe un término para designar «helicóptero» o «gripe». Lo que sí sabemos, gracias a la resistencia indígena, es que, antes de que Colón soñara con el «Nuevo Mundo», ya existía Abya Yala («una tierra llena de vida, floreciente»). Y es que la vida y la muerte también se celebra(ba)n más allá de los límites comprendidos en nuestro mapamundi eurocéntrico y pretendidamente universal.
Confieso que tengo enormes dificultades a la hora de referirme a los pueblos del continente americano: ¿amerindios, pueblos originarios, naciones indias, población indígena, población autóctona? Gentes que llevan más de cuarenta mil años habitando un vasto continente. Sus hijas e hijos, al igual que sus ancestros, continúan defendiendo el derecho sobre la Pachamama (Ama Lurra o Madre Tierra) y los bienes y recursos con la que ésta nos obsequia, afirmando el carácter inalienable, imprescriptible e inembargable de los mismos. Llevan siglos resistiendo contra las conquistas, el imperialismo, la colonización y los procesos de transculturación acompañados de pillajes, expolio, racismo, masacres y genocidio.
Desde los años sesenta asistimos a lo que se podría denominar la emergencia, el resurgimiento o el renacimiento indígena. La elección de Rafael Correa como presidente de Ecuador, en 2007; la creación y acción del MAS (Movimiento al Socialismo), como un instrumento político para la soberanía de los pueblos Quechuas y Aymaras, que culmina con el acceso a la Presidencia de Bolivia de Evo Morales, en 2006; la mundialización del movimiento zapatista y el auge del movimiento mapuche en Chile, entre otros, constituyen algunas de las expresiones de la crisis de un mecanismo de dominación, que el sociólogo peruano Aníbal Quijano designa como «la colonialidad del poder», caracterizada por una alienación cultural promovida y favorecida por las elites que viven y se perciben como blancas y civilizadas.
Lo que antes parecía totalmente inviable, hoy es una realidad: el reconocimiento y restitución de los derechos «originarios», es decir, anteriores a las constituciones de los estados nacionales, de las comunidades indias sobre las tierras que habitan, y su acceso y administración del poder.