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9.000 cuerpos en busca de su lÍmite en una de las pruebas mas importantes del planeta

«¿Y tú con cuántos kilómetros llegas?» Es la pregunta que más se escucha en Sabiñánigo minutos antes de que comience una de las marchas más importantes del mundo; 200 kilómetros, 4 puertos dignos de la etapa reina del Tour y 9.000 ciclistas. Bienvenidos a la Quebrantahuesos.

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Koldo AKORDARREMENTERIA

Con el inicio del buen tiempo, las carreteras de Euskal Herria se llenan de ciclistas que han estado resguardándose del mal tiempo durante todo el invierno. Alguno habrá intentado mantener la forma, acudiendo a algún gimnasio o a alguna piscina. Pero ya es junio, y la mayoría lleva unas cuantas semanas entrenando. Muchos de estos ciclistas tienen una cita en mente, y orientarán su preparación exclusivamente para buscar el óptimo estado de forma hacia mediados de junio, y es que entonces se disputa la Quebrantahuesos. Este año concretamente se disputará mañana y será la edición número 18 de esta marcha ciclista que cada año gana más adeptos. Los ingredientes son simples: un circuito digno de la etapa reina del Tour, un despliegue de seguridad pocas veces visto en un evento popular y mucha gente. Este último componente es el más importante de todos. Es el engranaje que da sentido a los 200 kilómetros de la prueba. Ciclistas de todas las edades, de todos los lugares (más de 14 nacionalidades en la última edición) y de todos los niveles se dan cita en Sabiñánigo una vez al año. Algunos tardarán 7 horas en cruzar la meta, y otros más de 10, pero eso es lo de menos.

Ambiente festivo

El día de la QH suele ser un día de fiesta en la comarca. Los vecinos del lugar se agolpan a los dos lados de la carretera con la intención de insuflar aliento a los sufridos corredores que pedalean en busca de la meta situada en el mismo punto de partida; en Sabiñánigo. Es una manera de agradecer el impulso económico que supone esta prueba en la zona. Y es que en estas fechas es imposible encontrar libre una habitación de hotel en 60 kilómetros a la redonda. «Todo está cogido desde navidades», dicen para que nos hagamos una idea de la magnitud del evento. Abraham Olano, participante de la QH, y que en 2004 recibió un homenaje por parte de la organización, opina que el éxito de esta carrera está en que el circuito es siempre el mismo. «Eso crea un espíritu de auto-superación en el ciclista; y cada uno se pica consigo mismo con la intención de superar el tiempo del año anterior», añade.

El que no esté inscrito ya, que se olvide de participar con dorsal. Las autoridades sólo permiten 9.000 inscripciones, y todas se agotaron el mismo día que salieron a la venta. De todos modos es bien sabido que muchos corredores acuden sin inscripción; algo poco aconsejable ya que nadie se hará cargo de los posibles percances que pueda sufrir.

Sabiñánigo, eje central

El centro neurálgico de este evento internacional está en Sabiñánigo, Huesca. En ese mismo punto se encuentran la salida y también la llegada. El inicio de la prueba se caracteriza por la tensión que invade los cuerpos de los corredores. Los pensamientos que se agolpan en sus mentes son de todo tipo; ¿llegaré a meta?, ¿me respetarán esos calambres que aparecieron en febrero?, ¿acabaré antes que mi amigo Kepa? 5 minutos antes del inicio la tensión coge con más fuerza a los corredores. Pero los estiramientos son un buen analgésico para distraerse y no pensar en la kilometrada que viene por delante.

Y así, sin previo aviso, se da el pistoletazo de salida. Ya no hay vuelta atrás. Ya no vale volver a echar el pie a tierra, a no ser que haya una buena excusa para ello. Muchos han orientado la preparación de todo el año de cara a esta prueba, así que el margen de error es muy pequeño. Por delante 200 kilómetros de terreno «rompepiernas» subiendo los puertos más míticos y cruzando los valles más hermosos del Pirineo oscense. «Sí claro. Eso será para los semi-profesionales, que tienen tiempo de ver el paisaje; nosotros suficiente hacemos con llegar a meta de alguna manera», protestarán algunos.

Empieza la batalla

La carrera comienza con un tramo muy cómodo de 40 kilómetros. «La gente no está muy acostumbrada a andar en grandes pelotones a mucha velocidad, por lo que hay que extremar las precauciones», avisa Abraham Olano. Más vale seguir estirando los músculos para que no se enfríe el cuerpo. Así se llega al primer puerto del día: el Somport. En teoría el más asequible. Aunque tenga 16 largos kilómetros con una rampa media del 4,21%, es el primer obstáculo y los corredores están frescos todavía. Por lo que la mayoría lo sube con cierta tranquilidad.

De esta manera se alcanza la cima del primer puerto. No es recomendable dejarse llevar por la euforia de haber superado la primera barrera, porque la QH ya ha dado a escondidas el primer latigazo a los ciclistas.

En ese momento los corredores se preparan para afrontar una larga bajada por el valle del Aspe, uno de los más bonitos de los Pirineos. Pero no hay tiempo para el disfrute. Pronto llega el primer «coco» de la prueba, «la mujer fatal del Pirineo»; el Marie Blanque. Sus 10 kilómetros al 7,21% suponen el primer mazazo importante para los corredores. «La clave está en buscar la grupeta que más se adapte al ritmo de cada uno». Si se encuentra a los compañeros adecuados, todo será más fácil. Así, y tras una dura subida a este mítico puerto, un largo descenso conduce a los ciclistas por el valle de Ossau, atravesando extensas zonas boscosas.

Por delante, el portalet y hoz de jaca

Los ciclistas ya están en el Ecuador de la prueba. Ha llegado el momento más crítico para todos los participantes; el Portalet. Muchos tardarán más de dos horas en coronar la cima de este puerto de 30 kilómetros y una pendiente del 4,5%. Es el momento de usar la mente, el momento de volver a recordar las razones por las que vuelves a estar encima de esa bicicleta, haciendo esa misma ruta que el año pasado también te hizo sufrir. Hay que pensar que sólo hay dos maneras de salir de ahí; o apretando los riñones y dándolo todo en cada rampa. O salir de allí en el autobús escoba. ¿Todo el año preparándote para tirar la toalla ante una dura dificultad? No, ¿verdad? Pedalada a pedalada, los metros van cayendo, y los kilómetros también. «El que no coma y beba está abocado al fracaso», advierte Olano.

A estas alturas uno puede llevar ya 6 horas encima de la bici; y algunos ya estarán a punto de acabar la prueba. Pero es una marcha; los primeros no tienen ningún premio, salvo vencer a su ego peronal. La subida se hace más cómoda a buen ritmo, y antes de darse cuenta, ese corredor que estaba pensando en tirar la toalla unos kilómetros antes, pasa orgulloso bajo la pancarta que le indica que ya está arriba; a 1.794 metros.

A casi 2.000 metros de altura nunca está de más abrigarse, aunque sea con unas hojas de periódico. Quizás no sea un «wind stopper» de última generación, pero sigue siendo útil para aislar al ciclista del frío y del viento, que es de lo que se trata.

La meta está ya muy cerca. Pero aún queda la última puntilla; Hoz de Jaca. Una rampa de poco más de dos kilómetros y cuestas de hasta el 13%. Una vez coronado este último puerto con careta de «tachuela», una cómoda carretera lleva al ciclista hasta las calles de Sabiñánigo. La gente sigue aplaudiendo, con la mismas ganas que al primero. El esfuerzo ha sido muy grande por lo que no estará de más reponer fuerzas y ponerse en manos de un fisioterapeuta para descargar las piernas. Todo ha terminado, y habrá que pensar en volver a casa, pero sin prisa.

Los números no engañan

Para darse cuenta de la magnitud real de esta carrera es recomendable analizar los números. El año pasado, por ejemplo, hubo 9.000 ciclistas, 600 personas en señalizaciones, avituallamientos y cruces, 50 mecánicos, 45 motos, 6 camiones trailer, 6 camiones de bomberos, 14 ambulancias, 2 helicópteros, 80 fisioterapeutas, un hospital de campaña y 100 profesionales del equipo médico, entre otros muchos profesionales.

Pero si hay algo que llama la atención es el aprovisionamiento que se realiza para ofrecer a los corredores un buen avituallamiento. El año pasado se ofrecieron 128.000 litros de bebida, 6.000 kilos de fruta, 24.000 sandwiches, 26.000 pastas, 9.000 geles energéticos, 5.000 litros de cerveza y 750 kilos de atún entre otras cosas.

Impresionante auge de las marchas

Cada vez hay más marchas populares, y la respuesta de la gente también va en aumento. Abraham Olano cree que la razón para entender el auge de este tipo de carreras es que «la gente después de estar toda la semana trabajando y en situaciones de agobio, ve en este tipo de marchas una vía de escape a la rutina diaria».

Pero también cree que no hay que confundirse, «ya que no todas las marchas son iguales». Por ello hay que ser conscientes de que la logística y la organización de la QH poco tiene que ver con el montaje de otras marchas, con menos repercusión, y menos apoyo tanto institucional como económico. Olano conoce muy bien el mundo de las marchas, ya que existe una que le rinde homenaje y que lleva su propio nombre. «En la mayoría de las marchas no se pueden cerrar las dos direcciones del tráfico, y a veces la gente no se da cuenta de eso» advierte el ex-ciclista profesional.

Aparte, la gente no sabe que organizar una marcha popular es algo muy complicado por dos cosas; «por un lado hay que organizarlas a título personal, y con la condición de asumir todas las responsabilidades. Por lo que si alguien hace el ganso, lo tiene que pagar el organizador. Y por otro lado es muy difícil encontrar carreteras poco transitadas que las autoridades te dejen usar», aclara.

El ciclismo, ¿muerto?

Quizás sea cierto que el ciclismo profesional no atraviesa por su mejor época. Pero nadie debe obviar la realidad; el ciclismo sigue moviendo masas. La QH es otro ejemplo más de que la gente sigue siendo fiel a la verdadera esencia del ciclismo: autosuperación, compañerismo, sufrimiento y satisfacción. Aunque muchos se empeñen en lo contrario, aún quedan muchas páginas por escribir sobre este deporte que siempre ha bailado entre el mundo de los triunfos y el de los fracasos, el mundo de lo alcanzable y el de lo inalcanzable, el mundo real y el mundo de los mitos; en definitiva un deporte que seguirá estando entre el mundo de los humanos y el de los héroes.

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Ésa es la distancia que los ciclistas deberán superar, tras coronar cuatro cimas míticas de los Pirineos.

Tiempo de homenajes en la QH

La peña ciclista Edelweiss, organizadora de la Quebrantahuesos desde hace 18 años, aprovecha el tirón de la prueba para realizar homenajes a ilustres figuras de la historia del ciclismo. En años precedentes grandes corredores como Marino Lejarreta en 1997, Miguel Indurain en 2000, Claudio Chiapucci en 2001, Fernando Escartín en 2003, Abraham Olano en 2004, Joop Zoetemelk en 2005, o Joane Somarriba en 2006 recibieron dicho galardón. Con estos homenajes se intenta rendir tributo a grandes ciclistas de la historia, que no tienen por qué ser los que más éxitos deportivos hayan conseguido.

Este año el homenaje será recibido por el histórico ciclista suizo Tony Rominger. Ganador de 3 Vueltas de España, un Giro de Italia y 91 vitorias de etapa, llegó a ser uno de los ciclistas favoritos de la afición. Gracias a sus grandes aptitudes de escalador, y a sus buenas cualidades en las pruebas contra el crono, llegó a poner contra las cuerdas al mismísimo Miguel Indurain en más de una ocasión. Hoy en día sigue teniendo una vida muy ligada al ciclismo. Es representante de varios ciclistas profesionales y es colaborador en la organización de la Vuelta a Suiza. Lo que no quiere decir que siga estando en forma, ya que según él mismo, no se ha puesto un dorsal desde el día que se retiró. Koldo AKORDARREMENTERIA

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