María San Gil, la rediviva Agustina de Aragón de la derechona cainita, le ha dado plantón a Rajoy y no acudirá al cónclave de Valencia. Y a Cayetano González, edecán perpetuo de Mayor Oreja, se le han puesto los pelos como escarpias.

Ayer en «El Mundo» daba la voz de alarma porque «sobre los 3.000 compromisarios que asistirán a partir de mañana en Valencia al congreso de su partido, planeará la ausencia de María San Gil en dicho cónclave. Dicha ausencia, unida a su próximo abandono de la presidencia de los populares vascos, tiene una importancia que trasciende el campo de los sentimientos y de los afectos que la noble, valiente y coherente política vasca despierta en muchos españoles». Ya empieza a intrigarme el asunto.

Revela Cayetano que la espantada de San Gil «es la constatación clara y evidente de que, como bien dijera en su día Esperanza Aguirre, `las cosas se han hecho mal, muy mal' por parte de la actual dirección del PP». El brillo de las navajas deslumbra, ¿verdad?

Lo que le llega a angustiar al columnista es que «paradójicamente, quien sí estará presente en Valencia va a ser el PNV, merced a algunas enmiendas a la ponencia política que pretenden suavizar lo que en ésta se dice, gracias a María San Gil, sobre el partido fundado por Sabino Arana», y culpa de ello al «canario Soria, al fontanero Lassalle, a la diputada del canon digital, Beatriz Rodríguez-Salmones, así como a algunos compromisarios del PP por Vizcaya, encabezados por un político gris como Carlos Olazábal». Ya tiene culpables, así que el problema está medio resuelto.

Y lo peor de todo para Cayetano es que «lo que ahora se lleva en el PP es ser más simpático con los nacionalistas, algunos están dispuestos a hacer el ridículo hasta límites insospechados, incluso aunque, a los cinco días de finalizar el congreso de Valencia, el PNV vaya a intentar consumar en el Parlamento vasco, con el apoyo de la franquicia de ETA, su desafío al Estado, a través de la convocatoria de un referendo secesionista para el próximo mes de octubre (...). ¡Qué bien se entiende la decisión que ha tomado María!».

Sigo disfrutando del culebrón.